Misiles contra México: sobre los riesgos de una invasión

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Es preocupante el silencio que, por lo menos la comentocracia, ha decidido guardar respecto a las recientes revelaciones del ex jefe del pentágono Mark Speer que ha hecho públicas a juego de la publicación de su libro en donde cuenta las contradicciones dentro de la administración Trump, de la cual fue parte.

Pero es ineludible analizarlas, no por sus consecuencias a corto plazo, que parece han empezado a mover el tablero de la política bilateral por principio, generando un oleaje continental, sino sobre todo para ubicar el nuevo contexto en el que Estados Unidos quiere introducir a todo el continente americano.

Está claro que el Nuevo Siglo Americano tiene una agenda profundamente belicista, que contrasta con la política intervencionista en el siglo XX y que profundiza los conflictos políticos de la región para llevarlos a un escenario de guerra inédito.

Y es que Mark Speer reveló que dentro de la presidencia de Trump se puso sobre la mesa bombardear México con misiles patriot, mismos que fueron utilizados en la guerra del Golfo y en Iraq. La justificación que se planteó para tal hecho era la presunta lucha contra los cárteles de la droga.

Las relevaciones no pararon ahí, sino que además se dio a conocer que se planteó un bloqueo a Cuba como el desarrollado en Yemen y en Palestina, buscando generar presiones dentro de la Isla para propiciar una revuelta interna que le permitiera a Estados Unidos intervenir humanitariamente. Bloquear todo tipo de intercambio comercial sería el inicio de una operación militar posterior.

Por si esto no fuera poco, también se dio a conocer que desde Estados Unidos midieron el impacto de una incursión militar, es decir, una invasión a Venezuela, y sus posibles impactos en la región. Generando un escenario de guerra para toda Sudamérica.

Estas opciones para América Latina que han sido puestas sobre la mesa no deben ser leídas a la ligera, no estamos ante un tipo loco que ocupó la presidencia de Estados Unidos y que de vez en cuando tenía ocurrencias de esta naturaleza para llamar la atención. Es claro que estamos ante la necesidad de Estados Unidos de un reajuste geográfico en la región para poder combatir a China de mejor manera en su lucha por la hegemonía mundial en el siglo XXI.

Cualquier analista daría cuenta que Estados Unidos tuvo la ventaja durante el siglo XX en su enfrentamiento con la Alemania imperial durante la primera guerra mundial, contra el Japón imperial de la segunda guerra mundial y contra la URSS en la guerra fría debido a que durante todo este tiempo no hubo destrucción bélica en la región.

Resulta llamativo que Estados Unidos piense de nueva cuenta en Cuba, y no es menor el motivo, está claro que en el siglo XX pudo apoyar dictaduras que se desarrollaron en toda América Latina, eso le disminuyó el costo de intervención propia. Pero en el caso de la isla en donde sí intervino directamente, tuvo que cargar con el fracaso de Bahía de Cochinos y posteriormente con toda la tensión histórica provocada por la crisis de los misiles. Estos han sido dos de los descalabros más profundos de la protección de su espacio físico vital.

Esta jugada de orden militar no puede ser entendida sino se observa la crisis económica que estalló en 2008 que profundizó una hegemonía decadente americana, misma que hoy en día se encuentra en profundo choque con el ascenso de China.

Desde 2004, en la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), el presidente chino Hu Jintao, recorrió América Latina gestionando fondos para el desarrollo de la región, generando alianzas inéditas de tipo económico en la principal área de influencia de Estados Unidos.

Está claro que con el colapso del neoliberalismo y de la doctrina Reagan de subordinación del Tercer Mundo, Estados Unidos perdió predominancia económica, no ha podido gestionar fondos económicos para los países de América Latina, y eso ha producido que estos busquen a China como una alternativa de financiamiento. Cosa que han logrado.

Está claro que el presidente Joseph Biden no ha podido liberar fondos para Centroamérica como había prometido al inicio de su gestión, porque la propia crisis economía americana no se lo permite, hay que recordar que se encuentra actualmente en un periodo de estanflación.

A inicios del conflicto en Ucrania, el presidente de Rusia Vladimir Putin realizó una pregunta retórica ¿Qué pasaría si los pusiéramos -misiles rusos apuntando a Estados Unidos- en Canadá o en México? Lanzó esta pregunta a juego de la expansión de la OTAN sobre las fronteras de Rusia, pero colocó al continente americano en el mapa, es decir, como un probable escenario de guerra.

El expresidente Donald Trump que ya se encuentra en campaña no sólo no condenó la invasión de Ucrania a Rusia, sino que apuntaló el plan inicial de lanzar misiles a México, pero ahora planteándose abiertamente una invasión “”Putin ahora dice: ‘Es independiente’, una gran parte de Ucrania. Dije: ‘¿Qué tan inteligente es eso?’ Y va a entrar allí (a las regiones separatistas) y ser un pacificador. Esa es la fuerza de paz más fuerte Podríamos usar eso en nuestra frontera sur”

La respuesta de López Obrador ha sido en doble sentido, por un lado, para la política interna, no dejar avanzar el discurso de odio sobre los narcos que intenta deshumanizarlos para justificar una agresión a gran escala de nuestro país vecino, por eso ha profundizado su política de abrazos y no balazos, hablando abiertamente a respetar la vida de los narcos porque también son humanos.

Y a contrapelo de lo que se presenta en la manipulación mediática, se han logrado grandes avances en materia de seguridad, cosa que ha empezado a pacificar el país, no con la velocidad que se necesita, pero sí con las bases para lograr detener el avance del capitalismo necropolítico. La ultraderecha está exacerbando un presunto fracaso en esta área para propiciar la intervención que tanto anhelan.

Por el otro lado, como una política exterior el presidente López Obrador lanzó la iniciativa de una Cumbre de las Américas sin exclusiones, condenó el bloqueo en Cuba y estableció alianzas de desarrollo en Centroamérica para evitar el crecimiento de la pobreza y los impactos que de ella derivan en la migración.

Su postura antigolpista, por su propia defensa, lo han llevado a desarrollar una conciencia histórica de lo que está en juego entre la disputa de Estados Unidos y China, y ofrece como alternativa una alianza económica entre los pueblos de América como un mecanismo de integración que evite posibles escenarios bélicos.

¿Será que Estados Unidos no tiene manera de sostener el desarrollo económico de la región y que, al darse cuenta de ello, un cierto sector esté apostando por generar condiciones de ingobernabilidad dentro de los países de América Latina? ¿Estamos ante una estrategia bélica de destrucción del continente para evitar una alianza económica con China? Este debate debe darse ya, la barbarie de la guerra se acerca como nunca antes.

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