Un año de sangre para no olvidar

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El gobernador de Morelos, Cuauhtémoc Blanco, apareció retratado con tres jefes criminales de Morelos, “El Ray”, “El Tripa” y “El Profe”. Era el 3 de enero de 2022. Unos días después un interno del Cereso de San Miguel, en Puebla, encontró en los contenedores de basura el cadáver de un bebé de tres meses: se lo había robado del panteón civil de Iztapalapa, en la Ciudad de México: se destapó la existencia de un mercado negro de osamentas empleadas en rituales de brujería.

Un convoy recorrió más tarde las calles de Tetetecala y Mazatepec, Morelos. Hombres armados gritaban: “¡Pura gente de El Señorón”. Dejaron un cadáver frente a la casa de la diputada Luz Dary Quevedo, con un mensaje: “Aquí tienes un regalo, Luz Dary, por no respetar los acuerdos”. La madrugada del 5 de febrero, los tripulantes de una camioneta arrojaron 10 cuerpos envueltos en cobijas y bolsas de plástico en la calle principal de Pradillo III, en Fresnillo, Zacatecas. Gente que salía rumbo a sus empleos grabó las imágenes dantescas. El mismo día aparecieron otros seis cuerpos, colgados en comunidades zacatecanas.

Un motín entre dos facciones del Cártel Jalisco estalló en el Cereso de Colima. Hubo varios muertos. En cosa de días, la violencia que había estallado en el penal se extendió a las calles. Las autoridades reportaron 22 ejecuciones en seis días. Ese mes, un campesino fue destrozado por una mina antipersonal en Coalcomán, Michoacán (la Sedena detectó 12 más en la zona) y los habitantes reportaron quema de carros, bloqueos de carreteras por parte del crimen organizado, asesinatos y exilios forzados. Ese mismo mes, unos 100 hombres armados llegaron de noche a Caborca, Sonora. Recorrieron la ciudad sin que nadie atendiera las llamadas de auxilio al 911, levantaron gente y dispararon contra varias casas.

Antes de que febrero terminara, 17 hombres fueron alineados contra una pared y fusilados en San José de Gracia, Michoacán. Los sicarios recogieron los cuerpos, lavaron la sangre con cloro y salieron sin que nadie se atreviera a detenerlos. El fusilamiento fue grabado por vecinos. Los cadáveres no han sido encontrados.

Lefni Neftalí Martínez salió a trabajar a un negocio de videojuegos en Almoloya, Estado de México. Hallaron su cuerpo maniatado y con signos de violencia, en un basurero. El cadáver de otra muchacha, Anahí Michelle Pérez, fue encontrado envuelto en una cobija en Santo Tomás Ajusco, al sur de la CDMX.

El presidente municipal de Aguililla, Michoacán, fue asesinado a bordo de la camioneta de su esposa por un sicario del Cártel Jalisco que testigos identificaron como Ricardo Carrillo, “El Alacrán”, gatillero de los jefes de plaza César Yépez, “El Cema”, y Pedro López, “La Coya”. En fecha próxima la Asociación Mexicana de Organizaciones de Transportistas denunció la serie imparable de robos a camiones de carga –con artículos perecederos, refrescos, abarrotes, combustible, materiales de construcción y aparatos electrónicos–, cometidos a lo largo de la carretera que va de Querétaro a San Luis Potosí.

Evelin Afiune Ramírez, estudiante de 22 años, fue encontrada sin vida en un cañaveral de Cuautla, Morelos. Las condiciones en que la hallaron sacudieron al estado, cuya tasa de feminicidios se encuentra 164% arriba de la media nacional. Terminaba apenas el mes de marzo de 2022, ese en el que 15 sicarios de la Familia Michoacana que llegaron en un camión de Sabritas con reporte de robo, abrieron fuego contra los asistentes a un palenque, en Zinapécuaro, Michoacán: 19 personas murieron en menos de un minuto.

En Acapulco, Guerrero, se habían contabilizado 99 ejecuciones en los primeros tres meses del año y el puerto se ubicaba en el puesto número seis de los municipios más violentos del país. Extorsiones y secuestros de transportistas, empresarios, comerciantes, prestadores de servicios se sumaban a la estela de decapitados en las calles, asesinados en las playas, y a la ola de negocios y vehículos del transporte público quemados.

Vino abril, con otras 52 ejecuciones en Acapulco. En Chilapa, Guerrero, seis cabezas humanas fueron abandonadas sobre el toldo de un Pointer: a los cuerpos los dejaron en bolsas y había un mensaje anunciaba: “La plaza tiene dueño”. Ese mes, la Red por los Derechos de la Infancia reveló que en México se reportaba diariamente la desaparición de 14 personas de entre 0 y 17 años, y que en 2021 se habían dado en el país 5,110 casos de desaparición de menores. A mediados de mes, en una acción coordinada, el grupo criminal de Los Rusos, ligado a José Gil Caro Quintero, “El Pelo Chino”, así como comunitarios de la UPOEG bloquearon durante seis horas 18 puntos de Acapulco, hundiendo al puerto en el caos. Al mismo tiempo, fue bloqueada la carretera federal 200 y se exigió el retiro de fuerzas federales de todas las áreas “resguardadas” por los comunitarios.

En la ciudad de Zacatecas y municipios aledaños aparecieron durante cuatro días consecutivos cuerpos desmembrados y metidos en bolsas. También se registraron tiroteos y persecuciones entre integrantes de Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco. En varias calles se hallaron hieleras con cabezas humanas y cartulinas que decían: “Prepárense que el terror está por comenzar”. En Sonora, mientras México rebasaba la cifra monstruosa de 100 mil personas desaparecidas (la mitad de estas, en diez entidades), el colectivo de Madres Buscadoras informó que en los últimos años había localizado 900 cadáveres en fosas clandestinas de aquel estado. Al cierre de los primeros cuatro meses de 2022, ya se contabilizaban en el país 150 masacres: prácticamente una por cada día. Al mismo tiempo se habían registrado en el país 82 asesinatos diarios. El primero de mayo, sin embargo, la cifra se disparó: 112 en solo 24 horas. Era hasta entonces el día más violento del año –y el tercero más sangriento desde que comenzó el sexenio de AMLO.

Este es apenas un somero recuento de algunas de las tragedias y fatalidades que vivimos en la primera mitad de 2022.

Las traigo aquí para no olvidarlas. Continuaré mañana con este sombrío ejercicio de la memoria

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