Hacer música en Afganistán, una actividad peligrosa

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Cuando los talibanes entraron a mediados de agosto a Kabul, Bahar y los otros músicos del Instituto Nacional de Música de Afganistán (ANIM) se enfrentaron a un duro dilema: quedarse y correr riesgo de sufrir represalias o salir abandonando sus preciados instrumentos.

“Todos huimos. Nos pusimos a salvo, dejando los instrumentos en el instituto”, recuerda esta violista entrevistada por la AFP. 

El miedo fue tremendo para Bahar, de 18 años, quien se sintió doblemente atacada. Durante su primer gobierno, entre 1996 y 2001, los fundamentalistas islámicos prohibieron la música y las mujeres no tenían acceso a la educación. 

“Sentí como si hubiera perdido a un miembro de mi familia”, destaca Bahar, en referencia a su viola. Sobre todo porque esta joven llegó al ANIM directamente desde el orfanato donde fue criada. Su instrumento de cuerdas era su “mejor amiga”, afirma.

Hacer música en Afganistán

“Cuando ingresé (al instituto), mi estrés menguó, porque la música es alimento para el alma y comprobé que eso era una realidad”, suspira, solicitando no utilizar su nombre verdadero por seguridad. “Me siento absolutamente en paz cuando toco la viola, sobre todo en la orquesta de chicas”, añade. 

Su talento además le ha servido como pasaporte: Bahar ha tocado en India, Suecia, Reino Unido y Azerbaiyán. 

 

La música está prohibida por el Islam

Desde que supo que los talibanes habían ocupado el instituto y utilizan sus habitaciones como dormitorios, Bahar asegura tener “la impresión de no vivir más”. “Físicamente estoy con vida, pero los talibanes me robaron el alma”, dice entre sollozos.

Los talibanes todavía no anunciaron su política oficial respecto a la música desde que retomaron el poder, pero han prometido gobernar al país de acuerdo a su interpretación estricta de la Sharia (ley islámica).

“La música está prohibida por el Islam”, indicó su portavoz, Zabihullah Mudjahid, a fines de agosto en declaraciones al diario estadounidense New York Times. “Esperamos poder persuadir a la gente de que no haga ciertas cosas, en lugar de tener que presionarla”. 

Durante una visita de la AFP al ANIM, un centro mixto, algo que los islamistas también prohíben, la cháchara y las discusiones entre los jóvenes combatientes talibanes reemplazaban a las melodías. Guardias armados bamboleaban sus fusiles Kalashnikov en el sereno patio del lugar, a la sombra de árboles cuyos troncos están pintados con claves de sol. 

Un talibán muestra a la AFP una sala llena de instrumentos intactos abandonados, en tanto los rumores afirmaban que habían sido destruidos. Los líderes del movimiento ordenaron que los preservaran, afirma.

En los anaqueles, trompetas, saxofones y flautas se acumulan frente a violines y otros instrumentos de cuerdas guardados en sus estuches. También se aglomeran decenas de tambores, así como una buena docena de instrumentos tradicionales afganos. Las salas de ensayo cuentan con un teclado o piano. 

Hacer música en Afganistán

 

Tarde o temprano los talibanes la emprenderán contra los músicos

No obstante, Awa, un guitarrista de 28 años, se inquieta. Él, que tenía instrumentos esparcidos por todo su dormitorio en su vivienda en Kabul, decidió destruir casi todos los rastros de su carrera musical, con excepción de su guitarra favorita, confió a la AFP.

Este graduado por la universidad de Kabul, quien impartía clases en el ANIM, dejó de colgar sus lecciones en su canal de la red YouTube. Además, también dejó de responder a las consultas que recibe en las redes sociales.

Awa, que ha actuado junto a algunas de las estrellas más importantes de Afganistán, ahora se muestra preocupado por la seguridad de su familia si los talibanes lo reconocen. 

“Es natural sentir miedo si estás involucrado en la música en Afganistán. Tarde o temprano los talibanes la emprenderán contra los músicos”, afirma, quien también declara bajo seudónimo. 

A finales de agosto, un cantante de folklore fue asesinado a balazos en el sur del país. Los rumores más sombríos socavan día tras día la moral de los artistas afganos. 

“Desde su llegada, la vida se ha vuelto un infierno. Teníamos grandes sueños, pero nuestras ambiciones ahora ya no existen”, se lamenta Awa.

Al silenciar a los músicos y privar a los niños de poder tocar un instrumento, los talibanes “abren el camino a la desaparición de la rica herencia musical afgana”, asevera Ahmad Sarmast, fundador del ANIM, actualmente refugiado en Australia. 

Sin embargo, quiere conservar la esperanza de que los talibanes hayan cambiado. Inclusive, escribió a los dirigentes del movimiento islamista abogando por el acceso a la música, sobre todo para los niños. “Espero que nos permitan continuar con nuestro trabajo, en provecho del pueblo afgano”, apostilla.

 

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