Antorcha de la fe cierra fiestas guadalupanas con broche de oro

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Los festejos guadalupanos terminaron este fin de semana de una manera que nunca nadie hubiera imaginado, con las puertas cerradas del templo, una situación completamente inédita y para muchos feligreses inexplicable, inexplicable en el sentido de que expresaban que los antros y el malecón están siempre llenos.

La situación de la antorcha guadalupana fue completamente atípica, más de cuarenta corredores, entre ellos dos médicos, salieron a la Ciudad de México casi en secreto, una misa inusual a las cinco treinta de la mañana y de ahí directo a las camionetas, sin el recorrido de cada año hasta el parque hidalgo, casi en secreto.

Este año los antorchistas se fueron sin la “bendición” de las autoridades, incluso sin apoyos de las autoridades locales ya que saben las multitudes que se reúnen a su paso, sobre todo al regreso de sus peregrinar recorriendo al menos cuatro estados del país con climas extremos. 

En su camino reciben todo tipo de apoyos, cariño, bendiciones, calor y alimento, a su vez ellos entregan parte de su tesoro a esas comunidades que los reciben con tanto aprecio, para ellos en esa comunidades es día de fiesta.

En su tierra, sus autoridades los proscribieron, no vayan, cancelen, no habrá recepción para ustedes es día, aun así sin el apoyo del presidente municipal y sus autoridades se lanzaron con toda su fe en que nada pasaría. 

Al final su llegada fue triste, diferente a los pueblos que dejaron atrás, los héroes no fueron aclamados por que las autoridades no lo permitieron y así casi ocultos en la oscuridad y sin dar detalles de su llegada, porque así lo juraron después de la misa de 8 de la noche, llegaron a la calle independencia, sus familiares y algunos tercos que no se rindieron entre ellos extranjeros les dieron la bienvenida. 

El sacerdote Roberto Cordero notando la tristeza de los corredores los invito a no flaquear en la fe señalando que con su llegada demostraron una gran fortaleza a pesar de la adversidad, el himno del antorchista no se escucho igual, estaba lleno de tristeza y así como llegaron, abandonaron la iglesia, con un sabor entre dulce y amargo, luego se fueron con sus familias rápidamente sin hacer ningún comentario.