Freeman firma el maratón: Dodgers vencen a Blue Jays en 18 entradas

Freeman decidió con cuadrangular un juego de seis horas y media, en el que ambas novenas agotaron su bullpen y escribieron un capítulo épico del béisbol
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Freddie Freeman da jonrón en la entrada 18 y Dodgers ganan a Blue Jays en la Serie Mundial

En un duelo que duró seis horas y 54 minutos y se extendió hasta la entrada 18, los Dodgers de Los Ángeles vencieron 6–5 a los Blue Jays de Toronto, gracias a un cuadrangular solitario de Freddie Freeman que desató la locura en el Dodger Stadium.

Fue un partido que agotó a los bullpens, puso a prueba a las defensivas y confirmó por qué ambas novenas son las mejores de sus ligas. Más que un triunfo, fue una exhibición de resistencia, talento y equilibrio.

El Dodger Stadium fue escenario de una batalla que rozó lo mítico. Durante casi siete horas los Dodgers y los Blue Jays se enfrentaron en un juego que recordó por qué el béisbol es una historia contada en episodios infinitos: hubo jonrones, joyas defensivas, pelotazos, sustituciones y hasta un amago de lesión de Shohei Ohtani.

Al final, como sucede en esas batallas, un swing esta vez de Freddie Freeman rompió la paridad que había mantenido al estadio al borde del colapso.

Crónica de un maratón beisbolero

Desde la primera entrada, Ohtani avisó que sería su noche. Pegó un doble por la raya del derecho y después un cuadrangular que estremeció las gradas.

Del otro lado, el mexicano Alejandro Kirk respondió con poder en la cuarta, al conectar un jonrón de tres carreras que volteó el marcador y silenció a la afición angelina. A esas alturas, el partido ya mostraba señales de ser distinto: un pulso perfecto entre ofensivas encendidas y brazos que se negaban a ceder.

En esa misma cuarta entrada, Vladimir Guerrero Jr. mostró su instinto felino. Anotó desde segunda base en una jugada cerrada en el plato que evidenció su colmillo y agresividad. El dominicano nacionalizado canadiense se deslizó justo antes del guante de Will Smith, y con esa carrera Toronto tomó momentáneamente ventaja de cinco a cuatro.

Los Dodgers respondieron de inmediato. Ohtani volvió a castigar con un doble productor y Freeman lo siguió con un sencillo que igualó la pizarra. La paridad se mantuvo, y el duelo comenzó a transformarse en una larga obra de estrategia.

En la sexta, Toronto perdió a George Springer por lesión en el costado izquierdo, un golpe doloroso para su ofensiva. Pero Kirk, Bichette y Guerrero sostuvieron a los canadienses en el juego, mientras los relevos se sucedían en ambas trincheras.

El japonés Roki Sasaki contuvo a Toronto en la octava con temple de acero, y Chris Bassitt respondió con dominio en el cierre. El marcador seguía 5–5 al llegar a la novena. Ohtani, en un intento de robar segunda tras recibir base intencional, fue puesto out por un tiro perfecto de Kirk, que coronó una noche de excelencia a la defensiva. Fue la jugada que confirmó el carácter y valía del receptor mexicano.

La historia entró entonces en su zona de leyenda.

La décima, la undécima y la duodécima se jugaron entre suspiros. Los managers agotaron casi todos sus brazos. Dave Roberts echó mano de Clayton Kershaw, un símbolo del club, para mantener el empate con las bases llenas en la doceava. Y el veterano respondió: dominó a Nathan Lukes con un roletazo lento que apagó la amenaza y levantó al estadio de sus asientos.

El juego seguía empatado, y la tensión era una cuerda a punto de romperse. Ohtani salió con dolor en la pierna en la undécima, encendiendo las alarmas del dugout angelino. Klein, un relevista de corto alcance, siguió lanzando más allá de su límite, con más de 50 pitcheos. Roberts, desesperado, mandó a Yoshinobu Yamamoto a calentar. La Serie Mundial tenía ya la magnitud de una epopeya.

La decimocuarta llegó y se fue sin cambios. Las defensivas mantenían la perfección. Miguel Rojas, Max Muncy, Tommy Edman y Teoscar Hernández evitaron carreras con reflejos quirúrgicos. A esas alturas, los jugadores se movían por inercia, guiados por la adrenalina.

La decimoséptima entrada acabó y dio pie a la 18 que igualó el récord histórico de 2018 entre Dodgers y Red Sox. Pero a diferencia de aquel, este aún tenía cuerda.

Los dos equipos habían utilizado a todo su bullpen, y la nómina de lanzadores parecía una lista agotada de héroes anónimos. A pesar del cansancio, los swings seguían siendo feroces.

Toronto amenazó primero con corredores en base, pero Klein se sostuvo milagrosamente tras un lanzamiento descontrolado. La defensiva angelina volvió a reaccionar: Betts, Rojas y Freeman tejieron un doble play que contuvo la amenaza.

Apaga la luz y vámonos

Y cuando todo apuntaba a otro capítulo eterno, vino el complemento del décimo octavo rollo: Freddie Freeman tomó el turno decisivo.

La cuenta se alargó a tres y dos. El público de Los Ángeles contuvo el aliento. Freeman respiró, midió el envío y soltó un swing limpio, majestuoso. La bola viajó recta por el centro del campo y desapareció detrás de la barda. Jonrón solitario.
6–5 final.

Los Dodgers ganaban el segundo de la serie. El estadio explotó. Freeman levantó sus brazos mientras sus compañeros lo esperaban en el plato.

La maratón había terminado. Se igualaba el récord de más entradas en una Serie Mundial, pero este juego quedará en la memoria no solo por su duración, sino por su intensidad.

Fue un partido que mostró a dos equipos impecables. Toronto y Los Ángeles demostraron por qué son campeones en sus respectivas ligas, por qué pertenecen a la élite.

A esas alturas, el marcador solo definía un juego, no una superioridad. Lo que esta noche dejó claro es que ambos clubes representan lo mejor del béisbol actual: talento, corazón y resistencia.

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Hugo Lynn