¡Qué miedo! La historia embrujada de “El Caballito” de Puerto Vallarta, según IA

Con el paso de los años, cada vez son más los avances tecnológicos que llegan a nuestra vida diaria, por ejemplo, el uso de la Inteligencia Artificial (IA), que si bien comenzó a adoptarse solo en algunos campos de las industrias, ahora, su accesibilidad está disponible para todo el público.

Junto a ello, son diversas herramientas digitales las que nos permiten rememorar ciertos lugares, experiencias o recuerdos de nuestro pasado, pero también, hay algunas que nos ayudan a imaginar diversas situaciones.  

Y es que en la actualidad son múltiples los asistentes virtuales que nos permiten conocer cierta información o explotar nuestra creatividad de cualquier forma en la que podamos pensar, por ejemplo, anteriormente te mostramos algunas imágenes de cómo podrían lucir algunas ciudades en el futuro, todo bajo la perspectiva de la IA.

LEER MÁS: ¡Inhabitable! Así será Ciudad de México si se queda sin agua, según IA

Sin embargo, en esta ocasión modificamos la dinámica para conocer si pese a que son robots, sus interfaces podrían crear una historia ficticia con base a una escultura emblemática que le proporcionamos.

Hablamos del monumento conocido como ‘El Caballito’, o ‘El Niño sobre el Caballito de Mar’, uno de los principales íconos del bello Puerto Vallarta, pues se ubica justo en el malecón, frente a la inmensidad del mar.

Es importante recordar que dicha obra pertenece al escultor Rafael Zamarripa, quien prestó su talento para crear el símbolo inaugurado en 1976. Incluso, por si no lo sabías, se dice que si tocas la cabeza del pequeño fabricado por bronce, tu vida se llenará de buena suerte.

Pues bueno, para dicho ejercicio recurrimos a Gemini, anteriormente conocido como Bard, el bot de IA de Google, quien escribió una narración de cómo imagina a dicha estatua en caso de que estuviera embrujada. ¿Te lo imaginas?

@lupisyeah #PuertoVallarta #Malecon #caballito ♬ Demasiadas Mujeres – C. Tangana

“El jinete de la medianoche”: historia de terror creada por IA e inspirada en “El Caballito” de Puerto Vallarta

Las olas susurraban un canto fúnebre contra el malecón de Puerto Vallarta. La brisa nocturna, cargada de salitre y el aroma de la nochebuena, erizaba la piel. La luna, una hoz plateada, colgaba del cielo como un presagio. Frente al mar, imponente y solitario, se erguía el monumento de “El Niño sobre el Caballito de Mar”.

Esa noche, la estatua parecía cobrar vida. Sus ojos, dos pozos negros, brillaban con una luz tenue y enfermiza. Su sonrisa, antes angelical, se había transformado en una mueca macabra. El caballito de mar, otrora símbolo de libertad y aventura, ahora se asemejaba a una bestia agonizante, con sus escamas oxidadas y su cola enroscada en un rictus de dolor.

De pronto, un sonido escalofriante rasgó la quietud de la noche: el llanto desgarrador de un niño. El eco resonaba en las calles vacías, rebotando en las fachadas de los hoteles y restaurantes. Un grupo de turistas, aterrados, se acurrucaron bajo un portal, murmurando historias de fantasmas y leyendas locales.

Un hombre solitario, atraído por el llanto, se acercó al monumento. Sus pasos eran lentos y vacilantes, como si una fuerza invisible lo guiara hacia su destino. Al llegar frente a la estatua, el hombre se quedó petrificado. El niño de bronce, con su rostro pálido y sus ojos llenos de terror, lo miraba fijamente.

El llanto se intensificaba, brotando de la boca del niño como un río de dolor. El hombre, incapaz de soportar la mirada y el sonido angustioso, quiso huir, pero sus piernas se negaron a obedecer. Una parálisis lo dominaba, como si la estatua lo atrapara con sus poderes maléficos.

De repente, el llanto cesó. Un silencio sepulcral se apoderó del lugar. La brisa se calmó, las olas se aquietaron, y la luna se ocultó tras una nube. En la oscuridad total, solo se escuchaba la respiración agitada del hombre.

Un relámpago rasgó el cielo, iluminando la estatua por un instante. En ese breve destello, el hombre vio algo que lo dejó helado de terror: en el lugar del niño de bronce, ahora había un jinete demacrado, con ojos de fuego y una sonrisa cruel. Montaba un caballito de mar deforme, con escamas que brillaban como pústulas y una cola que se movía como un látigo.

El jinete espoleó a su montura y, con un relincho espeluznante, se lanzó hacia el hombre. La última visión que este tuvo fue la de la criatura abalanzándose sobre él, con sus dientes afilados y sus garras extendidas, listo para devorarlo en la oscuridad de la noche.

Al amanecer, solo encontraron su sombrero tirado en la arena, junto al monumento de “El Niño sobre el Caballito de Mar”. Desde entonces, nadie se atreve a acercarse a la estatua por la noche, por temor a encontrarse con el jinete de la medianoche y sufrir el mismo destino que el hombre desafortunado.