Orgullo 2025: entre la celebración y la resistencia de la comunidad LGTBQ+

México conmemora el Día del Orgullo con marchas, memoria histórica y demandas aún pendientes
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Bandera LGBTQ

Cada 28 de junio, ciudades de todo el mundo se tiñen de los colores del arcoíris para conmemorar el Día del Orgullo LGBTQ+. La fecha no es arbitraria: recuerda los disturbios de Stonewall, ocurridos en 1969 en Nueva York, un punto de quiebre que marcó el nacimiento del movimiento moderno por los derechos de la diversidad sexual y de género. Más de medio siglo después, aquella revuelta continúa resonando en cada marcha, cada cartel y cada grito de igualdad.

En México, el Día del Orgullo es una jornada de expresión colectiva que combina fiesta, memoria y exigencia política. Si bien se celebran avances significativos como el matrimonio igualitario, legal en todo el país desde 2022, la conmemoración también pone sobre la mesa los retos persistentes: discriminación, violencia de odio, rezagos legislativos y brechas en el acceso a salud, empleo y justicia.

La raíz: Stonewall y el nacimiento de un movimiento

En la madrugada del 28 de junio de 1969, agentes de la policía irrumpieron en el bar Stonewall Inn, un refugio para personas LGBTQ+ en el barrio neoyorquino de Greenwich Village. Lo que parecía una redada más, se convirtió en un estallido de dignidad. Lideradas por personas trans, racializadas y drag queens, como Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera, cientos de personas resistieron durante varios días a la violencia policial. De ese acto de desobediencia surgieron las primeras organizaciones de defensa de los derechos LGBTQ+ y, un año después, la primera marcha del Orgullo.

Desde entonces, cada 28 de junio se celebra y se recuerda. Con los años, las marchas evolucionaron: de ser un gesto de resistencia frente a la criminalización, se transformaron en plataformas de visibilidad, reivindicación y también, en muchos casos, en fiestas masivas que mezclan alegría con activismo.

Orgullo en México: logros y contrastes

En México, la Marcha del Orgullo LGBTQ+ en la Ciudad de México es una de las más importantes de América Latina. Reúne a cientos de miles de personas que desfilan por Paseo de la Reforma hasta el Zócalo, con carros alegóricos, discursos, música y mensajes de inclusión. Este año, los ejes temáticos giran en torno al acceso universal a servicios de salud para personas trans, la lucha contra la discriminación laboral y la erradicación de la violencia por motivos de orientación sexual o identidad de género.

Pero la capital no es el único escenario. Ciudades como Guadalajara, Monterrey, Tijuana y Mérida también celebran el Orgullo, con agendas propias y demandas locales. En algunos estados, las organizaciones impulsan talleres, ferias de empleo, campañas educativas y protestas por el cumplimiento efectivo de leyes antidiscriminación. Sin embargo, no todas las regiones del país responden con apertura. En zonas más conservadoras, los colectivos enfrentan obstáculos sociales e institucionales, desde trabas para obtener permisos hasta agresiones físicas o simbólicas. La polarización es evidente.

Un movimiento global en contextos desiguales

El Día del Orgullo también es una cita internacional. En 2025, ciudades como Madrid, Berlín y Londres encabezaron grandes movilizaciones donde, además de celebrar, se denuncian retrocesos legales en países europeos como Hungría o Polonia. En Estados Unidos, las celebraciones en Nueva York contrastan con las restricciones que se imponen en estados gobernados por corrientes conservadoras.

En América Latina, países como Brasil y Argentina celebran con marchas multitudinarias que también denuncian los altos índices de violencia transfóbica. En Asia y África, el Orgullo tiene distintos rostros: en India o Sudáfrica avanza como expresión de libertades ganadas, mientras que en países como Arabia Saudita o Uganda la visibilidad puede significar un riesgo vital.

Entre la fiesta y la crítica

El Orgullo de hoy se vive con tensiones. Para muchos, es un día de celebración de la diversidad, de inclusión, de comunidad. Las redes sociales se llenan de mensajes de apoyo y las empresas lanzan campañas especiales. Pero esa visibilidad ha traído consigo un fenómeno polémico: la comercialización del movimiento, conocida como “pinkwashing”. Marcas que se apropian de los símbolos LGBTQ+ sin respaldar con acciones reales a la comunidad han sido duramente cuestionadas.

Al mismo tiempo, hay una conciencia creciente dentro del propio movimiento: el Orgullo no debe diluir su carácter político. Voces de personas trans, no binarias, indígenas, racializadas y de sectores populares exigen que la conmemoración no se convierta en una postal, sino que mantenga viva la llama de la lucha por los derechos humanos. En X y otras redes sociales, el debate está más vivo que nunca: entre quienes celebran los avances y quienes denuncian los pendientes, entre quienes exigen más compromiso y quienes temen retrocesos ante el auge de discursos de odio.

Una fecha que sigue importando

En 2025, el Día del Orgullo en México y en el mundo sigue siendo relevante. A pesar de los logros, la desigualdad persiste. Las cifras de violencia contra personas LGBTQ+, especialmente mujeres trans, siguen siendo alarmantes. La brecha de acceso a salud, educación y empleo aún es profunda. Por eso, la marcha no se detiene.

El Orgullo es memoria y futuro. Es una celebración de lo ganado, un homenaje a quienes resistieron y una promesa para quienes aún esperan justicia. Desde el Zócalo hasta las redes sociales, desde Stonewall hasta la Sierra Mixe, la lucha sigue. Y la voz del Orgullo, más que nunca, se escucha con fuerza.

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Hugo Lynn