EL CIRCO DE LA MUERTE

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Duda Razonable

El tratamiento que los gobiernos del mundo han dado a los muertos por la enfermedad COVID-19 es, al menos, decepcionante.

Se han comportado como un negocio internacional de funerarias y crematorios. Los cuestionados voceros de la salud se concentran en el recuento estadístico como si se tratara de competencias; como si se tratara de una justa olímpica y se estuviera peleando por medallas. 

Comparativos mostrando la viga en el ojo ajeno sin ver la paja en el propio. Desalentadora danza de números exhibiendo dónde mueren más.

Impúdico espectáculo de acusaciones y culpas cruzadas; de curvas y estadísticas; de modelos y proyecciones matemáticas. 

Es un show de quinta por cuidar imagen y proyectar popularidad. Deshumanizados e insensibles. El circo de la muerte. Como si los muertos no fueran personas con nombre y apellido; con historia; con familia y con amigos.

Muertos invisibles; cosificados; apilados como en un rastro; mujeres y hombres de carne y hueso en un final jamás imaginado.

A los deudos ni los ven, ni los oyen. Los ignoran y los denigran al regatearles información. Pisotean nuestras tradiciones. Atropellan nuestros cultos.

Expropian los cuerpos, los etiquetan y los entregan; pero no se pueden velar. Les vale nada nuestros sentimientos.

Si en Asia o en Europa así tratan a sus muertos, allá ellos. Pero aquí, en nuestro país, los gobernantes debieron pensar un poco más en nosotros y pensar como mexicanos. Quizá un poco de empatía con el dolor del prójimo.

Nosotros ponemos los muertos y ellos sólo los cuentan.

¿El Presidente, un Secretario de Estado o un Gobernador, han tenido el mínimo detalle de vestirse de luto o de honrar haciendo una respetuosa mención a los muertos de cada día? ¿Han pensado en alguna ceremonia colectiva que compense el pesar? ¿Qué nos aliente y nos anime a seguir encerrados? ¿Por qué sólo hacerlo a través del miedo y no de la empatía?

Esa también es una duda razonable.

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