¿Golfo de América?
Donald Trump no es un loco solitario como cierta parte de los mass media han querido pintar, como si fuera una simple anomalía democrática de Occidente. Su segundo periodo no debe limitarse a interpretarse como la llegada de grupo de poder oligarca que ha decidido tomar por asalto al gobierno de Estados Unidos con políticas de ultraderecha de carácter proteccionista. Peor aún, pensar que solamente estamos ante una cruzada ultraconservadora contra el wokeismo es reducir aún más el problema de fondo, es pues, desdibujar el contexto en el que se desarrolla una guerra de clases a nivel mundial.
Por ende, había que captar en este escenario tan complejo, el hilo conductor de este prisma de conflictos que afloran a lo largo y ancho del planeta. Este reacomodo en Estados Unidos para intentar tener una mejor correlación de fuerzas en la actual guerra económica es la antesala para una escalada mucho más profunda en la guerra militar. Es claro que los efectos de la crisis económica de 2008 no han podido revertirse y que todos los esfuerzos porque el capitalismo pueda recuperar su tasa de ganancia sin evitar la guerra son insuficientes, la guerra mundial es el telón de fondo, no habría que pensar si va a suceder o no, sino más bien cuándo va a estallar con todas sus fuerzas.
La actual guerra en Medio Oriente y en Europa Oriental, a pesar de su devastación, no es suficiente para hacer recuperar la economía mundial. Tan sólo la guerra en Ucrania podría costar según el Banco Mundial 486 mil millones de dólares, lo que representaría alrededor del costo de la aplicación de tres Plan Marshall, el plan que se utilizó para la reconstrucción de toda Europa después de la segunda guerra mundial.
De acuerdo con un reportaje publicado el año pasado por Bloomberg, el costo de la reconstrucción de Gaza podría superar los 80 mil millones de dólares. Los efectos de la recuperación económica que viene después de una guerra, en este caso ejemplificando los actuales campos de batalla, no logran hacer recuperar la economía mundial. Se requiere un grado de devastación mucho mayor.
Antes de llegar a ese punto, esto es, la guerra a gran escala en todo el planeta, los capitales están reacomodándose, dependiendo de los destacamentos con los que cuentan dentro de los estados nacionales. La magnitud de trabajadores con las que se cuentan y las capacidades industriales del capital productivo para sostener una guerra de larga duración son en estos momentos las preocupaciones más importantes de las potencias en la disputa por la recuperación económica.
Desde aquí es que debe entenderse la actual crisis de la hegemonía americana, captando que la crisis no significa que esta potencia esté ya destinada a perder el control de la relación centro-periferia, sino que ha aparecido otro competidor con posibilidades reales de arrebatarle el control de este proceso, es decir, China, pero que a su vez también existen otras potencias que buscan ampliar sus áreas de influencia para acrecentar su poder económico, el caso de Turquía en Siria es emblemático.
Las amenazas de Trump se han concentrado en cuatro pistas a lo que se refiere a la reestructuración de la doctrina Monroe del siglo XXI que amplía el territorio de América de forma geográfica. La propuesta de comprar Groenlandia a Dinamarca, sin que este país haya puesto a la venta el territorio marca una política imperial por sobre Europa en su conjunto.
Después del golpe dado a Alemania destruyendo el nordstream 2 lo que obligó a toda Europa a consumir el gas americano a altos precios haciendo de lado el gas ruso, el impulso por apropiarse de un territorio europeo ha puesto de manifiesto la subordinación de Europa a Estados Unidos. No es la primera vez que Estados Unidos intenta ampliar su territorio para reconfigurar los alcances de América, ahí está Filipinas en el siglo XX que fue un fracaso, aunque pudieron apoderarse de Hawái en el pacífico ampliando su zona de influencia y de seguridad marítima americana.
Por eso la amenaza de Trump no es una ocurrencia, es el inicio de la disputa por el Ártico, es claro que la crisis ambiental mundializada hará en este siglo que esta zona sea transitable debido al deshielo, lo que generará nuevas rutas comerciales por las que Estados Unidos pretende controlar el mundo, este escenario muestra un proyecto cínico sumamente delicado, sobre la base de la destrucción especialmente del sur-global debido a los efectos devastadores del cambio climático es que ya se piensa en el control de las nuevas zonas que mejor se adaptarían a las necesidades del capitalismo.
De la mano de este acceso al Ártico está la idea de Trump sobre la anexión de Canadá como estado 51, que por ningún motivo se debe considerar como una simple broma, es una cuestión se seguridad nacional, en la medida que los efectos del cambio climático se vayan sintiendo en este siglo, la destrucción de áreas como Florida van a necesitar un territorio más al norte, por lo que las presiones por una adaptación más agresiva a la economía americana se vuelvan más recurrentes. Además, tanto en el caso de Groenlandia como de Canadá los recursos naturales estratégicos son claves para el control de los energéticos en América del Norte.
En el caso de la amenaza de una invasión a México bajo el pretexto de cuidar su frontera sur de los carteles de la droga, es el mismo argumento que utilizó James K. Polk en el siglo XIX para poder apropiarse de la mitad del territorio de México. El muro del que tanto hizo énfasis Trump en su primer periodo es la necesidad de contener los flujos migratorios que en este siglo arreciaran por la dinámica de destrucción sobre los cultivos en las tierras del sur, producto de la catástrofe climática que se avecina.
La propuesta de Trump para cambiar el nombre del Golfo de México al Golfo de América es el aseguramiento que el capital americano está estableciendo para la guerra militar con China, es la necesidad de un Grossraumwirtschaft americano lo que estamos presenciado. Un área económica ampliada, que le permita a los capitales americanos un espacio económico autosuficiente que le dote de recursos, industrias y mercados absorbiendo los nuevos territorios ocupados, ya sean comprados, anexados o invadidos. Estamos ante el proyecto de dominación trumpista de grandes áreas geográficas bajo un único control económico.
Detener la influencia de China en la región es clave, aunque esto ya no puede ser parado en términos económicos, el ejemplo más humillante de esto fue Milei postrado ante Xi Jinping por una mayor cantidad de recursos, incluso alguien completamente subordinado a Trump debe de dar ese tipo de espectáculos en la economía mundial. Por eso el proyecto trumpista también incluye al canal de Panamá, volver a invadir su colonia, y asegurar el control estratégico le permitiría a Estados Unidos contener antes de la guerra militar el crecimiento económico de China en América Latina.
No estamos en una etapa de neutralización de la crisis al contrario nos encontramos inmersos en una etapa de acumulación de fuerzas previo al estallamiento del conflicto, la crisis en su máxima expresión. Pese a ello veremos que Trump logra el acuerdo entre Israel y Palestina, así como el acuerdo entre Rusia y Ucrania, son piezas en el ajedrez que le han dado condiciones para reestructurar lo que el capitalismo americano considera su zona de seguridad nacional.