Vía Crucis a puerta cerrada en el Templo de Guadalupe

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La Semana Santa no solo es ocasión para actividades turísticas, en Puerto Vallarta; también se vivió un programa religioso, aunque en esta ocasión por segundo año consecutivo fue restringido por la pandemia, con accesos limitados en los templos al 50% de su capacidad; por lo que se pidió a la feligresía seguir los oficios desde sus casas por las redes sociales.

El Viernes Santo, en el interior del emblemático templo de Nuestra Señora de Guadalupe, se revivió el viacrucis, donde el grupo de jóvenes personificó las 14 estaciones de la pasión y muerte de Jesucristo. Desde su condena, caídas, encuentro con la Virgen, palabras, hasta su crucifixión.

El sacerdote Roberto Cordero Robles, párroco del céntrico y más tradicional templo de la ciudad, ponderó:

“Vivan junto con nosotros, desde sus hogares, cuidando la salud de nuestros seres queridos, pero que vivamos con intensidad estos momentos centrales de nuestra fe, celebrando a Jesucristo que por amor a nosotros murió en la cruz para darnos vida eterna”.

Al sagrado recinto solo pudieron ingresar cien personas, cuidando todos los protocolos sanitarios, y al llegar a esta capacidad cerraron sus puertas. Afuera vigilaban dos elementos de Protección Civil Municipal.

“lamentablemente no lo vamos a poder hacer, por segundo año, por las calles de nuestra comunidad, junto con todas las familias, pero queremos invitarlos a que nos sigan, lo vamos a hacer dentro del templo en una ceremonia muy sencilla, pero con mucha fe”, señaló el clérigo. 

Después por la tarde, a las 7:00 se celebró la liturgia y en la noche, realizarán la procesión del silencio  con un simbólico recorrido por las céntricas calles, con el Santo Sepulcro en un carro alegórico. 

Invitó el sábado a las 8:00 de la noche, a la solemne Vigilia Pascual; todo el rito con el mínimo de personas y al terminar también llevarán el sagrado cirio a peregrinar, sobre un carro alegórico, para bendecir a su paso  las aguas, velas e imágenes que saquen las familias a las banquetas.

Miguel González Guerra