Estamos de pie

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El presidente López Obrador eligió abrir su histórico discurso por la celebración de los tres años de haber asumido la presidencia de la república con una frase sumamente fuerte: estamos de pie. 

No es para menos, la pandemia de la COVID-19 con sus devastadores efectos marcó un antes y un después para el planeta, y sin duda, modificó los planes iniciales del proyecto obradorista para modernizar México.

Los efectos del neoliberalismo, desde una perspectiva seria, no pueden desmontarse en un sexenio, y menos aún, con una pandemia que puso a prueba todas las estructuras de gobierno en el mundo, en donde muchas de ellas hay que decirlo, optaron por establecer políticas autoritarias para hacerse del control de la población. Cosa que en México no sucedió. 

Transitar hacía el posneoliberalismo ha requerido de ir hilando fino, justamente porque varios retos estuvieron enfrente desde el inicio. Uno de ellos fue la compleja relación que se mantiene con Estados Unidos. 

La amenaza de aranceles con las que fueron presionados los políticos en México lanzada por Donald Trump, puso en marcha un proceso de reestructuración económica de América del Norte, en donde era sumamente necesario garantizar condiciones para mantener gobernabilidad en el largo plazo, lo que en el fondo significan recursos económicos, y estos durante más de un siglo han provenido de nuestros recursos naturales estratégicos. 

La estructura económica que heredó el neoliberalismo dejaba en condiciones muy vulnerables al nuevo gobierno. Se privatizaron la mayor parte de las empresas paraestatales, y se había avanzado en la privatización del sector energético.

Lo más grave, es que no existía ningún tipo de protección por parte del Estado, ya que habían acabado con el estado de bienestar que se había edificado durante el siglo XX, y se tenían varias áreas neurales en el completo abandono. 

Con estas condiciones, tan deplorables, se enfrentó uno de los mayores retos de este siglo, una pandemia que ha dejado millones de muertos en todo el mundo, y mostró los efectos más destructivos de la esquizofrenia capitalista. 

Ante ello, López Obrador tuvo que conducir al país en un momento de mucha turbulencia, y se está llegando a un puerto, que, dentro de lo posible, ha logrado sostener al primer gobierno progresista en la época contemporánea mexicana. 

La transferencia de recursos a los más pobres fue pieza clave para sostener este proceso, desde las becas universales a 11 millones de estudiantes de escasos recursos económicos con una inversión de 75 mil millones de pesos anuales hasta cancelar la condonación de impuestos a los más ricos, un acto de corrupción institucionalizado, que generó ahorros por un billón 400 mil millones de pesos ha permitido generar mejores condiciones para el ejercicio público.

Ante el embate de las condiciones asfixiantes de la pandemia de la COVID-19, en donde grupos políticos que se beneficiaron de la corrupción del pasado intentaron de varias formas generar condiciones de descontento que permitieran llevar a cabo un golpe a la democracia, estos no pudieron triunfar debido a varios factores, entre los que destacó el presidente tres. 

El primero de ellos, es que México no se endeudó para conseguir vacunas, asumió la austeridad republicana y generó ahorros ahí en donde había derroche, además se combatió a la corrupción de forma frontal lo que permitió generar ingresos que antes se repartían desde las cloacas del poder.

El segundo factor es que la base tributaria no se cayó y pudo ampliarse, lo que significa que no se dejaron de pagar impuestos sino más bien se logró poner en orden a grandes contribuyentes que simulaban pagar impuestos para más bien defraudar al fisco. 

Por último, y no por ello menos importante es recuperar la soberanía nacional, que pasa ineludiblemente por recuperar la soberanía energética, y que desde ahí se puede hablar también de la recuperación de otras esferas, una de las más importantes recuperar el campo. 

Con las grandes inversiones en el sector el presidente mencionó que tendremos la capacidad de para refinar alrededor de un millón 880 mil barriles diarios de gasolina, diésel y turbosina, que equivalen a garantizar nuestro consumo nacional.

Este optimismo no parte de la idea de una ilusión, sino de una forma de entender la modernización del México del siglo XXI, en el que su piedra angular es la garantizar la soberanía energética.

Si el futuro ya está aquí por eso la nueva reforma energética también habla de garantizar el litio como recursos natural estratégico que le pertenece a la nación. Si se debe dar una transición energética debe asumirse este proceso necesariamente.

Este año creceremos al 6% según los pronósticos, estamos inmersos en una compleja relación y reestructuración de América del Norte, contamos con el apoyo de nuestros paisanos del otro lado, y habría que asumir el crecimiento de Centroamérica para potenciar la región, cosa que ya se ha empezado a realizar.

Dos Bocas, el Tren Maya, el Corredor Interoceánico, el aeropuerto Felipe Ángeles y todas las obras de este sexenio no se detuvieron y aunque hubo el riesgo de que no se pudieran financiar, se cumplieron cabalmente todos los compromisos.

En estos tiempos de crisis, ceder ante aquellos que querían que se siguiera aplicando el neoliberalismo hubiera sido un suicidio político, por eso tiene razón el presidente que no es tiempo para el zigzagueo sino para seguir defendiendo el camino andado, tiempo de definiciones, el movimiento político que lo respalda así lo entendió, el zócalo democrático le dijo al mundo que un proyecto modernizador está de pie, uno que pone en el centro primero a los pobres.

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