La Tribu: notas destacadas del 27 de julio

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Hoy, como ayer y como mañana, no al desafuero por motivos electorales

En el año 2005, con la participación de muchos mexicanos, se lograron anular todos los efectos de un polarizante y desgastante proceso de desafuero que estuvo a punto de impedir la candidatura del hoy presidente López Obrador. Ese ayer se puede perdonar; pero no se olvida ni se debe olvidar.

Hoy ya ha iniciado el camino de las denuncias. Esas denuncias son indicios de que alguien pide y desea un castigo para una aspirante a la candidatura presidencial. Los que denunciaron, y los autores intelectuales, saben que “guardar” las denuncias, en sí misma, es una maniobra que representa una amenaza latente; saben también que la aspirante goza de fuero; y también conocen las fechas y plazos en los que dicho fuero se va a terminar. Conocen la Espada de Damocles y la blanden sobre la cabeza de la aspirante.

El sarcasmo presidencial dice “el que nada debe nada teme”; como si no existieran precedentes. Hoy hay hechos inobjetables, que se convierten en razones fundadas para presumir que se podría estar orquestando un desafuero con agravantes importantes al igual que el de ayer; la premeditación, la alevosía y la ventaja del atropello se detona con todo el poder y la fuerza del Estado; pero hoy, sin voces que llamen a la mesura, como ayer; hoy, sin colaboradores o amigos que apelen a la cordura, como ayer.

Ayer, hoy y mañana, los medios han estado, están y estarán en contra de cualquier desafuero por motivos electorales; aunque sea en grado de tentativa; aunque sea únicamente un petate del muerto.

Ese muerto, debe seguir enterrado por el bien de la democracia de nuestro país.

Quien lo sufrió, puede ser recordado por olvidarlo y no por revivirlo. Eso engrandecería su gestión como parte de su Cuarta Transformación.

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Planteado en positivo, el presidente es responsable de la seguridad de todos

Dice el Presidente Andrés Manuel López Obrador que se detonó una “campaña muy irresponsable; perversa; de malas entrañas; riesgosísima”, que pretende hacerlo responsable de lo que le pueda pasar a algún periodista o a algún aspirante a la presidencia de la república.

El Presidente es responsable de la seguridad de todos los que habitamos en el territorio nacional, seamos o no mexicanos; seamos o no periodistas; seamos o no simpatizantes de su gobierno.

Esa es quizá la principal y más sentida obligación constitucional de un primer mandatario. De ninguna manera puede excusarse o excluirse de lo que le pase a un residente en nuestro país relacionado con la seguridad pública o la seguridad nacional.

Por eso está prohibida la autocomposición o autodefensa. Por eso se crean las fuerzas armadas para resguardar el orden, la seguridad y la paz en nuestra sociedad.

Sea López Dóriga o sea Epigmenio Ibarra; sea Loret de Mola o Federico Arreola; sea Denise Dresser o Sabina Berman. La autoridad está primariamente obligada a evitar los ataques o agresiones físicas o verbales. Una autoridad no es tal, ni puede iniciar su ejercicio, si no jura cumplir y hacer cumplir la legalidad. Eso es lo que hay que reclamarle y exigirle al presidente.

Decirlo en negativo no le gusta; le parece una barbaridad; una campaña conspiracionista; una estrategia golpista. Hacerlo responsable de lo que les pueda pasar a periodistas o a aspirantes presidenciales es un escenario negativo y esos nunca los acepta.

No porque no los comprenda, sino porque sabe bien lo que ha sucedido en estos 5 años y lo que aún puede suceder. No acepta las tragedias, pero es responsable de que muchas de ellas hayan sucedido en su administración, así como los homicidios violentos, las muertes por COVID, las desapariciones, los asesinatos de periodistas y los feminicidios del 2018 a la fecha. De ese tamaño. Ni más, ni menos.

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Ebrard vacila entre ser el único sucesor y el hijo desobediente de AMLO

Desde antes del destape de las corcholatas, Marcelo Ebrard Casaubón presionó para recibir la batuta como sucesor de AMLO y asumir el cargo de Coordinador Nacional de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación.

Por razones y motivaciones que seguramente ignora, López Obrador decidió abrir el proceso de sucesión en los términos y condiciones que hoy vemos. Ante este desaire de su carnal, Ebrard siguió presionando de todas las maneras, estirando la liga a punto de ruptura pero con la vacilación y la indecisión que lo han caracterizado en estas coyunturas.

En las últimas dos semanas, hay acciones y declaraciones que sugieren la preparación de una salida indecorosa: retar a Claudia Sheinbaum a debatir; lanzamiento de una propuesta de seguridad llamada proyecto “ÁNGEL”; la reiteración de que impugnará o apelará el resultado en caso de que perciba irregularidades; su afirmación de que él es el “único sucesor de AMLO”; y su anuncio de que la próxima semana presentará su propuesta de salud.

Estos tímidos actos de rebeldía sirven de pista para su salida de la corcholatería en lo que pudiera describirse como la crónica de una salida anunciada. Sólo le falta rentar un camión y rotularlo con el título “el hijo desobediente.”

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