El humanismo de Petro: una esperanza para el siglo XXI

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Desde la derrota de los liberales en la guerra de los mil días Colombia vivió durante todo el siglo pasado una época entera dentro del conservadurismo. El siglo XX está marcado por la violencia política destructiva que los conservadores usaron para hacerse del control del aparato estatal y sobre todo para poder repartirse la tierra y consolidar los latifundios terratenientes al mismo tiempo que se quedaban con el control de todas las rutas comerciales. 

Pronto en la Colombia del siglo XX se demostró que el progreso no era para todos, y esa promesa que en algún momento se creyó que llegaría con la modernidad capitalista se vino abajo incluso en momentos en donde el mundo vivía una época de bienestar. Los periodos de violencia política en Colombia tienen puntos neurálgicos en su historia, pero no hay duda de que han marcado toda una temporalidad que aún aqueja a su sociedad. No hubo momento en que esta no estuviera presente dentro de la vida cotidiana. 

Esta violencia política vino acompañada siempre de una violencia económica que formó parte estructural en la manera en cómo los conservadores constituyeron el Estado. El despojo como forma de acumulación fue latente y no sólo apareció con el narcotráfico, este lo que hizo fue recrudecer la estructura económica instalada por la vía conservadora.

El acompañamiento de la sociedad en este proceso no ha sido menor, un sector muy importante de la sociedad respalda el autoritarismo del Estado conservador. Su fenómeno más importante se sintetizó en la figura de Álvaro Uribe, un político que supo aglutinar a las masas sociales a través del discurso del odio y el miedo imponiendo el orden social. La mano dura ante los graves conflictos sociales y económicos fue respaldada en esta vuelta de siglo.

A pesar de los múltiples intentos de paz dentro del país sudamericano los acuerdos de Paz han ido a la deriva, la difícil y grave situación que se vive para los líderes sociales es muestra de ello, se tiene un registro de 145 activistas asesinados. Tan sólo en 2021 se tienen registradas según Misión Verdad alrededor de 96 masacres que cobraron la vida de 338 personas; 262 excombatientes de las desmovilizadas FARC-EP fueron asesinados; los falsos positivos podrían llegar a representar hasta 10 mil casos. 

La crisis económica vino desatar una mayor polarización en la sociedad, la respuesta de la juventud no se hizo esperar, varios estallidos sociales a lo largo y ancho de Colombia generaron una convulsión social que pudo detenerse hasta cierto punto por el inicio de la pandemia, pero que fue creciendo hasta presentar acciones como las enmarcadas en el grupo denominado primera línea, un cuerpo de jóvenes que acuerpaba las movilizaciones y que se enfrentaban contra el cuerpo policial que intentaba reprimir y desmovilizarlos. 

El triunfo de Gustavo Petro en la segunda vuelta presidencial es un fenómeno que puede marcar una vuelta para desandar el camino de la violencia. Ante todo, el reto que tiene frente de sí este político de la costa es conciliar. Y esta es una de las tareas más arriesgadas que pudiera tener cualquier mandatario en toda la región.

Este momentum que se ha abierto con la llegada a la presidencia no es simplemente un cambio de gobierno o de partido en el poder, es la posibilidad de emprender un proceso de pacificación en un Estado en donde el 35 por ciento de su territorio es controlado por narcotraficantes, paramilitares y la guerrilla, que tiene más de siete décadas de presentarse como actor político en sus diferentes expresiones.

El peligro que corre en esta tarea es muy alto, baste ver los magnicidios en los que Colombia ha sido inmersa y que han desatado procesos más violentos que los anteriores. Ahí están los casos de Jorge Eliécer Gaitán y el de Luis Carlos Galán. 

No sólo es parar la violencia al interior de Colombia, que ese ya es un reto transcendental y de primer orden, sino además Colombia ha sido utilizada como base militar por parte de Estados Unidos, y es punta de lanza en la desestabilización de la región. Sobre todo, los conflictos que se han presentado en la frontera con Venezuela.

 Justo antes de las elecciones el presidente Josep Biden designó a Colombia como aliado importante extra-OTAN. Lo que coloca a este país en una dinámica que no se circunscribe nada más en la disputa regional que mantiene Estados Unidos con el progresismo de la región sino además que lo coloca en primera fila en la disputa que mantiene Estados Unidos por la hegemonía mundial con China. 

El discurso de Gustavo Petro se ha centrado en recuperar el humanismo, es decir, abandonar la barbarie y asumir reconstruir el tejido social, va de la mano con el reconocimiento de las resistencias de 500 años como lo ha expresado su vicepresidenta Francia Márquez. 

El líder exguerrillero del M19 ha ganado la mayor parte de sus votos en la periferia, esto es en Nariño, Cauca, Putumayo y Chocó en donde obtuvo más del 80 por ciento de los votos, mientras que en Sucre, Córdoba, Bolívar, Atlántico, Magdalena y La Guajita se mantuvo por encima del 60 por ciento como ha informado Diego Itusarry.

Ganó cuatro de las cinco ciudades más importantes de Colombia, y sobre todo es el presidente más votado de la historia al romper la barrera de los once millones de votos. En este proceso además han votado 58 por ciento del padrón electoral, la participación más alta en la historia de Colombia. 

A pesar de esto, está claro que las regiones del eje cafetalero, Santander, el centro, el oriente y Antioquia sigue perteneciendo al conservadurismo. Es decir, la derecha colombiana tiene un respaldo social muy significativo. Hay que observar que en el legislativo el gobierno no es mayoría. Lo que imposibilitará en muchas dimensiones su trabajo, pero que tendrá que dialogar con las fuerzas adversas a su proyecto de nación. 

La tarea fundamental de Gustavo Petro en la historia será la de la Paz, pero para ello se requerirá un programa económico que recupere el bienestar social. Es importante diferenciar, que este gobierno no llegó como el de Gabriel Boric en Chile para reformar el neoliberalismo para que funcione sino llegó con una tarea fundamental establecer un sistema económico que cobije a las mayorías y recupere la dignidad de las personas. 

En las redes sociales corren muchos videos de las reacciones del cariño del pueblo colombiano por el triunfo de Petro, existe uno del pueblo de Timbiquí en el que la gente sale junto con los niños a celebrar el triunfo en sus calles, una región completa en el olvido. Ahí están también las grandes filas y los grandes esfuerzos de los olvidados, de los nadies. 

Los pueblos quieren dirimir los conflictos en las urnas, la democracia hoy representa una de las más radicales esperanzas de los pueblos del sur. Habría que apoyar en este gran reto a Petro desde todos los lados del continente. Este proceso no se puede permitir fracasar, de ello va el futuro de millones.