Manuel Uruchurtu, el único mexicano a bordo del Titanic

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El trágico destino del Titanic sigue dejando huellas imborrables en la memoria colectiva. Aquella imponente embarcación, símbolo de la grandiosidad humana, se convirtió en escenario de una de las catástrofes más impactantes del siglo XX.

Con su viaje inaugural convertido en leyenda, el Titanic se adentró en el Atlántico norte, camino a Estados Unidos desde Europa, sin imaginar que su nombre sería grabado con tinta indeleble en la historia.

Fue en la madrugada del fatídico 15 de abril de 1912 cuando el destino interrumpió de manera brutal la travesía del Titanic. En apenas tres horas, el majestuoso navío se hundió en las gélidas aguas, llevándose consigo vidas y sueños en un desenlace trágico.

Entre los miles de pasajeros a bordo, se encontraba un valiente mexicano cuyo nombre quedó grabado en los anales del Titanic. Lamentablemente, su historia quedó truncada en aquella fatídica noche y su cuerpo nunca fue hallado, compartiendo el destino incierto de tantos otros infortunados viajeros.

Nunca más fue visto Manuel Uruchurtu Ramírez

Aunque el Titanic solo navegó durante un breve lapso de tiempo, su corta existencia albergó numerosas historias dignas de ser contadas. Entre ellas, destaca la de un valiente personaje mexicano que emprendió el viaje en ese majestuoso transatlántico.

Lamentablemente, su destino se vio truncado por la tragedia y su cuerpo, al igual que el de innumerables pasajeros, nunca fue encontrado en las profundidades del océano. Estas almas perdidas en el naufragio del Titanic nos recuerdan la fragilidad de la vida y el poder abrumador de las aguas que ahora reposan como un misterio eterno.


 
En medio del vasto escenario del Titanic, se encuentra la figura de Manuel Uruchurtu Ramírez, un destacado diputado mexicano oriundo de Sonora y el único representante de México a bordo del transatlántico. Antes de embarcarse en esta emblemática travesía, Manuel Uruchurtu envió un telegrama desde las lejanas tierras del Atlántico, un mensaje conciso pero lleno de significado: “Embárcome”.

Existe una antigua leyenda que relata cómo, durante el trágico naufragio, un valeroso mexicano decidió generosamente ceder su asiento en un bote salvavidas a una mujer de ascendencia inglesa llamada Elizabeth Ramell Nye.

Los descendientes de Uruchurtu afirman firmemente que esta historia es verídica, sin embargo, lamentablemente, no se ha encontrado ningún documento que respalde este noble acto.

Por este gesto, el único pasajero mexicano en el Titanic es considerado como un héroe en su natal Sonora, e incluso dio pie a una novela titulada “El caballero del Titanic“, escrita por Guadalupe Loaeza.

Efrén Urrutia