La otra cara de la 4T

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Nos entusiasmamos con la promesa de que, por el bien de todos, primero los pobres.

Celebramos el compromiso de que al margen de la Ley, nada; y por encima de la Ley, nadie.

Brincamos de gusto porque ya no habría gasolinazos y hasta iba a bajar el precio de la gasolina.

Nos alegramos porque iba a cambiar no sólo el gobierno; sino un cambio de régimen que sería parte de la Cuarta Transformación.

Confiamos en que este gobierno no nos iba a fallar; no iba a mentir, no iba a robar y no iba a traicionar.

Así, nos sentimos moralmente victoriosos.

Tuvimos fe en que la economía iba a crecer entre el 3 y el 4% anual durante todo el sexenio.

Albergamos la esperanza de que se iban a crear millones de empleos.

Nos hicimos ilusiones porque iba a disminuir la inseguridad desde el primer año.

Casi todos celebramos que iban a retirar a los militares de las calles y que los iban a regresar a sus cuarteles.

Festejamos que la corrupción se iba a barrer como las escaleras: de arriba para abajo.

Creímos que la pandemia no nos iba a hacer nada por nuestra fuerza moral.

Nos convencimos de que pronto íbamos a tener un sistema de salud como en Dinamarca.

Confiamos en que nuestro país necesitaba una sacudida para que cayera todo lo podrido.

A la mitad del camino, ¿fuimos confiados? ¿somo ilusos? ¿seremos ingenuos?

¿Usted cómo se siente?

Lo dejamos para el fin.