LO QUE EL COVID SE LLEVÓ

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Con la fuerza de un huracán categoría 5, el COVID-19 “barrió” con todo. Como un tsunami que desaparece un entorno costero; como un terremoto de gran magnitud e intensidad que colapsa a un edificio; como un incendio que destruye todo a su paso.

La pandemia y sus efectos colaterales, especialmente el económico, dinamitaron todos los planes, los sueños y las ilusiones construidos por Andrés Manuel durante toda su vida adulta.

Su ansiado y ambicioso legado anticipado en su slogan de “Juntos Haremos Historia” ha quedado pulverizado, hecho añicos, al igual que la “Cuarta Transformación”. Ésta ya no podrá igualarse a la Independencia, ni a la Revolución ni a la Reforma.

AMLO ya no pasará a la historia como su admirado Benito Juárez; incluso ni como el General Lázaro Cárdenas.

Adiós a los relatos heróicos en los libros de historia; adiós a los reconocimientos internacionales y a las reseñas loables; adiós a las esculturas, museos y nombres de ciudades y avenidas; adiós a las letras doradas en los recintos legislativos, a las alabanzas en vida y a los homenajes póstumos.

“Por el Bien de Todos, Primero los Pobres” parece hoy un lúgubre epitafio sobre lo que pudo ser y no fue. El sexenio corre el alto riesgo de quedar marcado como el multiplicador de la pobreza.

No hay “Jóvenes Construyendo el Futuro” porque apenas les alcanza para sobrevivir el presente. El panorama es desalentador para ellos porque no ven un mañana deseable.

Cuando mucho podrá aspirar a que los registros históricos lo destaquen como “El Presidente que sorteó la Peor Crisis de México”. Ello, siempre y cuando dé un golpe de timón a la actual estrategia de ceñirse y aferrarse al plan original.

Porque si se sigue insistiendo en lo mismo, la realidad no puede ser engañada con el “yo tengo otros datos”. Es necesario y urgente corregir y rectificar.

Las variables, los indicadores y las condiciones del país cambiaron drásticamente con la pandemia y con la crisis económica, y no se debe permanecer rígido, inflexible, ante dichos acontecimiento que rebasan la voluntad.

No es sabio insistir en las respuestas a un cuestionario al que le cambiaron todas las preguntas.

AMLO debe ser contraejemplo del dicho que reza “chango viejo no aprende maroma nueva”, mostrando maleabilidad para hacer los cambios que le permitan amortiguar los efectos de esta tempestad que se nos vino encima, y eso incluye el acompañamiento de cambios en el gabinete.

Así como ponerse el cubrebocas no es rendirse ante el COVID-19, ni ante México, sino una forma de enfrentar a esta adversidad y mostrar la empatía que ha hecho falta, cambiar la estrategia y las prioridades del Gobierno no es claudicar, sino mostrar que en ese luchador hay un hombre y un mexicano sensible a la nueva realidad que le tocó enfrentar por azahares del destino.

¿Será posible esa transformación de AMLO?

Esa es una duda sustentable.

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