Medidas de control

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Por: César Romero Gabriell

En los últimos días hemos presenciado en todo el mundo algunas medidas de aislamiento y se han decretado estados de emergencia en muchas naciones. Esta excepción, como forma de control que ejerce el Estado para garantizar la seguridad de la población, no es nuevo; de hecho se ha convertido en la forma predominante de gobierno en la actualidad. Para llevarla a cabo, se requiere de medidas extraordinarias que restrinjan libertades, derechos y garantías individuales.

La emergencia por el coronavirus ha potenciado una dinámica de control del Estado sobre los individuos con el fin de evitar la propagación del virus: se toman medidas ciertamente indispensables, como el distanciamiento social, con las consecuencias sociales y económicas que conlleva.

Sin embargo esta crisis terminará en algún momento e inevitablemente regresaremos a las actividades habituales. Es posible que cambien o se modifiquen las formas de la economía o del gobierno, pero sin duda retomaremos la actividad económica, pues nos es indispensable para vivir. Esa es la importancia de no establecer medidas draconianas: permitir condiciones mínimas para que la economía, con todo y los empleos, no se caiga. Que la sociedad no se pauperice.

Hace una semana, por ejemplo, el gobierno de BCS emitió la alerta sanitaria en la que se implementaron medidas punitivas a quienes “incumplan las disposiciones contenidas en ese acuerdo”; esto es para quienes no estén en sus casas sin realizar actividades esenciales, como las necesarias labores de mantenimiento o de otra índole. Este ejercicio gubernamental no es únicamente coercitivo de las libertades mínimas, sino un ejercicio de biopolítica que dañará profundamente las estructuras económicas, de las que será muy difícil levantarnos.

Quizá lo mejor sería repensar las medidas de contención en las que se garantice la seguridad de la población e intentar hacer el menor daño posible a la economía. Para eso se necesita un programa integral de gobierno.

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