Hoy y siempre, no al desafuero por motivos electorales

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En el año 2005, con la participación de muchos mexicanos, se lograron anular todos los efectos de un polarizante y desgastante proceso de desafuero que estuvo a punto de impedir la candidatura del hoy presidente López Obrador. Ese ayer se puede perdonar; pero no se olvida ni se debe olvidar.

Hoy ya ha iniciado el camino de las denuncias. Esas denuncias son indicios de que alguien pide y desea un castigo para una aspirante a la candidatura presidencial. Los que denunciaron, y los autores intelectuales, saben que “guardar” las denuncias, en sí misma, es una maniobra que representa una amenaza latente; saben también que la aspirante goza de fuero; y también conocen las fechas y plazos en los que dicho fuero se va a terminar. Conocen la Espada de Damocles y la blanden sobre la cabeza de la aspirante.

El sarcasmo presidencial dice “el que nada debe nada teme”; como si no existieran precedentes. Hoy hay hechos inobjetables, que se convierten en razones fundadas para presumir que se podría estar orquestando un desafuero con agravantes importantes al igual que el de ayer; la premeditación, la alevosía y la ventaja del atropello se detona con todo el poder y la fuerza del Estado; pero hoy, sin voces que llamen a la mesura, como ayer; hoy, sin colaboradores o amigos que apelen a la cordura, como ayer.

Ayer, hoy y mañana, los medios han estado, están y estarán en contra de cualquier desafuero por motivos electorales; aunque sea en grado de tentativa; aunque sea únicamente un petate del muerto. 

Ese muerto, debe seguir enterrado por el bien de la democracia de nuestro país. 

Quien lo sufrió, puede ser recordado por olvidarlo y no por revivirlo. Eso engrandecería su gestión como parte de su Cuarta Transformación.

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