Un llamado a la fraternidad universal en el G-20

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La reciente participación del presidente Andrés Manuel López Obrador en la cumbre de líderes del G-20 sirvió como plataforma para denunciar la gravedad por la que está pasando la economía a nivel mundial debido a los desastrosos resultados que el neoliberalismo ha dejado.

El colapso del neoliberalismo no es reciente, la crisis financiera de 2008 mostró signos inequívocos de que el entramado que había construido este modelo estaba prácticamente a punto de derrumbarse, lo que vino a agudizarse con la actual crisis epidemiológica.

La privatización de las empresas del estado, particularmente en el tema de salud, provocaron un retroceso histórico en la atención médica, si uno presta atención los tres estados en América Latina con mayor deficiencia en sus sistemas de salud son prácticamente aquellos que siguieron al pie de la letra el Consenso de Washington, estos son México, Chile y Brasil.

Esto no nada más es un fenómeno del tercer mundo, si uno observa el manejo de la crisis epidemiológica en Estados Unidos uno podrá encontrarse con un panorama desolador, el factor de sobrevivencia está ligado al acceso a la salud, es decir a la posibilidad de contar con recursos económicos para pagar para ser atendido.

En México la política de salud pública a partir de Salinas de Gortari pasó a manos de economistas neoliberales que construyeron un modelo de negocio sobre la base de la salud de la población, la salud se dejó de ver como un derecho humano.

Se quitó paulatinamente el financiamiento público a la seguridad social, y esto devino en el deterioro de la atención médica como nunca.

Al disminuirse los recursos al sector salud los grandes corporativos médicos se expandieron.

Aquellas instituciones que se habían construido con el estado de bienestar poco a poco fueron desmontadas: el IMSS, el ISSSTE.

Y se avanzó en el establecimiento de programas como el Seguro Popular, que en el fondo eran una simulación sistemática que ayudaba más a las campañas políticas y al corporativismo electoral que a la ampliación del acceso universal de la atención médica.

Es por eso por lo que, para el presidente de México, la prioridad debe ser proveer de acceso universal a la salud como derecho humano a toda la población mexicana. En primer lugar, lograr el acceso a la vacuna contra la COVID-19.

Esto no será nada fácil. Más aún cuando una guerra económica está en curso.

Al inicio de la pandemia, el capital financiero internacional presionó a través de sus instituciones para que el estado mexicano adquiriera deuda para sortear la crisis, pero esas pretensiones fueron rechazadas.

Se estableció un ajuste en la forma en cómo el gasto operaba lo que se denominó austeridad republicana. A través del presupuesto federal el poder presidencial en la época neoliberal creó una red de complicidades para

repartir ciertos privilegios a ciertos sectores para establecer un consenso. Por eso ahora cuando se establece que estos deben de terminar han pegado el grito en el cielo.

Estas medidas han generado un ahorro sustancial que ha ido a parar al gasto en salud pública.

Al mismo tiempo que se estableció una política anticorrupción que pegó directamente en la mafia de las farmacéuticas que controlaban de forma monopólica el mercado con la complicidad de funcionarios que eran beneficiados por la corrupción.

Con ello además el Gobierno de México logró mantener activo el mercado interno, y evitar el desplome de la economía aún más.

Al inyectar recursos económicos de manera directa a la población más vulnerable, se garantizó el acceso a alimentación básica.

Los números de las tiendas departamentales en la materia lo demuestran crecieron 8 por ciento respecto del año 2019.

La receta neoliberal del endeudamiento es un placebo, no va a resolver el grave problema de la crisis económica mundial, va a empeorar la situación a aquellos que la sigan aplicando.

La propuesta de México en el G-20 es condonar la deuda a los países pobres y permitir una reestructuración de esta en países en desarrollo asimismo acceder a créditos con la misma tasa que los países desarrollados tienen.

La deuda actual de México pasó en este periodo de representar el 44.8 por ciento del PIB al 51.1 por ciento, es decir, hubo una pérdida de la riqueza derivado de la peor caída de la actividad productiva registrada en los últimos 90 años.

Esta situación no es una peculiaridad de México, sino que es generalizada. El riesgo de una inestabilidad económica que conlleve a una crisis aún mayor es una realidad.

En gran parte nuestra economía depende de Estados Unidos, no sólo por la zona de influencia y subordinación que se estableció a partir del TLCAN y que ahora se ha reafirmado vía TMEC.

Nuestros paisanos en Estados Unidos, menciona el presidente, han mantenido a flote también la economía nacional y es que no es nada menor los 40 mil millones de dólares que han transferido vía remesas. Este dinero que beneficia a 10 millones de familias pobres que están recibiendo en promedio 350 dólares mensuales.

Para la cuarta transformación la clave de un futuro posneoliberal debe estar en la cooperación para el desarrollo. Su propuesta ha causado gran incomodidad, sobre todo en aquellos que ha querido ver a la vacuna como una forma de generar distorsiones en el mercado y establecer un acceso a las mismas solo a los países que tengan recursos para ello.

No es casual que justo después de poner el dedo en la yaga respecto a lo voraces que han sido los capitales financieros, la revista Bloomberg se lanzará contra López Obrador y su estrategia de no endeudarse, y colocara a México como el peor lugar para vivir en medio de la pandemia.

La grave crisis económica y la amenaza sanitaria mundial son temas de reflexión profunda, o se la abre la puerta a la aplicación del principio de la fraternidad universal o

la barbarie organizada tocará pronto a las puertas del mundo. Esta es la disyuntiva decisiva, y la puso en la mesa el tabasqueño.