¿Rocha Moya, en Sinaloa, y Francisco Garduño, en el INM, sostenidos por AMLO?

La permanencia de ambos personajes en posiciones de poder desdibuja las promesas de un gobierno que asegura gobernar para el pueblo
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La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, a pesar de su hermetismo, se muestra molesta con estos dos personajes impresentables.

Se percibe también que el tema relacionado con la permanencia de estos dos políticos, amigos personales entrañables de Andrés Manuel López Obrador, es motivo de diferencias importantes y desencuentros en la relación de Claudia Sheinbaum con la cúpula del partido Morena.

En un país que presume de ser democrático, donde se promulga que “no mentir, no robar y no traicionar” son principios fundamentales, resulta asombroso y profundamente inquietante que Rubén Rocha Moya, gobernador de Sinaloa, y Francisco Garduño Yáñez, director del Instituto Nacional de Migración (INM), se mantengan en sus cargos a pesar de los escándalos y crisis que los rodean.

La permanencia de ambos personajes en posiciones de poder desdibuja las promesas de un gobierno que asegura gobernar para el pueblo y con justicia, dejando una estela de descontento y clamor social que crece día a día.

El pasado jueves en la capital sinaloense, Culiacán, una multitudinaria marcha por la paz derivó en un hecho que refleja el hartazgo de la sociedad.

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Las oficinas del gobernador Rocha Moya fueron destrozadas en medio de una protesta marcada por un mensaje contundente: “¡Fuera Rocha, fuera Rocha, fuera Rocha!”.

Este grito unificado por miles de voces resuena como el símbolo de una comunidad que ya no tolera la ineficiencia, el silencio y el alejamiento de su gobernante frente a los problemas que aquejan al Estado.

Las cifras y los hechos contradicen las declaraciones oficiales que insisten en que las cosas marchan bien en Sinaloa.

El desgobierno, la inseguridad y la falta de respuestas concretas han generado un abismo entre Rocha Moya y los ciudadanos que alguna vez le confiaron su voto.

La incapacidad del gobernador de dar la cara en un momento tan crítico solo alimenta la percepción de abandono y desconexión.

Por otro lado, Francisco Garduño, director del INM, enfrenta acusaciones graves derivadas de la tragedia ocurrida en Ciudad Juárez, donde 40 migrantes perdieron la vida bajo circunstancias que podrían haberse evitado con una gestión responsable y humana.

La imagen del INM quedó irremediablemente manchada, y su permanencia en el cargo es una afrenta no solo para las familias de las víctimas, sino para todos los mexicanos que buscan en sus autoridades un compromiso real con los derechos humanos.

Es evidente que ni la presidenta Claudia Sheinbaum esperaba esta postura de Andrés Manuel López Obrador de sostener a toda costa a Francisco Garduño, a pesar de que ella ya había designado al exgobernador de Puebla como su sustituto.

Claudia sigue cercada y encadenada por los hilos perversos que se tejen desde Macuspana, Tabasco y que se instrumentan a través de la dupla Andy López y Luisa María Alcalde.

Las voces críticas apuntan a que la continuidad de Rocha Moya y Garduño en sus puestos responde al respaldo incondicional del expresidente Andrés Manuel López Obrador, quien desde su retiro parece obstinarse en protegerlos, aún a costa del daño que esto representa para el país y para su legado político.

Esta protección es vista por muchos como una muestra de cómo el poder puede tergiversar los ideales que alguna vez movilizaron a una nación entera.

La sociedad exige justicia y coherencia.

Los sinaloenses han dejado claro que no permitirán más simulaciones ni discursos vacíos.

Las demandas de cambio son urgentes y apremiantes.

Si el gobierno actual no escucha estas voces, corre el riesgo de perder no solo la confianza del pueblo, sino también los valores democráticos que alguna vez prometió defender.

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