El Machete ante el terror en Pantelhó

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Simón Pedro Pérez López fue ejecutado en el mercado de Simojovel, Chiapas. En vida soñó con un mundo sin miedo y luchó para construirlo, fue un férreo defensor de derechos humanos, formó parte y presidió el Colectivo de Las Abejas de Acteal -sobrevivientes de la masacre de 1997-, y además era integrante del Consejo Nacional Indígena. 

Su muerte no puede ser investigada o catalogada simplemente como un homicidio, este crimen va más allá de esta conceptualización, ya que, si las autoridades deciden detener a un presunto criminal y presentarlo como la solución a este hecho atroz, impide observar y solucionar un fenómeno que está a punto de convulsionar la zona. 

El terror que los grupos criminales han establecido en buena parte de los altos de Chiapas muestra una descomposición social muy preocupante. El narcotráfico ha permeado la región y se han establecido gracias al contubernio que mantienen con líderes políticos locales. 

El asesinato selectivo de Simón Pedro se enmarca en una nueva estrategia de control sobre los Altos de Chiapas. Uno más, que se suma al cerco militar impuesto a la Comandancia General del Ejército Zapatista, a los militantes zapatistas y sobre todo a sus bases de apoyo. Cerco que se realizó de la mano con grupos paramilitares después del levantamiento indígena.  

La operación que el Estado Mexicano ejecutó en la región es indudable, una guerra de desgaste o lo que podríamos denominar una guerra de baja intensidad. Guerra que incluyó un despoblamiento basado en el terror, con la destrucción de los lazos comunitarios con la tierra, al mismo tiempo que estableció una repoblación apegada al discurso antizapatista y antiautonomista. 

La pinza entre el Ejército y el paramilitarismo fue indispensable en la lógica de contención al EZLN, que además contaron con el apoyo de pequeños productores y ganaderos que vieron afectados sus intereses cuando surgió el reclamo de la tierra por parte de las comunidades indígenas. Todo esto siguiendo manuales de contrainsurgencia que fueron elaborados en el marco de la defensa del proyecto del TLCAN.

Estos grupos crecieron bajo el amparo del poder político mexicano. El poder del narcotráfico los ha reconfigurado. Y es que el terror realizado con anterioridad por los grupos paramilitares hoy va acompañado por sicarios al servicio de jefes de plaza que han comprado y corrompido a las autoridades locales. Estos grupos no pueden operar sin la complicidad del Estado, ya que para que las comunidades puedan ser aterrorizadas la clave se encuentra en que la justicia se les muestre como imposible. En el caso de las autoridades municipales de Pantelhó es inocultable. 

Uno de los puntos centrales que ha venido tejiendo el capitalismo necropolítico es justamente un nuevo tipo de acumulación por desposesión que va acompañado de violencia política destructiva para la redirección de la violencia económica anónima del mercado. 

Sobre poblaciones en pobreza, como las chiapanecas, se establecen estos empresarios de la economía criminal del narco, que reconfiguran la zona a través de cobros de piso y derechos de paso. Se acompaña con el negocio de las drogas, robo de automóviles, secuestros, despojo de tierras y de ganado a campesinos, trafico de migrantes y de blancas, así como una importante industria de la pornografía. Para aquellos que protestan lo que existe es una nueva estrategia de despoblamiento basado en el terror: asesinatos y desapariciones ante la mirada cómplice de la política local. 

Lo que importa es hacerse de regiones a través del control de recursos naturales estratégicos, o en su caso, en regiones que puedan tener un impacto para desestabilizar gobiernos que tengan como programa detener el expolio de las transnacionales sobre los mismos, ya sea en el petróleo o la minería, por ejemplo. 

La clase política chiapaneca no se distingue por ser de las llamadas progresistas, al contrario, la vieja clase política aprendió desde hace mucho tiempo que no importaban las siglas con las que se competía, y por ello mutó oportunistamente en cada ocasión que se le presentó. Se pudo entender con la fracasada alternancia del 2000, lo mismo que con la Coalición por el Bien de Todos Primero los Pobres o con la decadencia representada en el Partido Verde Ecologista de México, para finalmente alinearse a Morena y no desaparecer en el tsunami electoral que ello significó. 

El problema con esto es que, las contradicciones no desaparecieron, al contrario, se agudizaron. La clase política y económica gobernante apostó por una forma decadente de dominio del territorio que hoy le está estallando en las manos justo al haber alimentado durante años al paramilitarismo. La necropolítica se ha podido hacer de sus cuadros para operar y modificar el espacio económico y político: le abrieron paso al terror para todos.

La denuncia de las comunidades indígenas no encontró respuesta en ningún orden de gobierno, se vuelve fundamental revertir el daño producido por la política de exterminio que el Estado aplicó y que ha sido atravesada por la lógica de los cárteles, que ahora la usan para el despojo. No fueron escuchados, es decir, nunca se resolvió el problema de fondo, lo que implicaría respetar la autonomía de los pueblos, y no la intervención de estos para garantizar el expolio para los capitales.    

La respuesta que han generado los pueblos tardó en expresarse, pero se está dando de una forma muy delicada. Ante unas 3 mil 500 personas, se dieron a conocer las Autodefensas del Pueblo “El Machete”, un grupo integrado por lo menos de 120 indígenas y campesinos tsotsiles y tseltales, que están dispuestos a defenderse contra esta política de terror que ha caído sobre ellos y sus familias. Denunciaron al narco gobierno municipal del PRD en Pantelhó y los sicarios que actúan con impunidad en esta localidad. La prensa registró que 86 representantes comunitarios avalaron la acción.

La cobarde ejecución de Simón Pedro Pérez López fue la chispa que incendió la indignación. El día de su funeral se encontraron en la comunidad Nuevo Israelita dos explosivos y tres detonadores al interior de una vivienda. El ejército mexicano tuvo que detonarlas al no poder trasladarlas a otro lugar. Los también conocidos como autodefensas por la vida de Pantelhó “El Machete”, hicieron énfasis que su organización no había nacido para confrontar al ejército ya que acudió a éste para desactivar los artefactos explosivos. Este evento inédito impactó profundamente a todos los pobladores de la zona, al encontrarse con un aparato que puede destruir en cuestión de segundos lo que tanto les ha costado construir.  

Ahí, en las montañas del norte de Chiapas, en donde la pobreza agobia por todos lados, es de suma importancia atender las denuncias periodísticas como las que realiza Ernesto Ledezma en Momentum, la alianza de comunicación de Rompeviento TV y Pie de Página, y que ha dado la voz a aquellos que viven el conflicto en carne propia. Son llamadas de alerta, que muchas veces el gobierno local desatiende.

El proyecto de la cuarta transformación tiene una tarea pendiente en Chiapas, si lo que quiere es avanzar en el progreso de abajo hacia arriba, es muy importante llevar a cabo acciones que garanticen justicia a la sociedad. 

Por lo pronto el zapatismo ha convocado a participar en la consulta y ha dicho que votará por el sí para que se lleven a cabo las acciones pertinentes con apego al marco constitucional y legal, para emprender un proceso de esclarecimiento de las decisiones políticas tomadas en los años pasados por los actores políticos, encaminado a garantizar la justicia y los derechos de las posibles víctimas. La reparación es pieza clave si de un mejor futuro se quiere hablar para todo Chiapas.