Barras de la violencia y el odio

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El sábado 5 de marzo México se hacía una tendencia mundial por la violencia desplegada en el Estadio Corregidora. El encuentro de la jornada 9 de la Liga BBVA entre los equipos Atlas de Jalisco y los Gallos Blancos del Querétaro se suspendía por una batalla campal. 

Rápidamente se distribuyeron por el internet videos e imágenes de golpizas desplegadas por una masa violenta gobernada por una irracionalidad, que en el fondo tiene una coherencia racional. 

La transformación de un momento que podría ser lúdico en un momento violento no es nuevo ni específico de México es una realidad que se ha venido construyendo a partir de la necesidad de alimentar un espectáculo que estimule a la masa al viejo estilo del Coliseo Romano. 

La modernidad del Estadio-Coliseo ha sido utilizado por los grandes dueños del espectáculo del futbol para canalizar frustraciones de la vida cotidiana tanto sexuales, emocionales, sociales y políticas en enfrentamientos y rivalidades estériles para alimentar el interés en sus disputas televisivas. 

Hay cuatro elementos que son de suma importancia analizar, por la manera en cómo se concatenaron para dar cuenta de la narrativa de violencia política en la que nos encontramos inmersos. No es fortuito que estas imágenes y acciones, una vez realizadas, hayan sido explotadas por discursos de la élite para desacreditar los esfuerzos del gobierno federal. 

En primer lugar, hay que aclarar que esto no es un suceso de generación espontánea, como si un número de inadaptados y locos se hayan encontrados juntos en un mismo espacio y hayan generado la violencia porque perdieron la razón momentáneamente. Este es un fenómeno que es alentado por la producción de barras por parte de los directivos de la Federación Mexicana de Futbol, para en sus palabras, dotarle de mayor pasión a los estadios. 

Las barras de fanáticos son esa masa social que necesitan los directivos para alentar los “encontronazos” y desde ahí formar “identidad con el Club”, es decir, las barras propulsan el odio ante el otro como definición y formación de una pasión deportiva. 

Lo que se oculta además al hablar de barras, es que están son herederas de las porras, y más específico, del porrismo que tuvo su origen como organizaciones que sirvieran como contención del movimiento estudiantil del 68. Nunca fueron nada más pasivas sino su función principal fue participar activamente en la desarticulación del movimiento juvenil, así lo demuestran los hechos del halconazo de 1971. No es casual, que los palos con los que estas “barras” se enfrentaron recuerden muy bien a las guardias blancas que utilizó la Dirección Federal de Seguridad para masacrar jóvenes. 

Y desde aquí podemos observar un segundo elemento que no es para nada ajeno sino más bien su complemento perfecto el que tiene que ver con las “barras de opinión” de futbol que todos los días se encuentran en la televisión y diarios deportivos. Desde ahí un día sí y otro día también se estimulan estas narrativas con un lenguaje de guerra entre los equipos de la liga. 

Por ejemplo, en 2018 un diario deportivo de circulación nacional en su primera plana colocaba la leyenda “Santo… mata gigantes” por el triunfo del equipo de futbol Santos contra Toluca. Otro más, ante un encuentro entre el América y las Chivas el titular fue el siguiente “Por el clásico… ¡A muerte!”. Un simple titular, que se replica en tuits de los nuevos “analistas deportivos” que traducen al espectador que cada juego la muerte del otro debe hacerse efectiva, y de ahí la pasión con la que uno debe defender su territorio y sobre todo su identidad. 

Es una hipocresía por parte de la prensa deportiva responsabilizar a los sujetos que hicieron efectivos los mensajes que ellos durante años han alimentado y alentado para mantener en pie el negocio del espectáculo Estadio-Coliseo. Hoy espantados por lo que han producido gritan ¡Al ladrón! Para que todos volteen a ver a otro lado. 

Pero la cosa no para aquí, y es que el fútbol desde hace muchos años, no sólo en México sino en el mundo ha sido acusado de ser un espacio para excellence del lavado de dinero proveniente del narcotráfico. Las cantidades estratosféricas que se manejan en el costo de los jugadores no sólo depende las ganancias producidas por los estadios-coliseos, los derechos de transmisión y la venta de playeras y accesorios deportivos sino ante todo en la estructura financiera que existe a su alrededor. 

Lo que cada vez más voces denuncian en México, es que la Federación Mexicana de Fútbol ha alimentado a las barras y estas a su vez tienen una conexión muy delicada con cárteles de la droga, en donde sus sicarios, la estructura social más baja dentro del mundo de la droga son embrutecidos y llevados a los Estadios-Coliseo para servir como apoyo para alentar la pasión futbolera. 

Estas barras que más bien son antideportivas serían las responsables de la venta al menudeo de drogas al interior del Estadio-Coliseo. Desde aquí se puede explicar porqué en provincia en los Estados más comprometidos con el narco no existen operativos de seguridad pública y estos se ceden a empresas privadas. Las escenas que muestran la ayuda que la seguridad privada en Querétaro dio a los líderes de estas barras son un botón de muestra de la comunicación que existe entre quienes son los encargados de cuidar de la seguridad y los probables grupos de narcomenudistas. 

Por último, pero no por ello menos importante, una vez que la violencia estalla y que espontáneamente existe un proceso de condena social por tal brutalidad, se activa una campaña en redes sociales, una nueva “barra de opinadores” del odio empieza a generar mensajes para la validación de la violencia que para nada debemos creer que operan aisladamente, estas son las que alertaban que nadie tenía derecho a reclamar sobre la violencia que se desplegará el 8 de marzo en el día internacional de la mujer después de semejante brutalidad llevada a cabo por hombres y que por ende las mujeres se encontraban en un estado de indefensión por un presunto estado fallido. 

El argumento de la masculinidad tóxica fue utilizado en doble vía, para que la sociedad no condenara contundentemente los hechos ocurridos en el Estadio-Coliseo y para validar el uso de la violencia política en la marcha de las mujeres. Esta es una operación que claramente lo que se busca es mantener abierta la vía de la propagación del odio ante el otro y el despliegue de la violencia política como continuidad de este. 

El golpismo ha reaccionado intentando mostrar ingobernabilidad por los hechos ocurridos en un partido de fútbol y calentando la calle para la marcha del 8 de marzo. La violencia política basada en el odio debe validarse y justificarse para que sus planes puedan concretarse. 

Urge que el gobierno federal intervenga en la revisión de la estructura financiera de la Federación Mexicana de Fútbol y atienda los reportajes sobre la narcoestructura establecida en las barras, pero sobre todo la sociedad debe rechazar tajantemente la validación de la violencia política y el odio, de eso depende contrarrestar la fuerza del golpismo.