El desafío del testamento político
El presidente López Obrador ha revelado que elaboró un testamento político que llegado el momento se revelará al público si es que su salud se deteriora y muere. No es menor lo que este gesto ha desatado, algunos analistas interpretaron este hecho como una forma de adelantarse a la oposición y hacer estallar la bomba mediática de lo que significa el haberse realizado un cateterismo.
La información fue confidencial, de hecho, su salud así ha manejado, el reporte de salud que según iba a darse a conocer tiene más de un año que no ha sido entregado, y es que los jefes de Estado, casi en ningún lugar del mundo acostumbran a hacerlo, en muchos casos se aduce a la seguridad nacional.
El estilo del tabasqueño, que siempre remarca que lo público cada vez debe ser más público, en el caso de las enfermedades que lo aquejan o de los procedimientos a los que será sometido no pasan por la misma tijera, pero hay que decirlo claro, no necesariamente deberían pasar y es que la oposición ha utilizado hasta el cansancio ideas de que está imposibilitado para gobernar por su vejez y en esta última ocasión hubo analistas que solicitaban renunciara por no encontrarse mentalmente apto.
Los carroñeros de los mas media se dijeron sorprendidos de que el presidente haya revelado que la transición política estaba garantizada porque dejaba en claro a través de su testamento la línea política a seguir en caso de su ausencia. No pocos analistas arrecieron su ataque de forma ridícula al expresar que este testamento era ilegal, ya que la Constitución prevé cómo debe suceder la cadena de mando en caso de la muerte de un mandatario en funciones.
Este argumento leguleyo deja de lado lo fundamental, y es que el proyecto político que se ha generado en torno a lo que ahora se conoce como la cuarta transformación no puede ni debe durar un solo sexenio. El movimiento social que ha acompañado al presidente desde el desafuero es un movimiento de largo aliento, de un alcance que aún no ha terminado por definirse, y que depende del relevo generacional para poder llevarlo a buen puerto.
El premio nobel de literatura de 1981, Elías Canetti, tiene una interpretación bastante interesante sobre el tema de la sucesión en el poder que podríamos intentar explorar en la situación actual mexicana. Resulta por demás útil la recuperación que realizó sobre el siglo etrusco, para la nación etrusca, la temporalidad que marcaba los años que duraba un siglo dependía de la edad del hombre más viejo de la última generación para determinar cuánto había durado el siglo. Esto debido al respeto que generaba la sabiduría que emanaba de la vejez.
Mutati mutandis esta vuelta de siglo esta marcada irremediablemente por la figura política de Andrés Manuel López Obrador, su sello político ha eclipsado a los demás actores políticos y ha configurado un liderazgo tan fuerte que ha intentado, porque de él es la propuesta de nombrar una transformación democrática a su movimiento diferenciando de las otras tres que fueron violentas, y al hacer esto marcar una temporalidad dentro de la totalidad del cuerpo histórico mexicano.
Pero para que esto pueda consolidarse, su proyecto le debe sobrevivir, es decir, mantenerse a pesar de que su figura no exista más. Hasta antes de este episodio médico, la discusión se había centrado en los candidatos que se han destapado por parte de Morena para sucederlo, y la discusión se había generado en torno cómo debería realizarse este proceso al interior del movimiento, cosa que ha generado ya bastantes cismas.
Pero a partir de esta hospitalización en el Hospital Central Militar esta discusión ha dejado a un lado su alegoría para poner sobre la mesa la posibilidad real de que se concretice el que él ya no esté más. De forma responsable, el presidente ha decidido que, a pesar de estas condiciones tan delicadas, tratar de educar pedagógicamente con esto. Preparar a un movimiento para que pueda consolidar su madurez.
El presidente López Obrador sabe que existen diversas formas de interpretación de la realidad mexicana al interior del movimiento político que dirige, y estas han empezado a pujar por ser las preponderantes, también es consiente que la política mexicana se queda corta ante la convulsión social en la que se encuentra México. Este choque me parece es el que definirá el rumbo a seguir, quién puede garantizar darle respuesta al choque económico y político que marca la época.
Su testamento, y no hay que pasarlo por desapercibido, es secreto. Sabe que existen muchas voces al acecho, muchas fuerzas dentro y fuera del poder político que están interesados en saber a quién deben golpear, a quién deben debilitar para que el proyecto no se consolide porque en la medida de que existan muchos tiradores, los golpes se van diluyendo.
Por su parte sus sucesores, y más aún los militantes de esta causa deben tener como mirador la transformación no violenta que se está edificando en medio de un México sumido en el desastre heredado por la necropolítica.
La palabra testamento tiene un origen etimológico bastante profundo que empata con la situación actual. El testamentum era una declaración oral ante una asamblea, era pues el testimonio oral de una persona en el que una asamblea daba fe de la última voluntad del declarante. Los ciudadanos no sólo son testigos sino garantes. Se deposita en ellos la confianza de que la voluntad que emana del acto se respetará. Hay un acuerdo político de por medio que se consolidaba en un acto normativo, pero en este caso lo que importa no es la instrumentalización institucional sino esencialmente política.
El balance de este testimonio es lo que el presidente López Obrador ha podido vivir dentro de Palacio Nacional en el ejercicio del poder. Y es que una cosa muy diferente ha sido esta experiencia de la de haber liderado a la oposición contra el neoliberalismo que construir una salida posneoliberal con todas las contradicciones de por medio.
Es claro que dada la situación actual la transición al posneoliberalismo apenas ha comenzado, es decir, se han trazado las líneas ha seguir, pero la tarea fundamental ha sido desmontar el viejo régimen que aún persiste en muchas áreas del gobierno. Y que la resistencia de sus defensores no ha sido en ningún momento mínima.
Las claves de este desafío que ha lanzado el presidente López Obrador son por lo menos tres: desmantelar los graves efectos producidos por el neoliberalismo; establecer una ruta de la recuperación democrática de la nación a través del combate a la corrupción y la impunidad; y garantizar que el proyecto emanado de la movilización social no violenta pueda consolidar el posneoliberalismo, es decir, el buen vivir asumiendo la tarea de primero los pobres.
Y en efecto, esto desborda por mucho la salud presidencial, por eso ha sido muy importante que el presidente mismo haya sido el primero en colocar a la altura que se merece este reto. Falta que la sociedad asuma el reto en sus manos y construya una salida volviéndose los sujetos de la historia de transformación que se quiere implementar, si esto sucede la sucesión estará blindada. Larga vida al presidente, el desafío debe tomarse con seriedad y mucha responsabilidad.