Lágrimas, desaparecidos y muertos en el puerto de Beirut

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Foto: Agencia AFP

En una de las entradas del puerto de Beirut, una veinteañera corre gritando el nombre de su hermano. Se llama Jad y tiene los ojos verdes, dice, aturdida. Las fuerzas de seguridad le prohíben pasar.

A pocos metros de allí, otra mujer desesperada busca a su hermano después de las explosiones potentes en el puerto de la capital libanesa que causaron al menos 73 muertos y 3.700 heridos, provocando destrozos sin precedentes en la ciudad y traumatizando a los habitantes.

Durante más de tres horas el trajín de las ambulancias no cesa, con las sirenas ululando. Entran en la zona siniestrada y salen cargadas de víctimas.

En el epicentro de la explosión, el panorama es apocalíptico: los contenedores parecen latas de conserva retorcidas, el contenido se ha volcado en el suelo. Las llamas y las nubes de humo negro se elevan al cielo. Los helicópteros del ejército intentan apagarlas con el agua recogida en el mar. En vano.

El fuego devora un barco amarrado frente al puerto. En el muelle los guardias de seguridad temen que los tanques de carburante exploten.

Tres horas después de la catástrofe, un cuerpo yace en el suelo. A su lado hay una maleta intacta.

El suelo está lleno de maletas, gafas, zapatos, pero también carpetas y papeles de las oficinas cercanas, que salieron volando por la explosión. 

A unas decenas de metros se ven hileras de coches importados, todos ellos dañados por la explosión, que los ha descontrolado: los faros parpadean y las alarmas acompañan el ulular de las sirenas.

– Cuerpos despedazados –

Algunos bomberos, perplejos, buscan a colegas que estaban intentando apagar un incendio desatado justo antes de la explosión masiva, según uno de ellos.

Los socorristas, con la ayuda de agentes de seguridad, buscan a supervivientes o muertos atrapados bajo los escombros.

Uno de ellos grita a los periodistas:

“¿Qué estás grabando? ¡Hay cuerpos hechos pedazos por todas partes!”. 

Cerca de allí, unos guardias de seguridad llevan el cadáver de un camarada. Uno de ellos se echa a llorar. Otro saca el teléfono para mostrar la foto del difunto.

“Aquí lo tienes, el día de su boda”.

Entre los heridos hay miembros sirios y egipcios de la tripulación de barcos que llegaron este martes al puerto, incluido uno de Ucrania que transporta trigo a Siria. 

“Hace seis meses que esperamos el momento de nuestro regreso a Siria. Somos 13 jóvenes. Siete de nosotros resultaron heridos”, cuenta uno de ellos.

Otro menciona una grieta en el armazón del buque, el “Mero Star”. “El barco se está hundiendo, con la explosión ha habido heridos graves a bordo”. 

En todos los barrios de la capital, incluso en los suburbios, los corresponsales de la AFP han visto destrozos causados por las explosiones que sacudieron la ciudad y desataron el pánico en las terrazas de las cafeterías.

En los edificios, los habitantes inspeccionan los daños. Los vidrios de las ventanas estallaron, las vitrinas de los comercios, también, esparciendo una alfombra de cristales en las aceras. Varios hospitales de la ciudad no dan abasto con los heridos que llegan.

 

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