La dolorosa realidad de los desaparecidos en México

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Hace unos días, la Comisión Nacional de Derechos Humanos presentó un recurso de inconstitucionalidad ante la SCJN contra la reforma de la FGR.

Esta reforma ha sido muy controversial pues enfrentó a la Fiscalía con la Secretaría de Gobernación y con organismos defensores de derechos humanos.

La reforma limita la participación del Ministerio Público para la asistencia a víctimas y en la búsqueda de desaparecidos.

La CNDH opina que la reforma busca blindar la autonomía de la Fiscalía, sin embargo están vulnerando “el derecho a la seguridad jurídica y el principio de legalidad”, pues constriñe su intervención y cooperación en diferentes organismos.

En el texto se establece que la Fiscalía solo atraerá casos de desaparición con gran relevancia social o si hay una grave violación de los derechos humanos, por lo que las investigaciones sobre personas desaparecidas quedará a cargo de los Ministerios Públicos estatales.Esto no fue bien visto por los familiares de las víctimas, pues aseguran que los Ministerios Públicos estatales se ven sobrepasados por los casos y en muchas ocasiones, están totalmente corrompidos.

Los desaparecidos con AMLO

Durante la actual administración del presidente Andrés Manuel López Obrador se han contabilizado 19,527 personas desaparecidas. A nivel nacional se cuentan 86,663.

El subsecretario de Derechos Humanos, Alejandro Encinas, aseguró que la mayoría de las personas desaparecidas en nuestro país son mujeres:

“Si nos enfocamos en el rubro de las niñas, adolescentes, menores de 18 años, estas representan el 55.65 % y la mayoría de estas, este es un dato que debe preocuparnos, estamos haciendo un trabajo específico no solamente en materia de búsqueda en vida, sino en atacar el fenómeno de la trata de personas, porque el estrato de edades de las mujeres desaparecidas son fundamentalmente entre los 10 y 19 años de edad”.

Es por ello que diversos colectivos han hecho énfasis en que estos casos sean vistos también como trata de personas.

Karla Quintana, titular de la Comisión Nacional de Búsqueda, dijo:

“Los casos deben tratarse como hipótesis de búsqueda sobre trata. Así como toda muerte violenta tiene que ser investigada como feminicidio, esté o no tipificado, toda desaparición de niña, adolescente o mujer en términos de búsqueda tiene cuestiones de género como la trata de personas”.

Los estados que con más niñas y mujeres desaparecidas son Tamaulipas, Estado de México, Jalisco, Nuevo León, Puebla y la Ciudad de México, Michoacán, Guanajuato, Sonora y Zacatecas; concentran el 76.21 % de los reportes desde 2018 hasta 2021.

La revictimización (el caso de Cecilia Delgado)

En muchas ocasiones, las víctimas y las familias son revictimizadas, pues por lo general se les dice que sus familiares desaparecieron por “andar en algo malo”.

La líder de rastreadoras, Cecilia Delgado, asegura que esto es mentira, pues conoce gente que era inocente y está desaparecida:

“Quienes se los llevan, muchas veces pertenecesn al crimen organizado pero a veces también algunas autoridades están coludidas con ellos, como fue el caso de mi hijo”.

Este es su caso:

“Después de dos años de búsqueda sin descanso, encontré a mi hijo en una fosa clandestina que yo misma excavé.

Yo misma desenterré a mi hijo. Fue algo terrible.

Fue el 25 de noviembre de 2020, exactamente dos años después que lo viera por última vez.

Buscábamos cuerpos en un lugar donde había una docena de fosas.

Cuando lo encontré, lo reconocí de inmediato. Una madre no se puede equivocar. 

Supe que era él por los brackets en sus dientes, por su muela del juicio y porque en su cráneo todavía tenía su cabello. Su pelo castaño, con sus rulitos que no le gustaban y que siempre se peinaba con mucho gel para que no se le vieran. (Llora sin consuelo).

Después vi su ropa. Y comprobé que sí, que era mi niño.

Grité y grité. “No, no, no. No puede ser”, repetía llorando.

Pero sabía que era cierto.

Las pruebas de ADN que llegaron días después solo volvieron a confirmarlo.

Me derrumbé. El mundo se me vino abajo. A pesar de todo, esperaba un milagro.

Yo quería tener las cenizas de mi hijo en mi casa, pero mis otros dos hijos me insistieron que no. Que tenía que dejarlo en el panteón, para que yo pudiera seguir viviendo de alguna forma.

El 8 de diciembre lo enterramos.

Durante seis horas le cantamos sus canciones, le tocamos música y bailamos. Así como él en alguna ocasión me había dicho, medio en broma, medio en serio, que quería que hiciéramos cuando muriera.

Yo le dije que se callara, que estaba loco. Que primero iba a morir yo.

Ni en mis peores pesadillas hubiera podido imaginar que me lo iban a arrebatar así.

Por eso quiero decirles a todos en México que no esperen a pasar por lo mismo que yo, que nosotras, las miles de madres que estamos así, no queremos que le pase a nadie más”.