Vencer el odio en las urnas
En México, vivimos elecciones en medio de la posibilidad de un cambio de régimen al mismo tiempo que atravesamos una profunda crisis epocal, que ahora mismo está siendo marcada por la crisis epidemiológica de la COVID-19, y que puede derivar en un estallido que profundice lo iniciado en la crisis financiera de 2008.
No es poco lo que está en juego, y es que nuestro país sigue siendo fuertemente golpeado por aquello que Naomi Klein denominó la doctrina del shock. El desmantelamiento del Estado mexicano ya había avanzado demasiado con lo que aquí se conoció como Pacto por México y que representaba la compra-venta de PEMEX. La joya de la corona.
Ir a las urnas es un ejercicio que debe de asumirse con una perspectiva de defensa de la soberanía nacional, pero no sólo, sino como la posibilidad para transitar a una sociedad que pueda abandonar la necropolítica.
Los fraudes de Estado, que lejos de haber acabado siguen más vigentes que nunca, deben ser combatidos precisamente a partir de la movilización social.
La clase política que emergió del PRI y del PAN utilizaron como método de forma histórica el fraude para imponerse ante la voluntad popular. Fue así como pudieron desestructurar del todo el estado de bienestar que se había construido en el siglo XX e imponer la agenda neoliberal.
Durante las campañas electorales se demostró una vez más la incapacidad política para el dialogo constructivo dentro de la oposición. No salieron a proponer un programa de país para el bienestar social, salieron a esparcir odio y miedo.
Hacer un corte de caja respecto de las campañas nos lleva obligadamente a discutir la propagación del odio durante las campañas. La derecha de este país ha asumido rescatar a sus viejos aliados el racismo y el clasismo, pero ha agregado nuevos ingredientes que especialmente tienen que ver con la desinformación.
La antigua consiga de que López Obrador es un peligro para México, se afinó para poder empezar a estimular emociones de enojo hacia la ciudadanía que respalda el proyecto de la cuarta transformación. El peligro es todo aquel que lo apoye.
La matriz del odio clasista y racista que han intentado establecer en esta campaña electoral intenta mostrar a este gobierno y sus aliados como incapaces para poder resolver cualquier problema, es más, han llegado al ridículo de presentar a este gobierno como una dictadura que está implementando políticas que van en contra de los derechos humanos. Esta matriz prianista intenta generar la inversión de la realidad para mostrar como autoritarios a un gobierno que intenta desmontar justamente el autoritarismo que ellos produjeron.
A través de la desinformación además han buscado colocar al miedo como principal motor de la campaña. Es importante hacer notar cómo los creyentes del proyecto neoliberal no lo defienden en público ni se asumen como portadores de dicho canon.
El tema de la pandemia de coronavirus fue central en esta campaña de desinformación, desde noticias dentro de los diarios nacionales que predecían que el Gobierno Federal tardaría años en vacunar a toda la población hasta intentar generar desconfianza en algunas vacunas para desestabilizar una vez que este proceso había avanzado.
Por lo menos, todas las semanas que ha durado la campaña, desde la mañanera se ha tenido que desmentir algún bulo producido, ya sea en cuentas anónimas de redes sociales o por columnistas dentro de los principales diarios de información.
Los saldos de esta desinformación aún no son claros, así como tampoco el odio y el miedo que la derecha ha estado estimulando. Al terminar la campaña veremos a dónde dirigen todas esas emociones que han producido.
Algo que lamentablemente sigue pasando en el discurso político mexicano es que este se ha desplazado para dar paso a las emociones, y esto se diferencia mucho con lo que intenta producir el presidente López Obrador desde las mañaneras. Es decir, intenta de dotar de contenido político la vida pública de México a contrapelo del vaciamiento que han intentado mantener desde la oposición.
Una de las tareas fundamentales para la cuarta transformación una vez terminadas las elecciones será justamente inventar procesos que puedan dotar de mayor concientización política a la sociedad.
A pesar de que la oposición desprecie el debate político, y con ello también los resultados de las urnas, y que por ello está acostumbrada al fraude, también vale la pena estar atentos a que la violencia política no siga abriendo camino dentro de la democracia.
Esta campaña que ha estado marcada por la violencia política, como las hemos vivido desde el asesinato de Colosio, lleva al menos 88 políticos asesinados, de los cuales 34 eran aspirantes para un cargo de elección popular, según documentó la consultora Etllekt.
Fue muy importante que se aprobara por el Congreso de la Unión como delito el fraude electoral a propuesta del Ejecutivo, algo que ninguna de las supuestas grandes reformas electorales hizo. Y este es un fenómeno que está permeando en varias regiones en donde el gasto no está siendo reportado como debería. Hay zonas del país que el tope de gasto de campañas está puesto en duda como por ejemplo Nuevo León.
Ir a las urnas es vencer el miedo y el odio, así como denunciar que esta guerra desatada desde la necropolítica no puede seguir. La sociedad en su conjunto debe proteger esta incipiente democracia. Lo que está en juego es que podamos vivir en paz.