Retos para el 2020: La ciudad imaginada.

Con el inicio de un nuevo año, se abre la oportunidad de comenzar un ciclo para irlo construyendo día con día. A nivel global, podemos replantear un sistema diferente al actual, que se ha basado en la acumulación del capital económico en pocas manos respaldado por la complicidad del Estado y de alguno de sus operarios (neoliberalismo).

A todos nos convendría que esta práctica se modificase porque somos incapaces de sostener tanta injusticia y dolor. La enorme masa de excluidos y resentidos terminará por imponerse y ni el apoyo gubernamental será capaz de contener a la marea de indignados, como sucedió en muchos lugares del mundo en el 2019, particularmente en América Latina, teniendo en Chile la nota más evidente.

El principal reto para este nuevo año que comienza será volver a conectarnos con nuestra realidad humana y materializarla en un trabajo disciplinado y generoso para alcanzar mejores niveles de vida en la dimensión personal y colectiva. Y nos permitimos subrayar el concepto “colectivo”, que tiene su base en la comunidad de la que formamos parte. Pero la lógica materialista, impuesta con tanta eficacia por el sistema dominante, nos distrae de la alegría que implica trabajar para todos.

No será fácil desmontar la locura de este mundo de consumo que se fortalece con el apetito desenfrenado por capturar la riqueza. Ello es fácil de advertir en nuestro ambiente al ver las conductas de empresarios o funcionarios públicos voraces concentrados en aprovechar su posición para enriquecerse escandalosamente, en vez de dedicar su talento y energía a construir horizontes de prosperidad.

Ello también se advierte en el gran desastre medioambiental que estamos enfrentado y que solo podremos atajar si cambiamos nuestra forma de consumir y vivir. Mantener el despilfarro de los bienes en caprichos e imaginarios es indecente e inmoral y pagaremos un precio muy alto por insistir en ello.

Una de las expresiones más claras de la perversidad del sistema dominante, es su capacidad para modificar el corazón de personas que en algún momento tuvieron buenas intenciones pero que al ocupar alguna posición de poder, sucumbieron a las seducciones momentáneas de ejercerlo. Esto lo presenciamos en todos los espectros de la vida pública, es una forma de pensar y actuar enraizada por centurias.

La unidad es básica para acceder a una prosperidad colectiva, traducida en la suma de fuerzas sociales para alcanzar los objetivos comunes. Pero la pobre educación política que hemos recibido nos ha llevado al encono y la división como medio cotidiano para la descalificación y el enfrentamiento. En más de alguna ocasión, dejamos pasar la oportunidad de construir una base social desde la confianza y el apoyo, lo cual implica ejercitar la tolerancia, el diálogo y el respeto. Si fuéramos capaces de acumular el talento de tantas personas valiosas, nuestra situación sería mucho mejor.

Tampoco estamos acostumbrados a participar cívicamente y ejercer una crítica con argumentos, y menos a debatir sobre las sendas que nos permitan acercarnos a otras formas de desarrollo. Los políticos en turno son tan mezquinos, que lejos de estar dispuestos a escuchar y dejarse apoyar, mantienen estructuras autoritarias para acallar a las voces que muestran otro caminos posibles.

En la esfera urbana de Puerto Vallarta, vemos que la gestión está en manos de personajes con escasa preparación y sentido común, incapaces para establecer otros procedimientos para ordenar el territorio y manteniendo una visión mercantilista de la realidad. Para los gestores urbanos locales, el territorio es percibido como un escenario para el crecimiento ilimitado, suponiendo que “más” turistas traerán altos índices de prosperidad o que la “modernidad” es inevitable. Pero al plantear otras alternativas, sugerimos que  la experiencia recreativa radica más en la calidad recreativa que en la cantidad de los visitantes.

Cada día surgen más voces que insisten en reducir la pobreza y la desigualdad en las colonias vallartenses, y las autoridades no están al nivel de la exigencia careciendo de políticas de compensación ante los desajustes generados por la especulación inmobiliaria en la franja turística. Tampoco disponen de mecanismos para equilibrar las cargas y beneficios generados por la urbanización. Y los profesionales mantienen la ceguera que los caracteriza, anquilosados en apetitos y visiones personales de corto plazo.

Una tarea pendiente para este año 2020 es la presentación de los planes de desarrollo urbano que deberán ser aplicados en la geografía local, esperando que integren elementos de sustentabilidad económica, social y ambiental. Una nota positiva es el municipio de Bahía de Banderas ha hecho bien su tarea.

El año que comienza es una excusa perfecta para renovar la esperanza de que se puede transitar por otro camino, por sendas de solidaridad, innovación y compromiso comunitario. Desde este espacio seguiremos sugiriendo alternativas y alentando el debate de los asuntos públicos. Deseamos fervientemente que la limitada visión de la realidad sea superada por la unidad, el trabajo y la participación social. Feliz y próspero año 2020…!