GOBERNANZA

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La gobernanza es aquella manera de gobernar basada en la interrelación equilibrada del Estado, la sociedad civil y el mercado, para lograr un desarrollo económico, social e institucional estable y duradero. Este término adoptado en la última década del siglo XX (1990), pretendía traducir el rompimiento del paradigma de las relaciones de poder a partir del arribo de la globalización y todas las transformaciones que ésta incorporó.

La Unión Europea era el clásico ejemplo de la nueva “gobernanza” en la cual el tradicional concepto “gobierno nacional” dejó de ser la parte central para convertirse en componente de un “gobierno supranacional”. En una apretada síntesis, el concepto pretendía describir una nueva forma o modelo de gestión de los asuntos públicos, fundado en la participación activa de la sociedad civil en los niveles local, nacional, regional e internacional.

La pandemia del COVID-19 cimbró todas las estructuras, sistemas y modelos de gobernabilidad en el mundo, desnudando y exhibiendo carencias, asimetrías, fallas, debilidades, y los demás males que aquejan a los gobiernos.

Seguramente en un corto plazo, conoceremos las evaluaciones globales de los expertos sobre la oportunidad y pertinencia de las reacciones y acciones instrumentadas por los distintos regímenes ante la crisis sanitaria; pero, en términos generales, parece que, una vez más, los gobiernos han quedado muy cortos ante la emergencia.

No existen razones fundadas que puedan justificar tantas muertes en el mundo por COVID-19; su inacción los reprueba; su descoordinación los culpabiliza; su frivolidad los condena y su cinismo los perseguirá por siempre como los gobernantes de la vergüenza.

Como si se cerrara un ciclo más del eterno retorno de lo básico, los ciudadanos y las familias del mundo tuvimos que valernos por nosotros mismos; sin protección, cuidado ni cobijo de gobiernos enajenados en la vorágine de la simpleza; del diarismo; del ahí se va; de la improvisación en lo fundamental y de la obsesión en lo banal.

Nos encerramos, nos refugiamos y nos cuidamos en cada hogar, porque quienes nos deberían garantizar la seguridad, movilidad y convivencia universal, estaban y siguen ocupados en promoción y cuidado de su imagen y en otras actividades no esenciales para la vida de los gobernados. Hogares convertidos en refugios improvisados ante gobernantes pasmados por su impreparación. Hogares convertidos en clínicas de primer nivel por el resurgimiento de una desconfianza global ante la indolencia gubernamental.

Una de las explicaciones más lógicas para esta situación es que la clase política del mundo entero se ha encargado de tejer una red de autoprotección legal que le otorga una injustificada autonomía ante quienes somos sus mandantes; lo han hecho con tal sofisticación, que pareciera que los papeles se han invertido entre gobernante y gobernados.

Ese círculo rojo se abroga derechos que se convierten en inmerecidos privilegios autogenerados sin el consentimiento social, porque son elaborados a la sombra de las sociedades, omisas y sumisas, que han fomentado y promovido intencionalmente durante muchos años.

Pero el coronavirus vendría a despertar a esa sociedad adormecida en el lamentable bienestar al que los gobiernos nos han conducido. El virus se expandió a todos los rincones del planeta sin respetar fronteras, razas, niveles económicos, religiones, sistemas políticos o costumbres ancestrales.

A su paso, está derribando los castillos de arena y las estructuras de naipes armados a modo por los tomadores de decisión en el planeta. El mañana dependerá de nuestro despertar. Los tiempos de duelo y de consuelo son el prólogo de un mundo nuevo que reclamará nuestro actuar diferente. Un nuevo ciudadano universal está en ciernes.

“Gobernanza” severamente cuestionada por un virus. Comunidad mundial que tolera todavía gobiernos inmerecidos. Ciudadanos del mundo que seguimos cargando con la pesada carga de gobiernos cómodos y acomodaticios.

¿Usted cree que habrá un cambio global?

Esa es una duda sustentable.

@mexicanosalgri5