No es un choque civilizatorio
Si alguien pensaba que la guerra en Ucrania sería rápida y que sus consecuencias nada más se circunscribirían a Ucrania y Rusia ya puede darse por equivocado. A pesar de que en los medios de comunicación occidentales se privilegió la idea que esto era un conflicto de orden regional, la realidad está mostrando que el conflicto está detonando algo mucho más complejo, ya que está develando la crisis hegemónica que padece Estados Unidos, y la respuesta que están dando las potencias que buscan abandonar lo que ellas llaman el mundo unipolar para darle paso a un mundo multipolar.
El reciente episodio de sabotaje contra las instalaciones de Nord Stream, el gasoducto que trasladaba gas de Rusia hacía Alemania, da cuenta de que el cerco impuesto a Alemania, y con ello a Europa va en serio. Nadie debe decirse sorprendido de este hecho, el propio presidente Biden ya había señalado que si Rusia iba a la guerra en Ucrania “no habrá más Nord Stream II”.
La escalada del conflicto está tensionando al mundo de manera vertiginosa. En el caso de Rusia, el propio Putin ha colocado sobre la mesa el problema central entre Rusia, Europa y Estados Unidos, y esta tiene que ver con la renta de la tierra y la renta tecnológica.
Para los estrategas americanos una Europa que asegura su soberanía energética a través de Rusia es inaceptable. Más aún cuando la crisis económica que se profundizó la crisis epidemiológica exige transferencia de recursos desde Europa hacía Estados Unidos. Los costos de la crisis económica alguien las tiene que pagar sí o sí, la tasa de ganancia va en franco declive y su ciclo de crisis cada vez se agudiza más.
La economía americana pasa uno de sus peores momentos, y es que, el haber usado su sistema financiero para poder evadir las consecuencias de la crisis de 2008 lo único que logró fue ganar tiempo, pero no tenía previsto el estallido de la crisis del COVID-19, lo que finalmente aceleró la desestabilización que venía sufriendo.
Alemania había logrado establecer un acuerdo, en el que la subordinación de Rusia era factible, es decir, Rusia había aceptado que la renta tecnológica de Alemania se impusiera, pero apostaba a que la renta de la tierra le permitiera con sus grandes reservas energéticas la posibilidad de mantener una economía a flote.
Lo que no hay que olvidar es que la crisis del 2008 fue mundial, y que sus impactos perjudicaron la reproducción social de todas las naciones del planeta. La última década se puso en marcha desde diferentes elites de una u otra forma estrategias para evitar el colapso de sus sociedades con el colapso del sistema económico. Por eso es que la guerra se está abriendo camino, esto no es más que una reacción del desplome de la economía.
Por eso el reclamo de Putin en su discurso sobre la anexión de las nuevas provincias Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia hacia Europa, los acusa de traidores, que en efecto rompieron el acuerdo al que habían llegado para resistir juntos desde una paneuropa, o desde eurasia si se prefiere, a Estados Unidos. Su discurso se centra en la desoberanización, ya que para Putin la fórmula que está usando Estados Unidos es intervenir en los países intentar impulsar guerras civiles en su interior y desde ahí hacerse de los recursos de ese Estado.
No estamos pues ante un arranque militar sin sentido, estamos ante un reacomodo de orden económico a la par que otras potencias, especialmente China, han logrado establecer una sincronización con el capitalismo mundial de mejor manera en el siglo XXI de la que Estados Unidos había podido guiar desde la segunda parte del siglo XX a partir del estallido de las bombas nucleares en Hiroshima y Nagasaki.
La diferencia entre la actual guerra entre Ucrania y Rusia con la crisis de los misiles en Cuba en 1962, es que al colocar la posibilidad de misiles nucleares a lado de una potencia nuclear como lo ha planteado el cómico Zelensky, no sólo se pueden interpretar como una bravuconada o como la presión a una potencia a otra para desarmar amenazas, como fue el caso de la URSS con los misiles desplegados en Turquía, sino como una amenaza real debido a la desestabilización energética que se quiere producir si Rusia ya no estuviera en el escenario del mercado energético como una sola entidad nacional.
Ha sido muy efectivo el discurso elaborado en la década de los noventa desde Washington, en los que participaron varios think thanks, en los que elaboraron la matriz con la que muchos analistas están interpretando esta crisis, dejando de lado el problema económico, ya que en palabras de Fukuyama, ya habíamos llegado al fin de la historia, el capitalismo había triunfado, se estableció el choque de civilizaciones propuesto por Huntington, este choque es el que está operando cuando se habla de un choque simplemente entre Occidente contra el resto del mundo. No da cuenta de la forma en cómo Europa está siendo convertida en periferia en este nuevo tablero.
Por supuesto que Occidente como alianza, especialmente militar, opera de forma efectiva, ahí está la Organización del Tratado del Atlántico Norte, que en su última reunión en España ha determinado como una amenaza a China, pero no es el choque cultural lo que está generando las tensiones actuales. Es la crisis epocal del capitalismo la que hace posible el desbordamiento nuclear. Esto no va nada más de una lógica puramente de choques civilizatorios, que es a donde se nos ha querido llevar para revivir los odios y los miedos al otro. Incluso bajo la posibilidad de volver a usar la bomba atómica, pero ahora de forma preventiva.
En el vigésimo Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh), Xi Jinping, puso sobre la mesa que no renunciaran a las armas en el caso de defender la integridad territorial de China de “dos sistemas, un solo país” para el caso de Taiwán y Hong Kong. Ya sea desde una revuelta interna o una confrontación militar como en Ucrania.
A diferencia de lo que sucedió con Angela Merkel, parece ser que los chinos apostaran por la permanencia de Xi para sostener una estabilidad política y militar en tiempos turbulentos. Este cierre de filas al interior del gigante asiático sucede cuando su economía está siendo golpeada de forma muy fuerte, este año tenían previsto crecer a una tasa del cinco por ciento y apenas llegaran a tres puntos porcentuales. La recesión que va acompañada de los cierres totales de regiones enteras en China por la política de cero COVID está generando mucha inestabilidad a su interior, por lo que tampoco es que la clase política del PCCh tenga ganada la partida de antemano en la confrontación hegemónica para hacerse del mando del capitalismo mundial.
Los movimientos que observamos no pueden ya dar por hecho que la hegemonía americana está perdida y que habría que sentarse a esperar que China ascienda en medio del caos económico. Estamos en un tablero en donde el reordenamiento geopolítico puede volver a darse de forma nuclear, y que en ese sentido pone en peligro a la humanidad. No es un choque civilizatorio es una crisis epocal lo que estamos presenciando.
Si el siglo XX fue un sin sentido, el siglo XXI apunta con pasos cada vez más complejos a una callejón sin salida, no hay una conciencia social de lo que está en juego, urge que se construya.