México ante la crisis migratoria

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Después de la tragedia de Ciudad Juárez, es imprescindible observar el momento por el que atravesamos en México, sobre todo si lo que se quiere es avanzar en un proyecto de resistencia a la crisis económica más importante que ha enfrentado el capitalismo mundial.

No han sido menores las declaraciones del presidente López Obrador sobre su reconocimiento a la incapacidad que tiene el Estado mexicano para hacer frente a la crisis migratoria. De entrada, una de las respuestas que ha brindado a los periodistas en su habitual mañanera muestra la complejidad del asunto en juego, se tuvo que contratar a una empresa de seguridad privada a través del outsourcing debido a que los efectivos de la guardia nacional son insuficientes para las tareas requeridas.

Los objetivos establecidos sobre migración a inicios de sexenio han sido de los pocos temas que han tenido que modificarse drásticamente atendiendo la correlación de fuerzas adversas a las que el gobierno actual se tuvo que enfrentar después de que Trump utilizó el tema para presionar políticamente en medio del proyecto de subordinación de México a Estados Unidos vía T-MEC.

Para Trump el tema migratorio le abrió las puertas para dirigirse a una masa social que en búsqueda de culpables por la crisis del desplome del neoliberalismo vio a los migrantes como los causantes de esta. En vez de reconocer que los capitales americanos habían optado por la deslocalización, lo que significó la retirada de capitales industriales de Estados Unidos para recolocarlos en China y con ello una oleada grande de desempleo. Se vio a los migrantes como los responsables de aceptar salarios de miseria y con ello generar desplazamiento laboral en un mercado de trabajo colapsado.

Fueron las caravanas migrantes las que abrieron el camino a la radicalización del discurso xenofóbico americano, que dicho sea de paso no pudieron organizarse sin un apoyo exterior, esto quiere decir, ciertas agencias americanas estuvieron involucradas en una coordinación social que atravesaba diferentes países y que planteaban una ruta de colisión que afectaba a diferentes gobiernos. Esto no implica que los propios migrantes puedan tener sus formas de organización, pero es claro que las caravanas fueron esenciales para la propaganda americana dentro del periodo electoral en Estados Unidos.

Las caravanas mostraban la crisis humanitaria producida por los efectos de la crisis económica de 2008 que se había profundizado con los efectos derivados de la COVID-19, y aunque este es el centro de la discusión, es decir, el fracaso del modelo económico, desde los mass media se ha utilizado la narrativa de un fracaso político de los países centroamericanos. La manipulación ha consistido en ocultar los efectos de empobrecimiento del sistema económico para presentarlo como la incapacidad de los gobernantes en turno de colocar orden en su población.

La campaña electoral de Trump propulsó un proyecto protofascista que consistió en identificar a los migrantes como el enemigo, como aquel que viene a quitar los empleos y generar violencia en las comunidades, es decir, responsabilizó al enemigo exterior de los efectos del capitalismo neoliberal. Su Make America Great Again está basado en reestructurar autoritariamente la economía para regresar los capitales americanos a China a pesar de que las tasas de ganancia producidas en Estados Unidos no logran compararse con las obtenidas en Asia. Por supuesto, por el momento, esto ha fracasado.

Por ello para el trumpismo fue clave subordinar a México en un nuevo proyecto, por lo que el TLCAN se había vuelto obsoleto, había que avanzar en el control autoritario de otras áreas. Para ello la amenaza de los aranceles fue esencial. No fue un acuerdo entre iguales, sino una negociación con base en chantajes, justo por las necesidades americanas de enfrentarse a China en mejores condiciones.

Avanzar sobre los recursos naturales estratégicos fue primordial, pero en la medida que López Obrador había logrado un respaldo sorprendente, el proyecto tuvo que frenarse, pero eso no ha significado que se detenga, al contrario, están esperando los momentos para debilitar al gobierno de la cuarta transformación.

La nueva matriz que se ha generado en Estados Unidos tiene que ver con la otra arista que ya se había implantado desde el trumpismo cuando se identificó a los migrantes mexicanos como violadores. Presentarlos como unos salvajes y estimular el miedo al extranjero fue un primer paso, hoy se habla además de que no sólo es el migrante sino en general el mexicano como sujeto identitario cultural el que despliega esa violencia, eso se vería reflejado en los cárteles mexicanos que son incontrolables.

La apuesta es clara, se habla ya de intervenir militarmente en territorio mexicano violando la soberanía nacional, no es menor el intervencionismo americano para el siglo XXI, bajo el pretexto de la perturbadora crisis del fentanilo en Estados Unidos, hay que recordar que tan sólo en 2021 se registraron 107 mil 503 personas fallecidas por el consumo de este precursor químico mezclado en cocaína, heroína, metanfetamina y éxtasis.

No es que no exista una grave crisis, sino que Estados Unidos, especialmente los republicanos, la empieza a usar no porque quiera acabar con el tráfico de drogas en su país más bien la coloca para presionar al gobierno México y debilitar a López Obrador en su último tramo para así poder negociar una mayor subordinación en el tema energético con la próxima presidencia de México.

La carta de López Obrador al presidente chino Xi Jinping proyecta a México como alguien que busca resolver un problema que no le corresponde, es decir, Estados Unidos no tiene la capacidad para controlar el tráfico de estupefacientes en su territorio ni para combatir a los narcotraficantes estadounidenses, al mismo tiempo que reclama a México con amenazas para intervenir en él bajo el pretexto de los cárteles de la droga que trafican con fentanilo.

Pone a China en la negociación, no por el tema de que Xi Jinping vaya a reconocer que el fentanilo se produce en su país, sino porque es claro que el tema de Estados Unidos con México trata sobre las posibilidades que tiene nuestro país del norte en perder su hegemonía mundial. La incapacidad de la clase política estadounidense para poder procesar una alianza con México e intentar un conflicto armado es una jugada peligrosa, pero que no habría que descartar. Intentaron con la Alianza Federalista de los gobernadores opositores generar un chantaje de separatismo, que si se agudizan los conflictos podrían establecer mecanismos de balcanización, ya sea como en Ucrania  para Europa para contener la migración. Atravesar un campo de guerra sería mucho más complejo para la migración del Sur.

Lo de Ciudad Juárez está inmerso en esta pinza, en donde el gobierno mexicano ha tenido que responder sin una estrategia que le garantice parar las contradicciones, sumado a eso el proyecto neoliberal que se jugó para compensar las capacidades del Estado generaron todas las condiciones para este lamentable desenlace. Mientras nada más se siga resistiendo y cediendo a las presiones no se podrá resolver el problema de fondo, urge una política migratoria que retome como guía fundamental el respeto a los derechos humanos y generar condiciones de movilización social que alerten sobre lo que verdaderamente está en la mesa en las contradicciones que vive México en el escenario mundial. La creatividad política para resolver esta crisis humanitaria hoy más que nunca será necesaria, los muertos de esta tragedia lo reclaman.