Marisol Madero Plascencia
Es bien sabido que en esta columna siempre se han tocado temas del ámbito preventivo, hace un par de días me preguntaba una persona -¿no te enfadas de solo estar como disco rayado escribiendo o hablando de prevención?- me quede mirando a esta persona, reflexione su pregunta unos segundos y sin temor a equivocarme le respondí que no, que no me cansaba ni hablar y mucho menos escribir sobre prevención, nos envolvimos en una plática en la que salieron reflexiones interesantes. Una de ellas la más real y la más preocupante es la siguiente:
- Los programas de prevención del delito del gobierno federal, estatal y municipal quedan solo en buenas intenciones.
Le explico él porque en medio de la plática llegamos a esta conjetura, en general los programas a nivel municipal, estatal y federal se aplican sin una metodología firme y lo suficientemente clara, sin un diagnóstico preciso y certero del crimen y por supuesto sin indicadores que ayuden a medir su efectividad. Generalmente quienes desarrollan los programas o las políticas públicas preventivas lo hacen detrás de escritorios, sin un equipo multidisciplinario, sin las herramientas y ganas de elaborar buenos programas que realmente atacaran el problema de fondo y forma.
Además de que la prevención del delito es un trabajo social, que nos compete tanto a los ciudadanos como a los encargados de mantener el orden y la paz social, la prevención que le toca al estado muy difícilmente logre su cometido.