Sobre la disyuntiva en las elecciones de junio

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En un mes, el 6 de junio para ser exactos, se llevarán a cabo las elecciones más grandes en la historia del país. Estarán en disputa nada más y nada menos que la cantidad de 21 mil puestos de elección popular. 

El padrón que puede acudir a las urnas quedó registrado en 95 millones de electores. Un incremento de 5 millones de electores respecto de las elecciones de 2018. Se tendrán elecciones locales concurrentes con la federal en los 32 estados de la república. 

Tendremos la oportunidad de elegir a los 500 diputados federales, 1063 diputados locales, 1926 presidencias municipales y 15 gubernaturas. Es así como se puede modificar el mapa político de México. 

Estamos pues, ante un momento que puede llegar a definir una tendencia. Y es que lo que están en juego no sólo son los cargos que antes hemos mencionado sino fundamentalmente el proyecto de nación que queremos determinar. 

Existe una disyuntiva muy marcada dentro de las posiciones políticas en el sistema de partidos mexicano. Por un lado, una derecha que se reorganizó en torno a los intereses económicos que vieron perdidos sus privilegios que se consolidaron durante el periodo neoliberal. 

En este contexto, hay sectores políticos y empresariales que han apostado, desde un aferramiento irracional, en mantener al sistema neoliberal, mismo que ha producido una crisis económica sin precedentes. Es de tal la magnitud de la crisis provocada en 2008, que, en el seno del capitalismo americano, han empezado a replantearse el papel del Estado y olvidar la política económica inaugurada por Margaret Thatcher y Ronald Regan.  

En nuestro país, el neoliberalismo vino acompañado de un proceso de corrupción que profundizó la pérdida de la soberanía nacional para pasarla a manos de capitales que se crearon al amparo del poder, y desde ahí gobernaron con una política de despojo nacional. 

Pero el centro de esta debacle no está en el reparto autoritario que hicieron de la riqueza nacional a través de las privatizaciones, sino que, aunado a eso, se generaron regiones enteras que producían ganancias inmensas a través del crimen organizado. La economía ilegal pasó a formar parte esencial de nuestra estructura económica. 

Con la vuelta de siglo, se estableció un mecanismo que hasta le fecha forma parte del gran problema de la vida nacional, la necropolítica. Si algo ha costado trabajo desmantelar en el actual gobierno es precisamente la amalgama de intereses dentro de la necropolítica y la economía nacional. Y es que están imbricados. 

Es por eso que la opción política que representan los partidos que giran en torno a Va por México, no han podido establecer una narrativa creíble y convincente. Los años de despojo aún siguen pesando. 

Por el otro lado, está la opción que ha girado en torno al abandono de la política neoliberal. Una opción que no ha estado exenta de contradicciones tanto en su programa de trabajo como en su implementación. 

Uno de los principales elementos ha sido el combate a la corrupción que legitimó el despojo a diversas regiones del país y que ha generado la masa de pobres más grande que se tenga memoria. 

Las compensaciones que se han realizado para hacer recuperar el salario en términos reales han sido importantes, pero hasta ahora no han logrado recuperar por completo el poder adquisitivo de la clase trabajadora. 

Otro de los elementos importantes son las transferencias universales que ayudan a reactivar el consumo, y que son un soporte para las familias, pero que también se ha visto vulnerado por la crisis económica derivado de la pandemia. 

Es decir, existe un programa de gobierno que está recuperando la acción estatal para proteger a sectores poblacionales a partir de compensaciones económicas, pero que en su limitado marco de acción no ha podido generar una respuesta a la altura de los retos que significa el capitalismo necropolítico que rige la vida del país. 

El capitalismo pandémico ha golpeado muy fuerte los principales ejes que estableció este gobierno para ayudar a los que menos tienen, y ese es un punto clave para entender también porque hoy en el norte del país la derecha neoliberal sigue siendo una opción. La debilidad de la economía mexicana no ha podido contener los efectos más nefastos provocados por la pandemia. 

Pero volvamos al punto. Estas elecciones son determinantes para saber el rumbo que puede adquirir el futuro a corto plazo, pero también si será posible consolidar la transición que inició en 2018. 

El proyecto alternativo de nación del presidente Andrés Manuel López Obrador y el movimiento de regeneración nacional ha tenido que detenerse en muchos sentidos obligados por las circunstancias, y una correlación de fuerzas adversas. Si se quiere profundizar habrá que establecer una ruta que inicia justamente en el proceso electoral. 

En este nuevo tramo es necesario recuperar los ejes de la soberanía nacional que está íntimamente ligados con la seguridad nacional. Al mismo tiempo que es momento de empezar a pensar en tasas impositivas más fuertes para los sectores de mayores ingresos para echar a andar la recuperación de la función social del estado. 

Cuando se vaya a las urnas debe pensarse en esta disyuntiva, si es posible avanzar en el proyecto que intenta desmontar el capitalismo necropolítico que nos heredó el neoliberalismo o si aceptamos una regresión al pasado. Y ante esta disyuntiva no hay forma de quedarse neutral. Es hora de la unidad social. 

 

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