La verdad histórica

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Calíope

Hace una semana, el Fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero, dio fin a la “verdad histórica” construida por Tomás Zerón, ex titular de la Agencia de Investigación Criminal, de los hechos ocurridos la noche del 26 y madrugada del 27 de septiembre de 2014 a 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa.

El relato de la “verdad histórica” era que en la desaparición de los estudiantes había participado la policía municipal de Iguala y que los había entregado al grupo criminal Guerreros Unidos. Los estudiantes supuestamente fueron incinerados en un basurero en Cocula.

Este narración la presentó el propio Murillo Karam quien dijo que fue realizada con base en las declaraciones de los detenidos y que fueron confirmadas por dictámenes científicos y pruebas periciales, creando así una relación de los hechos que sucedieron esa noche.

Sin embargo un grupo de expertos nombrados por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos determinó que dicha “verdad” no era posible. Se sospechaba que se habían manipulado y sembrado pruebas y que las investigaciones estaban llenas de irregularidades. Muchas de las detenciones se hicieron ilegalmente y hubo tortura en sus confesiones.

El calificativo de “verdad histórica” a este relato fue tomado como una afrenta, como querer dar carpetazo al asunto para que no causara mayores problemas (parte de esos problemas se debieron a la falta de respuesta oportuna de las autoridades). Sin embargo es pertinente hacer una aclaración:

Más allá de que sea cierto el hecho de que el gobierno federal deseaba concluir con celeridad esa investigación, en la jerga jurídica hay una distinción entre verdad histórica y verdad legal o procesal. La “verdad histórica”, como concepto, no fue una ocurrencia de Murillo Karam, sino que era el ideal del anterior proceso penal, la realidad de los hechos; en cambio la verdad legal es la que puede demostrarse mediante las pruebas que se tengan y con base en ellas se dicta una sentencia, intentando aproximarse lo más posible a la realidad, más allá de cualquier duda.

No deja de ser curioso el uso político que hacen de la verdad, es decir que si la verdad es aquella relación entre lo que se expresa y lo hechos que sucedieron, la verdad es una construcción, no un descubrimiento.

Y es aquí donde se vuelve peligroso el uso político de la verdad, porque construye saberes que explican el mundo: en el gobierno de Peña Nieto, bajo una narrativa, se construyó una verdad, así fuera con declaraciones y pruebas falsas.

Pronto veremos en qué se basa este gobierno para la nueva construcción de la verdad sobre Ayotzinapa.

@cromerogabriell

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