¿Dónde quedó la bolita?

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Calíope

Desde hace varios años, quizá una década o más, se ha usado de manera corriente la noción de posverdad. Ésta indica la distorsión deliberada de la realidad objetiva, en la que los hechos son minimizados y en cambio lo más importante resulta ser la apelación a las emociones y a las creencias con el objetivo de moldear la opinión pública o crear una base sólida de simpatizantes que podrán creer casi cualquier cosa.

Así como la teoría hipodérmica de la comunicación planteaba que cualquier cosa que fuera transmitida en los medios sería creída en su totalidad por la audiencia, así se piensa que si el discurso político se enfoca en el pathos, es decir en lo que la retórica clásica clasificó como el movimiento de las emociones, entonces se creerá por ciertas audiencias, quienes defenderán este punto de vista a pesar de que los hechos o la información objetivamente verificada no concuerde.

El resultado de esta disonancia cognitiva será siempre el de la opinión personal y se denostará la nueva información, calificada de errónea o amañada.

Bajo esta óptica pueden analizarse los recientes resultados de la Auditoría Superior de la Federación (ASF). Después de todo el melodrama de la semana pasada en la que se desdijo el auditor y se comunicó que habían incurrido en errores metodológicos, seguimos sin saber bien a bien en qué quedó el asunto. Un ejemplo: la cancelación del NAIM.

Al día siguiente de la publicación de los datos de la auditoría del ejercicio 2019, AMLO dijo que el dato de la cancelación del aeropuerto de Texcoco estaba mal y exhortó a la ASF para que lo aclarara. Horas después, la ASF emitió un comunicado en el que advirtió de una deficiencia metodológica. Este giro en la historia pudo deberse a que AMLO haya amenazado al auditor o que en efecto

un órgano tan profesional como la ASF pudiera cometer un error de esa índole. Luego surgieron todo tipo de acusaciones, reclamos y especulaciones, el debate se polarizó y cada quien quiso sacar raja del asunto; sin embargo hoy seguimos igual, sin saber con exactitud cuál es el dato correcto, cuánto costó la cancelación del NAIM.

Si la ASF identificó un error de cálculo, entonces ¿por qué no ha dado el dato corregido? Si el gobierno sabía que el dato estaba mal, ¿por qué no dice cuál es el dato correcto? En el debate público (y el pleito entre AMLO, Morena, la ASF y la Cámara de Diputados) el conocimiento de la verdad quedó relegado y el discurso político polarizó a la sociedad en dos bandos, de los cuales ninguno sabe los datos concretos, y se pelean para desprestigiar al otro.

El asunto cobró vida propia, al margen de los resultados que la Auditoría presentó en la Cámara de Diputados y de los errores metodológicos. Todavía hoy no sabemos cuál es ese número mágico, entonces ¿dónde quedó la bolita?

@cromerogabriell