La Visita de los Próceres

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Esa noche el presidente Andrés Manuel López Obrador dormía profundamente. No le había sido fácil conciliar el sueño. La semana recién terminada le dejó dos tragos amargos: primero, el 10 de abril, la consulta para la Revocación de Mandato, al que tanto empeño le pusieron él y su gente, le dio una victoria con sabor a fracaso; apenas el 18% del padrón acudió al llamado, y de los 30 millones de electores que le dieron el triunfo en las urnas en 2018, sólo 15 se tomaron la molestia de pedirle que siguiera con su mandato.

“Perdió a la mitad de sus simpatizantes” pregonaban con alegría sus opositores, pero él, fiel a su estilo, declaró que era un triunfo y que la mayoría del pueblo bueno todavía lo apoyaba.

Pero el domingo siguiente la historia cambió. A pesar de sus coqueteos con los partidos de oposición (principalmente el PRI), a pesar de las amenazas y bravuconadas, de llamar a los diputados a rebelarse y “ponerse del lado del Pueblo”, su Reforma Eléctrica fue bateada fervorosamente por los diputados opositores que no cedieron ni un milímetro en su determinación de impedirle el paso.

Iracundo como es, el presidente les espetó que eran unos traidores a la Patria y esa noche, todavía con el coraje entripado, se marchó a la cama a dormir.

Tuvo un sueño bastante inusual. En él, antiguos próceres de la historia de México se le aparecían y le aconsejaban. Lo más notorio es que cada uno correspondía a las tres grandes transformaciones que había pasado México en su historia contemporánea. Primero fue el cura Hidalgo, quien le dijo:

“Andrés Manuel, los insurgentes luchamos por la libertad de México, pero la libertad no es un concepto abstracto que tenga que ver sólo con no ser colonia de España. La libertad que quieren los mexicanos es la libertad de poder salir a la calle y viajar por su país sin miedo a ser asaltados, levantados o asesinados; libertad de expresión, libertad de disentir, y tú, Andrés, eres el encargado de garantizar que esas libertades estén al alcance de toda la nación; ¿lo estás haciendo bien?

¿Bajo tu mandato los mexicanos se sienten más libres de viajar sin peligro, de expresarse sin represalias o de disentir sin temor? Haz un autoexamen de conciencia y pregúntate si estás cumpliendo con estos deberes sagrados o si, por el contrario, estás obstaculizándolos.

No cometas errores históricos como el que yo cometí al no avanzar a la Ciudad de México, dándole al Ejército Realista la oportunidad de recomponerse. Hay errores que se pagan muy caro, Andrés Manuel”, dijo finalmente el Padre Hidalgo y se desvaneció poco a poco enarbolando su estandarte de la Virgen de Guadalupe.

Después lo visitó en sus sueños la figura central de la Reforma, la Segunda Transformación. Benito Juárez le dijo:

“Andrés Manuel, no creas que pasé a la historia por mi linda cara, es obvio, o por los enemigos que me granjeé, entre ellos la Iglesia; me convertí en símbolo nacional por mi inquebrantable devoción para aplicar la Ley y mi fervor por el estado de Derecho.

Esos pillos que tú tienes en tu gabinete: Ebrard, Gertz, Delfina, Bartlett y tantos otros a los que reivindicaste harán comprender al pueblo que tu respeto por la ley no es más que palabrería hueca, demagogia.

El no haber llevado ante la justicia a tantos que hicieron daño a la nación, como Peña Nieto, Romero Deschamps y Napoleón Gómez Urrutia será un ancla que colgará de tu cuello en el momento en que te juzgue la historia. Y todos los arreglos en lo oscurito que sostuviste serán por lo que se te recuerde.

No niego que eres hábil: nunca fuiste grabado recibiendo dinero ilícito, pero para eso siempre mandaste a tus mensajeros, como Bejarano, Pío, Martinazo, etcétera. La Ley no son cuentos, Andrés, es la piedra angular de una sociedad democrática y un valor por el que muchos ofrendamos la vida”, dicho esto, el Benemérito se disolvió poco a poco entre las brumas del sueño.

De la tercera transformación lo visitaron dos personajes, muy distintos entre sí, pero ambos fundamentales: Francisco I. Madero y Emiliano Zapata. Madero le dijo, solemne y formal, como era su estilo:

“Presidente López Obrador, mucha sangre se derramó para hacer valer la máxima de ¨Sufragio Efectivo, no Reelección¨, y esto no solo significa que cada seis años se debe reemplazar al titular del Ejecutivo.

Significa que debemos comportarnos como una nación democrática; respetar las reglas del juego. Si tú permites que los funcionarios de tu gobierno o el partido en el poder violen las normas de convivencia democrática, estarás echando por tierra todo aquello por lo que tantos mexicanos luchamos.

No uses recursos públicos para favorecer a tu partido, acuérdate que todavía en el México contemporáneo esa era la gran queja de las fuerzas políticas. Forma es fondo, presidente. Sea usted impecable en su proceder. A mí me asesinó Huerta. No mate usted las esperanzas de México”.

Zapata fue el último. Directo, le espetó: “Tierra y Libertad significa  poder vivir con dignidad de nuestro trabajo, del fruto de nuestro esfuerzo, del sudor de la frente. Nosotros no queremos dádivas, no buscamos limosnas, queremos que tú fomentes la inversión, armonices los sectores productivos, generes empleos, propicies crecimiento y movilidad social.

En la época de la Revolución este país estaba lleno de pobres y ahora lo está más. Contigo ha crecido el número de pobres, no los utilices como carne de cañón electoral. Provee salud, educación, seguridad y oportunidades para crecer. Los mexicanos no necesitan que les des un plato de lentejas para que voten por ti sino un país con oportunidades. No hacerlo así es traición a la Patria”.

A la mañana siguiente, su esposa Beatriz lo saludó: “Hola, ¿cómo dormiste?”, a lo que el presidente respondió: “Tuve un sueño medio raro, pero dormí bien, voy a apurarme para llegar temprano a la Mañanera, le pienso dar con todo a ese Loret”.

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