“La embriaguez de poder”

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El gran estadista y militar francés no hubiera llegado a la posición que tuvo sin la ayuda y el consejo de sus 26 mariscales, oficiales leales y militares exitosos que fueron la gran fuerza de Napoleón I Bonaparte.

De la misma forma sucedió con grandes hombres en la historia como Alejandro, Carlo Magno, Julio César, Simón Bolívar y muchos más, quienes fueron grandes gracias a sus lugartenientes y consejeros.

Cuando no se conoce la historia y no se aprende la lección repetitiva de grandes hombres, se llega al poder sin ningún soporte de experiencias anteriores, creyendo que se puede ser grande manipulando gente ignorante y regalando dinero, comprando en un país democrático su voto por unas monedas, no por el éxito de su función, dirigiendo al país al bienestar, la paz y el progreso sostenido, con realidades y no usando únicamente una cualidad de comunicador, pero sin resultados palpables.

Todo país, dentro de sus diferentes maneras de pensar, admira a su presidente por su capacidad de unificar esfuerzos y mantener la cordialidad y la unión y trabajo de diferentes fuerzas políticas enfocados a logros en beneficio del país y sus habitantes.

Cuando un dirigente no es capaz de mantener esa cordialidad y respeto mutuos, la actitud del mismo se traduce en una descalificación constante del contrario a sus ideas, sin oportunidad de diálogo o discusión de diferentes maneras de pensar, llegando al insulto, menosprecio y degradación del contrario, perdiendo toda la categoría del puesto que ostenta, en donde debe ser conciliador ante todo y no agresor ni incitador de rechazo per se ha fuerzas políticas con diferente manera de pensar, sin ninguna oportunidad de análisis.

Indiscutiblemente se requieren cualidades que se van mejorando con el tiempo, visto en líderes reconocidos, como la templanza, la tolerancia, la justicia y el aplomo ante situaciones normales de disentimiento o rechazo, sabiendo manejar esas situaciones con el cerebro y no con el estómago. Eso se llama experiencia.

Eso es lo que quisiéramos en nuestro país y por lo que debemos luchar en el 2024, promoviendo el voto, orientando a sus cercanas relaciones para votar por la persona adecuada para mejorar el país que tenemos ahora, corrigiendo los errores y deficiencias de la supuesta renovación, cuyos resultados son discutibles.
En pocas palabras debemos evitar a toda costa, que se repita,

“la embriaguez del poder”