La disputa por América

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Pocas veces se logra observar con nitidez las disyuntivas que la historia política coloca sobre la mesa para la definición de futuro, y muy pocas, además, tienen contenidos, que, si bien no resuelven por completo las esperanzas de un mejor mañana, si ponen de relieve lo complejo e incierto que puede llegar a ser el fracaso de una de las opciones en disputa.

La integración continental entre Estados Unidos y América Latina forma una de las agendas de mayor importancia en este siglo, quizás como ningún otro antes vivido, y es que, la subordinación que operó en el pasado a través de dictaduras se asoma de nueva cuenta, con la característica de golpes de Estado de nuevo tipo que van desde el lawfare, golpes de Estado blando, autoproclamaciones inconstitucionales y absurdas, y una larga lista de nuevos modos de ejercer violencia con la peculiaridad de romper con el mandato popular.

Lo que sucede en Brasil es preocupante por donde se le vea, no es una horda de fanáticos sin proyecto político, los que tomaron las sedes de los tres poderes, es ante todo una base social que exige un golpe de Estado militar como en el pasado, para establecer desde una dictadura el fin de la opción política emanada del lulismo.

Se asoma el fin del entendimiento político, en donde se permitía a un estado más o menos reformarse para garantizar que la crisis económica no se desbordara entre las clases más pobres, y generar ciertos tipos de compensaciones. Esta forma de operar la política desde el bolsonarismo claramente se enfila desde el cinismo histórico a estar de acuerdo en ejercer violencia para mantener el estatus quo, y que no habrá necesidad de compensaciones, en la medida que algunos sectores sociales, especialmente los más pobres, sobran.

Esta configuración que empieza a dotarse de una amalgama neofascista, por supuesto, no es que haya emergido de la nada, tiene que ver, no solo con los niveles de intoxicación que los mass media llevan a cabo diariamente con la operación de fakenews, fundamentalmente, en aquellos lugares en donde gobiernan movimientos progresistas, sino también con el fracaso de dotar al mundo de un nuevo entendimiento económico.

Los gobiernos posneoliberales pudieron, y han podido avanzar en la medida de la correlación de fuerzas al interior de sus estados nacionales, pero también, a partir, de lo que se juega primordialmente con el capitalismo en su conjunto, es decir, las necesidades de reactivación de la tasa de ganancia y la violenta reconfiguración que está llevando a cabo el mercado mundial. Es decir, lo que se ha hecho, aunque ha logrado generar protecciones a grandes segmentos sociales, no ha logrado influir del todo y de forma decisiva, en un viraje histórico que permita pensar en una alternativa consistente.

Insistimos, la locura que se vive en Brasil en sectores radicalizados de la ultraderecha no está solamente acompañada de un núcleo en específico de este país, sino que va a acompañada con un arco social que tiene representaciones en toda América Latina, ahí está el ejemplo más cercano en estos momentos que es Perú y la violencia desde el Estado para sacar adelante el golpe institucional.

Y aquí viene el problema más grave, a donde uno voltea, estas bases sociales se han organizado y dotado de un discurso en donde el otro estorba, el pobre no debería de ser centro de la discusión sino más bien que algunos sectores puedan mantener, expandir y/o recuperar sus privilegios, ahí está el caso del fenómeno Guaidó o Uribe. Por supuesto que esta base social no solo se encuentra en los países del sur, tienen a su máximo representante en el norte a través de Trump.

El proceso de empobrecimiento a partir de la sobreexplotación laboral y la deslocalización industrial en Estados Unidos llevó a una pauperización de la clase media muy profunda, los aumentos de la pobreza en el seno del país que había comandado al mundo desde la segunda mitad del siglo XX constituyeron un proceso de abandono de garantías para un sector social, que pensó siempre sería protegido por abrazar el sistema económico, ante este abandono en vez de producir una alternativa esperanzadora se ha optado por una radicalización de la exclusión.

“América primero”, es decir primero los blancos, anglosajones protestantes que los negros, latinos, musulmanes y demás migrantes que no son el núcleo duro de lo verdaderamente auténtico americano. Y hemos de decir, este fenómeno de empobrecimiento se repite en todo el continente y va acompañado del proceso de retroceso de las opciones políticas, acrecentando aquellas que están dispuestas a ejercer la violencia tanto política como económica sobre otro conjunto social.

Lo de Brasil se enmarca en estas dos tendencias, la del empobrecimiento de la sociedad producto de la crisis actual del capitalismo que comenzó en 2008 y la de la imposibilidad de reformarlo para recuperar promesas de bienestar en todos los sectores de la población, justo por eso podemos ver hombres y mujeres sumamente jóvenes en las tomas del Planalto y el Congreso.

A esto se suma un fenómeno que no debemos perder de vista, la impronta del ascenso de capitales brasileños para disputar la hegemonía mundial y que tuvo su punto de partida a través de los BRICS, que desafió a Estados Unidos, generando una especie de subimperio en Sudamérica, por lo que estratégicamente fue necesaria su desestabilización con el golpe de Estado contra Dilma, mismo que permitió el avance de las fuerzas conservadoras que ahora no respalda del todo, pero que se beneficia de las contradicciones que provoca.

El escenario se puede complicar, si es que se decide que a juego del uso del nacionalismo, un sector ultra decida andar la experiencia de conformar un estado dentro del estado, avanzar en la guerra civil, y sumar conflictos como el de la media luna boliviana en Santa Cruz. Balcanizar el sur para producir una guerra como la ucraniana con efectos como la producida en Yugoslavia no debe descartarse.

Por eso resulta tan importante una propuesta como la de López Obrador por construir una alternativa histórica basado en el respeto y el reconocimiento de la soberanía nacional.

Esta propuesta que conflictiva por sus alcances, pero sumamente valiosa por su contribución a romper con la dinámica de la violencia. Esta propuesta presentada a Biden en el marco de la Cumbre de Líderes de Norteamérica, y que intenta recuperar a Kennedy y su Alianza por el Progreso, más bien lo que plantea es la necesidad de un nuevo tipo de lazo que no lleve a incendiar el continente de tal forma que la guerra se imponga como en Europa y Asia.

Valorar la propuesta pasa no por dejar de criticar los alcances de esta, sino por poner sobre la mesa una opción alternativa cuando todo apunta al recrudecimiento de las diferencias. Depende además de que se abandonen las discusiones bizantinas sobre si las medidas del posneliberalismo podrán resolver la totalidad del conflicto económico, y centrarse en fortalecer y llevar más lejos la idea de que otro mundo es posible.

La disputa por América dependerá de las bases sociales que comprendan el laberinto en el que nos encontramos, y los riesgos que la violencia económica y política del desencanto están desplegando. Hay que tomar todas las oportunidades posibles antes que sea demasiado tarde. 

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