Mis derechos, tus derechos, nuestros derechos

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Desde que se reformo la Constitución en materia de Derechos Humanos, todo el estado mexicano ha estado en constante transformación: modificación de leyes para otorgar protección a derechos y establecer las sanciones correspondientes; la creación de Secretarias y dependencias tendientes al desarrollo de políticas públicas encaminadas a proteger a los grupos que históricamente han sido vulnerados en sus derechos; creación de protocolos facultativos en las diferentes áreas de la administración pública, tendientes a establecer los criterios y parámetros de actuación en los diferentes temas que afectan a los derechos de los más vulnerables.

A tiros y jalones el estado desde del 2011 ha estado realizando las modificaciones necesarias para dejar de ser un estado violador de derechos, pero no solo eso busca la autoridad con estas modificaciones, con todas las reformas que desde esa fecha han salido, más las resoluciones de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, se busca que en México, se respeten los derechos humanos de todas las personas por todas las persona.

Si el papel del estado es importante y fundamental, ya que es este quien sienta las bases y reglas de la convivencia social en nuestro país, es también necesario que los jugadores conozcan y acaten las reglas ya que los derechos humanos y la cultura de paz no depende únicamente de la autoridad, también nosotros somos corresponsables de que se observen los derechos y de todos y para todos.

Desgraciadamente, aun con las reglas de convivencia establecidas en nuestro país se siguen violentando los derechos de las personas; sí, el estado es un ente violador de derechos y a eso habrá que agregarle que nosotros somos entes violadores de los derechos de los otros.

Las redes sociales durante el año pasado dieron cuenta de una interminable serie de personas que con sus conductas y acciones, violentaron de manera flagrante los derechos de alguien: la prepotencia, la corrupción, la misoginia, el clasismo, la xenofobia, la discriminación, el influyentismo dieron puntual cuenta de la clase de personas que conviven a nuestro lado, de esos que son nuestros amigos, vecinos, familiares o nosotros mismos que seguimos pensando y actuando en función de los privilegios que suponemos que tenemos por ser la familia de alguien influyente; porque nos creemos que por tener dinero o un cargo de importancia podemos violentar a los demás;  porque nos suponemos más preparados que el otro, lo atacamos por su falta de educación o preparación; porque nos creemos superiores por tener una preferencia sexual que nos han dicho que es la correcta y entonces lapidamos al otro que no la comparte; o simplemente porque somos nosotros los que hacemos la acción y los otros tienen que sujetarse y cumplir nuestros privilegios.

Con el performans de las chilenas, se puso de manifiesto en cada ciudad y país donde se replicó, que los violadores de derechos somos todos: el patrón que paga menos y explota bajo el argumento de que “los trabajadores tienen que ponerse la camiseta”; los varones que siguen pensando que las mujeres les pertenecen en lo individual y en conjunto; los maestros, jefes, sacerdotes, políticos y demás personas de “autoridad” que por no perder sus privilegios, siguen violentando a quienes se encuentran a su alrededor.

Tenemos que aprendes que todas las personas sin distinción tenemos derechos humanos y que los privilegios que hemos estado disfrutando por ser varón, rico, blanco, letrado, influyente, empresario, maestro, jefe, padres, sacerdote han estado menoscabando los derechos de alguien más; hoy como sociedad debemos de reconocer que el poder y el control que enseñamos quita derechos; hoy tenemos que aprender las nuevas reglas del juego que el estado ha estado diseñando para que la cultura de paz y el disfrute de derechos sea para todos y en todo.

Hoy, cada uno tenemos que reconocer esos privilegios que tenemos y debemos de eliminarlos de nuestras conductas; hoy tenemos que aprender el real significado del respeto y de la tolerancia y sobre todo, todos debemos de ver al otro como igual.

Solo el pleno reconocimiento de que yo, tú, nosotros y ellos contamos con los mismos derechos, podrá hacer que la convivencia en cualquier ámbito pueda ser en paz.

Mientras sigamos reteniendo los privilegios que nos han dicho que tenemos, la canción de las chilenas seguirá vigente: el violador eres tú, o yo.

 

Abogada Sandra Quiñones

sandralourdes.quinones@gmail.com