“Ojalá les caiga el veinte”

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Estamos siendo testigos del 70 aniversario de haber sido ungida como reina de Inglaterra Isabel II, a la muerte de su padre, Jorge VI.

Me admira el respeto a sus tradiciones y el amor que le tiene el pueblo inglés a su reina.

La reina Isabel II ya le ganó en duración en el trono a la reina Victoria, pero está a dos años de Luis XIV de Francia, que duró 72 años como monarca, y seguro va por la medalla de oro.

Por algo Inglaterra llegó a dominar el mundo, en una forma muy diferente a España, en sus años de gloria.

Después de dominar países como la India, Australia, Canadá y muchos países pequeños, a la fecha forman el Commonwealth, formado por 53 países que en su momento, estuvieron bajo el dominio inglés.

A la fecha, siendo países independientes, mantienen una relación de apoyos y transferencias tecnológicas y culturales y siguen honrando a la reina de Inglaterra.

Esa fue una herencia que dejó el imperialismo inglés y sigue cumpliendo con sus objetivos.

Al igual que España, saquearon los países gobernados, pero dejaron una huella de respeto y relación duradera, vigente a la fecha.

España en cambio, sólo saqueó dejando un resentimiento generalizado por la conquista, en todos los países de latino América hasta la fecha.

Si comparamos, la superficie, Inglaterra tiene 130,000 km2.

En México tenemos 1’960,000 km2 y una frontera de 3,000 km con el país más poderoso del mundo.

Cuantos países darían todo por tener el 10% de lo que tenemos.

Inglaterra está integrada al 100% y fábrica desde agujas hipodérmicas hasta automóviles, desde teléfonos hasta los motores de avión de mayor calidad en el mundo.

Este relato va dirigido a los chairos pensantes y fanáticos, que todavía creen en su 4T y su líder, sin analizar resultados de fracaso por viaje de sus “obras emblemáticas”, y programas novedosos.

Viene el 2024 y hay que ver las posibilidades que tenemos de ser un gran país, haciendo las cosas con orden, estrategia, seguimiento y respeto a las leyes, y no ahogándonos diariamente con estupideces y asuntos sin ninguna trascendencia.

Como decíamos hace ya muchos años con los teléfonos públicos,

“ojalá les caiga el veinte”