Un océano de posibilidades: una marcha entre la resistencia

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La histórica marcha del pasado domingo 27 de noviembre, demostró un apoyo popular inédito a un presidente de la república en funciones del México contemporáneo. Este respaldo, en el cuarto año de gobierno, debe analizarse por sus alcances, sus límites y la tendencia que se acaba de producir. Tiene razón Andrés Manuel López Obrador, esto no es producto de un solo hombre, sino que la imagen de él mismo es la representación de un movimiento social de resistencia de larga data.

A pesar de haber enfrentado diferentes tipos de estrategias para desestabilizar su gobierno, López Obrador está llegando a la recta final sin haber sufrido un golpe de Estado ni ningún intento de magnicidio público. Se puede decir que México se encuentra en una excepción internacional en el arco latinoamericano. Los mass media han cumplido su función de hacer de la información un campo de guerra, y aún así, no han podido establecer una narrativa contraria dentro de amplios sectores de la población.

La salida que el tabasqueño ha construido durante su largo recorrido político, versa en desembocar siempre en el terreno de la democracia participativa. Su mundo, a pesar de estar preponderantemente marcado por la tendencia electoral, de ahí salió en su éxodo, nunca dejó de acompañarlo por la movilización social, en momento de mayor confrontación renunció a la violencia política como mecanismo de presión, como presidente no está haciendo otra cosa más que volviendo a su origen.

Es necesario poner sobre la mesa que muchos de los proyectos que, como programa de gobierno se construyeron, no pudieron concretizarse estando ya en la presidencia, no se pudo por la difíciles y adversas situaciones en las que el país se vio inmerso, habría que establecer, como primer punto, una pandemia mundial, que golpeó durísimamente el núcleo más sensible de la población, que era la economía y la salud.

A eso habría que sumarle el injerencismo desde Washington para mantener en pie las diferentes privatizaciones realizadas durante el periodo neoliberal. El dato no es menor, y es que la subordinación de nuestra economía a la americana es un factor determinante en el crecimiento, y más aún, en las posibilidades de desarrollo económico. La actual guerra comercial que se libra entre Estados Unidos y China ha generado fortísimos mecanismos de presión política, que han contenido buena parte del proyecto de izquierda en la transformación nacional.

Recuperar terreno en diferentes sectores productivos del Estado, para cumplir una función importante de contrapesos contra la lógica del mercado, no fue nada sencillo. Al contrario, al llegar a la presidencia de la república estaba más que claro que la seguridad nacional estaba sumamente comprometida, cosa que en algunas áreas no ha dejado de estarlo, aún así, el proceso en el que nos encontramos ha logrado detener cosas muy importantes y delicadas, sobre todo en el terreno de la entrega del sector eléctrico nacional.

Tomando en cuenta esto, la marcha, puede decirse, tuvo el alcance de refrendar el apoyo popular a un proceso de resistencia en curso, que, lejos de haber logrado su objetivo inicial, más bien ha tenido que reestructurarse en el camino, para ir avanzando en la medida de las posibilidades que le generan al presidente y al gobierno, la correlación de fuerzas actuales, tanto al interior de México, como al exterior.

Reconstruir al Estado para apuntalarle una lógica de compensaciones sociales, ante la devastación que está produciendo el mercado; una trayectoria de desmercantificación germinal, pero efectiva, era decisivo para que el proyecto pudiese continuar. No se ha podido regresar por completo a un Estado de Bienestar, pero sí se han dado pasos significativos en determinar de otra manera la forma en cómo el Estado dirige sus recursos a las grandes mayorías.

Por eso resulta tan importante, por paradójico y problemático que resulte, la estructura del Estado que acompañó al presidente en su marcha, desde gobernadores, hasta los militares, pasando por toda la estructura burocrática de confianza de mandos medios y altos. La posición que hoy ostentan es resultado de la victoria electoral en el 2018, y mantenerse en esa estructura requiere un compromiso con la movilización social, es decir, no renegar de ella. No olvidar de dónde se viene.

A la par de este proceso, el corporativismo que resulta de la estructura del Estado es innegable, pero no por ello desechable, esto es, las problemática que vino a destapar el nuevo gobierno tiene que ver fundamentalmente en que los procesos de organización deben volver a legitimarse, es por ello que, tanto el sindicalismo, como las estructuras electorales que se incrustaron en el poder, hoy deben salir a las calles a intentar recuperar ese respaldo.

Al mismo tiempo, la estructura electoral que construyeron en las modificaciones estatutarias que recibió Morena, también se manifestó. Pese a renunciar a buena parte de los postulados del partido movimiento, Morena ha logrado consolidar su estructura electoral en todo el país, algo impensable hace algunos años, empezando por el Norte del país. A diferencia del PRI, que renunció a sus raíces posrevolucionarias desde las década de los 50, y que mantuvo, de forma autoritaria, el control del Estado a través de fraudes electorales y represión, Morena, hasta ahora, mantiene como objetivo concretizar un proyecto de esperanza, retomando el Estado de bienestar ante la barbarie necropolítica que vive la patria.

En esa línea, la movilización social ha sido la clave de poder mantener un océano de posibilidades vigente, es decir, el movimiento social que nutre a este proceso ha respondido una y otra vez a los llamados del presidente, con las limitaciones que eso significa, ya que no ha aprendido a establecer una agenda que pueda coordinar, tanto al Partido, como la estructura del Estado que depende de él.

El presidente acudió al movimiento social para fortalecer su última etapa de gobierno, romper el cerco que múltiples intereses, tanto internos, como externos, buscan generarle, y guiar el proceso de transición al siguiente sexenio, que es, además, un proceso delicado, en la medida en que su figura ha sido elemento central de esta configuración histórica, que ha apostado por la construcción de la esperanza, como alternativa histórica al neoliberalismo.

Para seguir avanzando hay que mantener el proceso de resistencia, fue estratégico ir ante las multitudes sin un aparato de seguridad, es el pueblo el que lo ha mantenido en donde se encuentra y es ese humanismo mexicano el que está abriendo la posibilidad de pasar, ahora, a un proceso de confrontación para definir el futuro. La sucesión no sólo será un candidato o candidata, será, ante todo, que una forma de hacer política desde la movilización social sea vigente, con todo y las contradicciones que esto significa, la historia se ha echado a andar, y un millón dos cientos mil fueron testigos en primera fila de ello. 

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