Zaporiyia: barbarie nuclear en puerta

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No jueguen con fuego fue la durísima advertencia del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) por el reciente escenario de guerra que se desarrolla en Zaporiyia, lugar en donde se encuentra la central nuclear más grande de Europa equipada con seis reactores cada uno con una capacidad de 6 mil megavoltios que producen la cuarta parte de toda la electricidad generada en Ucrania.

La planta nuclear de Zaporiyia fue tomada por Rusia el cuatro de marzo en medio del conflicto en Ucrania. Desde ese día ha sido una constante el enfrentamiento de milicias alrededor del lugar. Cosa que ha encendido todas las alarmas por parte de científicos por la potencial catástrofe que esto puede generar. 

Las palabras de Rafael Mariano Grossi, director general de la OIEA, son contundentes:

“Una acción militar que ponga en peligro la seguridad de la central nuclear de Zaporiyia es completamente inaceptable y debe evitarse a toda costa”

Pero es evidente que ninguno de los bandos está dispuesto a ceder a las presiones. En julio empezaron los ataques aislados por parte de milicianos de ucranianos para retomar el control. El mismo pentágono ha reconocido, desde agosto, que “es probable” que desde Kiev se esté ordenando el lanzamiento de misiles al lugar. 

El 29 de agosto uno de esos misiles dañó una edificación dedicada al almacenamiento del combustible nuclear. Según informaron medios el techo del complejo especial número uno de la planta fue dañado por el impacto de un misil. 

La administración de la ciudad de Energodar informó que el misil utilizado fue lanzado desde Níkopol en control de Ucrania, y que el tipo de proyectil que utilizaron fue de calibre 155 mm. Se tiene informes además de que cuatros proyectiles con anterioridad han logrado alcanzar el área de almacenamiento de isotopos radiactivos. 

Ese mismo día el Ministerio de Defensa ruso informaba que había derribado un dron suicida que se dirigía a la planta para impactarse en él, pero fue derribado. El aparato cayó en el techo de la central nuclear, lo que pone de manifiesto que la intención de destrucción del complejo es un peligro real. 

Ante esto el propio Grossi ha emprendido una visita de inspección por parte de la OIEA para evitar lo peor. El mensaje que ha lanzado fue muy claro “Debemos proteger la seguridad de la mayor instalación nuclear de Ucrania y de Europa”. La misión de la OIEA entrará a la planta por territorio controlado por Ucrania para después adentrarse a las instalaciones controladas por Rusia. 

El agravamiento de este proceso puede generar condiciones catastróficas para toda Europa, no sólo por la contaminación nuclear. Para empezar el tema estaría apuntando a contaminar los campos cerealeros. Según el Ministerio Desarrollo Económico, Comercio y Agricultura de Ucrania, para la cosecha de 2022 se llegó a sembrar casi los 6,1 millones de hectáreas de trigo de invierno lo que equivale al 91% del área estimada de 6,66 millones de hectáreas. 

No debemos pasar por alto que Ucrania es el segundo exportador de cereales más grande del mundo. Sumado al trigo en donde ocupa el quinto lugar como productor también tiene el segundo lugar en el suministro de cebada, y el cuarto lugar en maíz para todo el planeta además de la importancia de su producción en centeno y leguminosas. La contaminación de sus campos sería catastrófica no sólo para Europa sino hundiría aún más al planeta en una crisis alimentaria sin precedentes. 

El doble de la guerra nuclear ya se presentaba con las consecuencias derivadas del cambio climático, pero con Zaporiyia el desastre nuclear se presenta como una consecuencia que potencializa este peligro para la humanidad. La contaminación de un ataque nuclear a la planta estaría generando un impacto mucho más radical del generado en Fukushima, ya que la radiación impactaría en toda Europa y dejaría inservibles los campos cerealeros. Uno de los graneros del mundo estaría arruinándose. 

Las palabras de Alexéi Daílov, secretario de Seguridad Nacional de Ucrania no deben caer en saco roto cuando habla sobre el conflicto con Rusia que bloquea el abastecimiento de trigo en el mundo al no permitir que los cereales puedan transitar libremente, y que fueron expresadas antes del conflicto en la planta nuclear.

“Si no se resuelve este problema y la seguridad de nuestro país no está garantizada, ningún grano va a ninguna parte para nadie. Porque para nosotros el tema de la seguridad tiene prioridad absoluta” y remata “Nadie quiere que haya hambre en el mundo”.

La propia dinámica de la guerra ha hecho que Ucrania haya disminuido su producción respecto del año 2021 cuando alcanzó los 86 millones de toneladas producidas, en pleno 2022 apenas y alcanzará los 50 millones de toneladas de grano. Ya se reportan pérdidas de tierras cosechables a manos de fuerzas rusas y un mucho menor rendimiento de sus cosechas por la complejidad para acceder a fertilizantes y sustancias para el cuidado de estas.

Las fuerzas involucradas en este conflicto parecen no estar preocupadas por la contaminación nuclear que puedan provocar en toda Europa, lo peor es que esto no sólo impactará el viejo continente, sino que generará una crisis alimentaria de dimensiones catastróficas. El desastre nuclear acelerará como nunca la crisis ambiental mundializada los peligros por venir no han sido vistos en la historia del capitalismo moderno, la barbarie nuclear toca a nuestra puerta. 

Tan no es un juego que la Unión Europea acaba de anunciar que donará más de cinco millones de pastillas de yoduro potásico para proteger a la población por la gran probabilidad que aumente la radiación en torno a Zaporiyia en medio de una escalada en los combates por el control entre Ucrania y Rusia. Estas pastillas han tenido un costo de 500,000 euros y estas sirven para disminuir el riesgo de cáncer si se toman antes o poco después de una explosión nuclear.  

Está claro que ni la ONU ni la comunidad internacional ni la sociedad en su conjunto está dimensionando la gravedad de los sucesos en curso. Si la escalada en los combates de guerra en las inmediaciones de Zaporiyia continua el siglo XXI estará inaugurando una nueva forma de guerra intermedia, si bien no hay un lanzamiento de un misil nuclear lo que se abre es la destrucción de una planta para la contaminación del entorno. El planeta quizás no resista está nueva locura, es momento de alzar la voz en todos los espacios posibles, que no lo lleven a cabo con nuestro silencio.