Kabul vuelve a la vida lentamente bajo el régimen talibán

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La vida volvió a tomar su ritmo lentamente este martes a Kabul en medio de un fuerte temor al nuevo régimen talibán, que refuerza su control en la ciudad y obstaculiza la salida de los que quieren huir del país.

Los comercios reabrieron en Kabul, el tráfico se reanudó y los policías controlaron la circulación, mientras que los talibanes vigilaban los puestos de control.

Un responsable talibán concedió una entrevista a una periodista de una cadena de noticias y una escuela para niñas abrió en Herat (oeste).

Pero algunas señales indican que la vida no será la misma. Los hombres cambiaron sus ropas occidentales por el shalwar kameez –la holgada vestimenta tradicional afgana– y la televisión estatal emite principalmente programas islámicos.

Las escuelas y universidades de la capital siguen cerradas y pocas mujeres se atrevieron a salir a la calle. 

Algunas se congregaron brevemente a la entrada de la “zona verde” para pedir el derecho a volver a trabajar. Los talibanes intentaron en vano dispersarlas, antes de que civiles las convencieran de marcharse.

El mulá Abdul Ghani Baradar, cofundador y número dos de los talibanes, regresó a Afganistán desde Catar, donde dirigía el gabinete político del movimiento, indicó uno de sus portavoces.

Los talibanes también anunciaron “una amnistía general” para todos los funcionarios estatales, llamándolos a “retomar su vida cotidiana con total confianza”.

Los talibanes han multiplicado sus gestos de apaciguamiento hacia la población desde que entraron a Kabul el domingo tras una fulgurante ofensiva con la que en apenas diez días tomaron el control de casi todo el país, y del palacio presidencial, abandonado por Ashraf Ghani, quien huyó al extranjero.

Pero para muchos afganos, será difícil confiar en ellos. Cuando gobernaron Afganistán, entre 1996 y 2001, impusieron una versión ultrarrigurosa de la ley islámica. Las mujeres no podían trabajar ni estudiar, y los ladrones y asesinos se enfrentaban a terribles castigos. 

“La gente tiene miedo a lo desconocido. Los talibanes patrullan la ciudad en pequeños convoyes. No molestan a nadie, pero por supuesto la gente tiene miedo”, declaró el martes a la AFP un comerciante en Kabul.

Pese a sus mensajes, algunas informaciones sugieren que seguían buscando a responsables gubernamentales, y un testigo dijo que unos hombres entraron en la casa de uno de esos funcionarios para llevárselo a la fuerza.

Ante el “rápido deterioro de la situación en materia de seguridad y de derechos humanos” y “la situación de emergencia humanitaria”, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) pidió prohibir la repatriación de afganos.

“No me arrepiento”

En un esperado discurso, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, defendió el lunes la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán, donde entraron hace 20 años para expulsar a los talibanes del poder. 

“Estoy profundamente entristecido por los acontecimientos, pero no me arrepiento” de la decisión, afirmó Biden.

Estados Unidos intervino Afganistán en 2001 debido al rechazo de los talibanes a entregar al jefe de Al Qaida, Osama bin Laden, tras los atentados del 11 de septiembre.

El triunfo de los talibanes provocó el lunes escenas de pánico y caos del aeropuerto de Kabul, adonde se precipitaron miles de personas desesperadas que intentaban huir.

Vídeos en las redes sociales mostraban a cientos de personas que corrían junto a un avión militar estadounidense a punto de despegar, mientras algunos se aferraban a sus partes laterales o a sus ruedas.

Una fotografía captó a unos 640 afganos apiñados en un avión C-17 de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Algunos de ellos subieron a la aeronave con la rampa medio abierta.

Washington envió 6.000 soldados para asegurar el aeropuerto y desalojar a unos 30.000 estadounidenses y colaboradores civiles afganos temen por sus vidas. 

España, Alemania, Francia, Holanda, el Reino Unido y varios otros países aceleraron este martes la repatriación de sus ciudadanos.

“Señal positiva” para Rusia

La reacción de la comunidad internacional empezó a llegar. Estados Unidos anunció el lunes que solo reconocerá un gobierno talibán en Afganistán si respeta los derechos de las mujeres y se aparta de movimientos extremistas como Al Qaida.

China, que dijo querer mantener “relaciones amistosas” con los talibanes, criticó este martes el “terrible caos” dejado por Estados Unidos en Irak, Siria y Afganistán. 

Rusia, cuyo embajador debería ser el primer contacto diplomático del nuevo régimen, estimó que las garantías de los talibanes en materia de libertad de opinión son una “señal positiva” y deseó el inicio de un diálogo de “todas las fuerzas políticas, étnicas y religiosas”.

Luego de 20 años de intervención militar en Afganistán, el ministro británico de Defensa, Ben Wallace, habló de un “fracaso de la comunidad internacional”, y la canciller alemana, Angela Merkel, dijo que la intervención en Afganistán no fue tan “fructífera” como se esperaba.

Por su parte, el presidente francés, Emmanuel Macron, consideró que Afganistán no debía “volver a ser el santuario del terrorismo”.

Pero para muchos analistas, aunque los talibanes deban ser más prudentes en sus relaciones con Al Qaida, ambos grupos siguen estando estrechamente vinculados. 

“Lo que está ocurriendo en Afganistán es una victoria clara y rotunda para Al Qaida”, dijo Colin Clarke, director de investigación del Soufan Center, quien cree que ese grupo podría aprovechar para atraer reclutas y crear una nueva dinámica.

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