Prócoro Hernández Oropeza
Afuera la vida transcurre entre ruido de autos, gritos, el trinar de los pájaros, nubes que salen de entre los cerros y se alejan y un sol que atosiga con sus rayos. Adentro, una tormenta de pensamientos, deseos, tentaciones, algunas angustias y pequeños miedos. El mundo exterior y el interior construyendo mi destino, a veces enfrentados, en otras fundiéndose o fluyendo como un río. La corriente de ese río pude ser apacible o estrepitosa, dependiendo de la calidad de mi conciencia, de mis emociones, de los pensamientos.
Afuera el mar se mueve a sus anchas y los cerros se extienden de sur a norte con un ropaje nuevo y sumamente verde. El aire llega cuando quiere, luego se queda en silencio y todo parece en calma, sólo un rayo a lo lejos me despierta del letargo. Adentro mis pensamientos caen como gotas pesadas y gruesas y luego como lluvia ligera. Es esta mente mundana que se identifica fácilmente con los olores, ruidos, colores, risas y llantos de la gente; a veces con la hermosa puesta de sol o con esa luna que está a punto de zambullirse en la bahía.