El regreso de Cienfuegos

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Calíope

La semana pasada nos tomó por sorpresa la decisión del gobierno norteamericano de ordenar el retiro y desistimiento de los cargos para devolver a México al general Salvador Cienfuegos.

De entrada eso sería, como dice el gobierno federal, un reconocimiento a la soberanía del país (lo que sea que eso signifique), pero también la detención de un exsecretario de la Defensa, sin haber dado aviso al gobierno mexicano y aparentemente sin pruebas definitivas, pudo haber sido un error, además de que esa acción lastimó al país y a sus Fuerzas Armadas y rompió el delgado hilo de la seguridad nacional respecto a la cooperación bilateral.

Lo anterior porque la forma en que se dio la detención y acusación de un exjefe del Ejército se convirtió en un problema de seguridad nacional por la molestia que provocó entre las cúpulas militares de las Fuerzas Armadas y también porque, se dice, amagaron con que si no se mandaban las pruebas que sostenían el caso, los acuerdos para intercambiar información y combatir conjuntamente al narcotráfico entre los dos países, estaban en peligro.

Con todo, el regreso del general Cienfuegos representa un triunfo diplomático para el canciller Marcelo Ebrard, luego de que el presidente recibiera fuertes presiones por parte de las cúpulas castrenses y de generales activos y en retiro que cuestionaron y criticaron la casi inexistente posición de López Obrador y la nula presunción de inocencia para un exjefe de las Fuerzas Armadas.

Por último, si la ofensiva diplomática mexicana, para que se regresara a Cienfuegos de los Estados Unidos, estuvo así de fuerte no fue sólo por las presiones de los militares, sino porque permitir que acusen y enjuicien a un exsecretario de la Defensa Nacional abre las puertas para que, en el futuro, la justicia estadunidense pueda ir tras cualquier funcionario de altos mandos del actual gobierno. Recordemos un ejemplo al azar, digamos, Culiacán.

@cromerogabriell