¡Hi Barbie de guerra!
Un nuevo fenómeno de masas ha irrumpido en el cine de Hollywood se trata de la reciente película de Barbie, la muñeca icónica del american way of life. Fiel a su representación histórica de la modernidad americana, Barbie se coloca como una nueva plataforma del realismo americano para el siglo XXI.
Su lectura sumamente interesante sobre el patriarcado es una crítica cínica, esto es, una crítica que acepta la manipulación social para la cual Barbie cumplió su objetivo durante el siglo XX, pero da cuenta de la necesidad de un nuevo tipo de sujeto histórico que asuma la lógica del capitalismo decadente del siglo XXI.
Esta Barbie del cinismo histórico tiene una nueva identidad basada en el feminismo posmoderno, pero que va más allá de él, ya que a pesar del desencanto a la modernidad de lo que se denominó nueva ola feminista, esta Barbie paradójicamente está dispuesta a la guerra de todos contra todos como mecanismo de defensa, es su forma de vivir lo invivible, su ethos realista.
La integración de las masas sociales a una nueva configuración de dominio basado en la absorción identitaria como mecanismo de presunta liberación no es más que la reedición, o si se quiere, la reestructuración del código social enajenado que la modernidad americana necesita para afrontar las contradicciones que pudieran emerger debido a la crisis epocal por la que atraviesa, y poder guiarlas para evitar cualquier tipo de alternativa.
Barbie aparece como una muñeca que adquiere conciencia al preguntarse por la muerte, es ahí en un proceso existencial en el que Barbie se cuestiona el ser-para-la-muerte. Rompe con la estructura social que se le había impuesto durante años en Barbieland, y empieza a deformarse, sus pies se vuelven planos y debe encontrar una solución antes de que termine acabando como una paria.
Es decir, el estereotipo marcado por una forma de vivir el capitalismo americano ha llegado a su fin, es momento de preparar las condiciones de adaptación al nuevo escenario de subordinación, y esto no puede hacerse mediante un mecanismo de imposición sino más bien de consenso, que es lo que la película intenta producir.
Su viaje de descubrimiento va de la mano de aquella muñeca, la barbie rara, que sufrió la furia de las niñas que usaron a la muñeca para desquitarse de la violencia que les caía encima sin la posibilidad de liberarse. Es la frustración la clave que abre la puerta a una nueva etapa. Ya no puede ser que se padezca la violencia nada más, es momento de cuestionar a ese sistema que produjo una división entre las mujeres para debilitar a la mayoría mientras que un cierto sector se privilegiaba: el sistema patriarcal.
Lo interesante es cómo la directora muestra a Barbie estereotipo no buscando liberarse del estereotipo, sino construyendo en todo momento otro, pero para eso hace falta una especie de despertar de la conciencia al poder observar la nueva realidad. Aquí es importante un apunte, pareciera que Barbie tenía un reino perfecto en Barbieland, una especie de empoderamiento radical en donde las mujeres y no los hombres son los que dominan la escena, pero esto es ilusorio, es el sueño americano en donde el objeto sustituye al sujeto, en donde quien se libera es la muñeca, el producto de marketing del capitalismo americano. Las niñas son sustituidas por un objeto de ensoñación profundamente estéril porque no produce un cambio, sino que asume el estatus quo y acepta su papel en el mundo, para eso está la muñeca para que la imaginación sustituya la violencia de la realidad.
Para la Barbie del siglo XXI la realidad le parece un sin sentido, una fábrica de muñecas que se ha enriquecido con las niñas, sin una directora mujer o sin altos puestos ejecutivos para ellas. Mattel es un ejemplo de ello, la creadora de Barbie Ruth Handler no tiene espacio en el nombre de la marca que se refiere a la combinación del nombre de su marido Elliot Handler y de su socio Harold (Matt) Matson. La combinación de ambos nombres da como resultado Mattel dejando fuera a Ruth.
Sobre todo Barbie no sólo vive la violencia laboral y económica sino sobre todo sexual, todo el tiempo es sexualizada, la sátira que la película muestra ante ello es sumamente importante, porque esa es la clave de su giro, es decir, usa la violencia que le cae encima a Barbie que toma conciencia de ello para desde ahí victimizarla, incluso ante los cuestionamientos de las nuevas generaciones que la detestan por ser un producto capitalista popular, fascismo puro, esta Barbie no sabía lo que representaba, pero pide una oportunidad porque ella ante todo quiere liberarse, ser otra porque pensarse ante la muerte le ha dado un nuevo sentido a su existencia.
Esta Barbie no está dispuesta a que la violencia sexual le caiga encima, por ende, debe asumir cuestionar este sistema que la pone en constante angustia existencial. Barbie en el mundo imaginario de la modernidad americana puede controlar a Ken, pero en tanto que es simple objeto y no ha tenido contacto con la realidad, ya que los hombres una vez consientes no tienen dudas, establecen rápidamente un proyecto de dominación contra las mujeres. Un hombre que ha tomado conciencia de la dominación como Ken no puede aceptar como respuesta un no, a menos que su angustia existencial y su capacidad emocional de rechazo sea menor.
La película no cuestiona a la modernidad americana capitalista, sino que asume que hay una nueva lucha política que en nada tiene cambiar el sistema económico sino ante todo el patriarcado, un mantra que el feminismo posmoderno ha repetido en esta vuelta de siglo. Ante la decadencia actual en la que se encuentra el american way of life, lo que sigue es captar que la nueva plataforma es Bellum omnium contra omnes (la guerra de todos contra todos).
Esta nueva Barbie está dispuesta a posicionarse no como roles predefinidos sino como roles con identidades, que se constituyen como miembros de un ejército en una guerra de géneros interminable. Los hombres son así y hay que guiarlos. Ken puede ser lo que él quiera, siempre y cuando acepte las condiciones que se le imponen. Una sátira que termina de serlo para convertirse en un relato cínico ante la falta perspectiva histórica anti y transpatriarcal, la única salida es el posicionamiento de un género sobre otro. Ante la violencia económica no hay salida, habría que luchar porque en vez de que le caiga encima a las mujeres sean a los hombres, parece ser el fin último de este relato. Este es realismo americano para el siglo XXI al que habría que adaptarse para la turbulencia provocada por la decadencia de la crisis económica, evadiendo la realidad y sustituyéndola por un relato no solamente estéril sino profundamente violento inter e intrageneracional.
La idea de que Ruth Handler puede decir a Barbie que puede elegir cualquier identidad en el mundo, sólo tiene que adaptarse a él, y esa es su verdadera elección, no cambiar al mundo sino ser en él de forma realista. Se fluye en la violencia política para hacerla valer como venganza histórica feminista, pero se acepta la violencia económica para el otro especialmente los más débiles emocionales, es el nuevo código que será la plataforma que prepara el capitalismo para el siglo XXI.
Por eso la desespecificación y manipulación histórica del comienzo, Barbie estuvo ahí acompañando a las mujeres con el sueño de ser madre, pero esto es sumamente cansado, ya que su función en este siglo ya no es ser sumisa, hoy las mujeres que juegan con las nuevas Barbies pueden destruir sus viejos anhelos, matar a la madre y los hijos para abrir paso a una guerra con quienes las llevaron a ese sitio, que son los hombres. Y sí, la estimulación del matricidio es justamente lo profundamente peligroso de esta visión. Es el nuevo empaque del capitalismo americano, una Barbie que va a la guerra, un estereotipo realista decadente, que asume la angustia existencial y de muerte no para combatirla sino para reproducirla en el mundo.