Intervencionismo para el siglo XXI

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Una nueva matriz de opinión se está desarrollando ahora mismo en la mainstream media de Estados Unidos respecto de México. A raíz del secuestro y asesinato de dos ciudadanos estadounidenses en Matamoros se ha acrecentado la campaña que se pretende instalar para exacerbar los ánimos electorales del próximo año en el vecino país. Aunque es claro su objetivo, eso no deja de tener repercusiones importantes en la relación bilateral.

Desde que Trump generó el discurso de odio hacía los migrantes mexicanos, identificándolos como criminales y violadores, se han ido sumando diferentes estrategias para fortalecer el voto duro de los WASP (bancos, anglosajones y protestantes) chocando frontalmente con el gobierno de México.

Es decir, esto no es un hecho aislado, y más bien corresponde a la necesidad de cierto sector político de Estados Unidos de generar una pinza, por un lado, al interior para mostrarse duros contra el grave problema que significa la crisis de fentanilo, y por el otro lado tener la capacidad de establecer mayores puntos de injerencia en la política mexicana.

Según el último dato registrado en el censo de Estados Unidos de 2017, son 37 millones de mexicanos los que actualmente se encontrarían viviendo en este país. No es poca cosa, su influencia dentro de los hispanos es grandísima, representan el 63 por ciento del total de hispanos, y si se toma en cuenta uno de cada seis estadounidenses tiene origen hispano.

El tema en la mesa es la composición demográfica de Estados Unidos en este siglo, lo que cambiará radicalmente la imagen de un país solamente de descendencia blanca.

De hecho, los cálculos que la ultraderecha ya tiene medidos, es que el cambio climático generará cada vez más olas de migración desde el sur, en la medida que los campos agrícolas empiecen a dejar de tener capacidad productiva y el deshielo del norte genere condiciones de mayor fertilidad en el Norte.

Quien hace esta fuerte denuncia es Naomí Klein, quien en su libro ‘Esto lo cambia todo’, da cuenta de cómo existen incluso ya legisladores, como en el caso de Montana, que estarían pensando en aprovecharse de un escenario de catástrofe climática.

El muro no solamente es propagandístico, tiene una necesidad de control autoritario para el siglo XXI, en medio de las profundas desestabilizaciones derivadas del calentamiento planetario.

Preparar el terreno para el choque cultural civilizatorio dentro de Estados Unidos fue una tarea fundamental de Trump en la presidencia, la reestructuración autoritaria para su enfrentamiento con China puso a México en el centro de los cambios geoeconómicos más importantes del siglo. No le tembló la mano a Trump para amenazar con romper con el Tratado de Libre Comercio y cancelar cualquier tipo de acuerdo, así como subir los aranceles si no se generaban un proceso de mayor subordinación de la economía mexicana. Al final se le tuvo que ceder, de otra forma la economía nacional hubiera colapsado.

La dependencia económica de México al comercio exterior es demasiado alta, representa prácticamente el 78 por ciento del PIB, según el Banco de México. De las exportaciones que hace nuestro país representa el 79.5 por ciento, y en las importaciones corresponde al 43.92 por ciento, siendo nuestro principal socio comercial en estos rublos.

El T-MEC vino a reconfigurar la alianza con Estados Unidos, permitiéndole avanzar en rublos en los que no tenía injerencia, su mayor presión provino para el sector energético, del cual se pudo dejar de lado el petróleo y gas, pero se cedió en importantes renglones del sector eléctrico. La aparición de grandes reservas de litio en nuestro país por supuesto ha llamado la atención de los capitales americanos.

Ahora volvamos al tema de la violencia del crimen organizado, que ha sido la agenda mediática que ha venido desenvolviendo como camuflaje del verdadero objetivo, los recursos naturales estratégicos. Los medios de comunicación han dado mucho margen de acción a la agenda, especialmente republicana, respecto de la necesidad de configurar un acuerdo militar de otro tipo entre ambos países. El marco de estas propuestas se desarrolla en torno a la crisis actual del fentanilo.

Tan sólo en 2022 se tienen registradas 100 mil muertes por sobredosis de fentanilo, cuando los datos registrados de 2000 a 2020 habían sido solamente 300 mil personas. El fentanilo es un opioide 50 veces más potente que la heroína y es usado para disminuir dolores muy fuertes que no soportan pacientes con problemas graves, pero una vez con estas prescripciones que pueden ser en un primer momento legales, se genera una adicción que no es posible controlar.

A la sociedad estadounidense que se preocupa por este tema se le pone a México como el causante del problema, por culpa de los cárteles de la droga, especialmente dos, el cártel del pacífico y el cártel Jalisco nueva generación.

Pero al presentarle este problema, los medios de comunicación desaparecen los carteles y los señores del narco y la droga que se desempeñan en Estados Unidos, pareciera que, como por arte de magia, esta droga es distribuida y comercializada. Nunca se muestran las listas de los carteles más peligros de Estados Unidos, ni sus lideres narcos.

Sin embargo, este discurso se usa políticamente para presionar por mayores beneficios de una clase política urgida de mostrar algún tipo de resultados. En su campaña por la reelección el gobernador, Greg Abbott presionó a los gobernadores fronterizos, chantajeándolos a partir de inspecciones innecesarias del transporte de mercancías. Esto fue denunciado fuertemente por el presidente López Obrador en su momento, junto al gobernador Samuel García de Nuevo León. El método es hablar de que se busca droga o se intenta poner orden a un comercio mal organizado, que en el fondo genera una balanza comercial inequitativa.

No fue el único, ahí está el reciente caso de Mike Pompeo, que ahora se presenta como un candidato presidencial del partido republicano, mostrando presuntamente músculo al haber logrado que México aceptará el programa ‘Quédate en México’, para ordenar el tráfico migratorio. Hace esto para decirle al electorado que podría poner orden en nuestro país, ya que Biden y el partido demócrata no lo están logrando.

En la emboscada a la familia Lebaron, en Sonora, en el que asesinaron a varios miembros de la familia, el presidente Trump ofreció los servicios de un comando militar que pudiera realizar una acción de respuesta inmediata para lograr capturar a los responsables, en la medida que varios miembros eran mexicoestadounidenses.

Esto fue usado como propaganda por la ultraderecha de que era necesario que, desde el exterior, se pusiera orden. Ya desde este momento se había puesto sobre la mesa declarar a los cárteles de la droga en México como terroristas.

A inicios de 2023, fiscales generales de 21 estados le pidieron a Biden que declarara terroristas a los narcotraficantes y que se actuara en consecuencia. La cosa no paró ahí, ya que ahora una serie de senadores y representantes han solicitado una intervención militar en México, entre los que destacan Lindsay Graham, Tom Cotton, Chip Roy y Dan Crenshaw. Este último insinúo en Twitter que el líder del Senado de Morena, Ricardo Monreal, sería un vocero de los cárteles de la droga, por seguir la línea del presidente López Obrador de rechazar el injerencismo republicano.

Por último, y no menos delicado, William Barr, ex fiscal general de Estados Unidos en tiempos de Trump, acaba de acusar al gobierno de López Obrador de bloquear la lucha contra el narcotráfico y defendió la política emprendida por Felipe Calderón, justo después de la condena recibida por Genaro García Luna. Este caso será explotado por la clase política para sus propios fines.

 La escalada no es menor, los conflictos más severos de nuestra historia empezaron por provocaciones montadas por Estados Unidos, en lo que antes eran nuestras fronteras, asumieron intervenciones cuando se preparaban para controlar el mercado mundial, hoy que su hegemonía está en riesgo una intervención no debe descartarse. 

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