DICHOS 1

0
202

“Morir en el intento” refleja una actitud ante la vida; es luchar sin rendirse; es afanarse en conseguir un objetivo predeterminado; es porfiar, terquear y hasta necear en los esfuerzos para alcanzar una meta. Es la perseverancia del científico en pos del invento o del descubrimiento. Es la disciplina del deportista en la búsqueda del triunfo, medalla o récord. Es insistir y “no rajarse”, aunque se acaben la fuerza y el aliento, hasta cumplir lo prometido. En términos muy nuestros, es “morirse en la raya”.

Con esa tenacidad, que no pocos confunden con obsesión, el Presidente de México se obstina en seguir a pie juntillas su hoja de ruta para lograr la ansiada Cuarta Transformación. Como viejo lobo de mar, con astucia y cautela instintivas, se aferra al mapa y al guion, contra viento y marea, porque está cierto y seguro que encontrará el tesoro prometido. Confiado en que “más sabe el diablo por viejo que por diablo” se atiene a la sabiduría que da la experiencia y asume estoicamente el destino que, según su apreciación, la historia le tiene guardado.

Rendirse no está en su vocabulario y el abandono de la lucha tampoco está en su escenario, por más adverso que éste le sea. Acuerpado por seguidores que han hecho juramento de lealtad ciega a la causa, embiste y ataca diariamente poniéndose al frente de la tropa para la batalla cuerpo a cuerpo, con la valentía que infunde la convicción del Caudillo. “Voy derecho y no me quito, y si me pegan me desquito”, pareciera ser la expresión que mejor refleja su actuación a lo largo de estos primeros dos años de gestión.

Después de dieciocho años de ir paso a paso sembrando, cultivando y cautivando, en la pizca y la cosecha se mueve a trote desesperado que podría convertirse en galope desbocado si no hay frenos ni riendas que acoten su carrera por cumplir lo prometido. “El que espera desespera”, y esa desesperación por lograr lo anhelado puede descarrilar el tren en el que almacenan y transportan los cambios estructurales.

“Topar con pared” era un escenario imprevisto y la Pandemia se ha convertido en el muro inesperado con el que el gobierno está colisionando. “Donde menos se piensa, salta la liebre”, y el virus fue el fantasma que apareció de repente tomando desprevenido al Comandante Supremo, sin que hasta ahora se vea que pierde los estribos o que lo hayan sacado de sus casillas.

Pero no hay pila ni batería eterna; la energía y la fuerza tienen límites naturales endógenos y otras resistencias exógenas que desgastan y acaban con la paciencia, la ecuanimidad y la perseverancia. A la larga, después de muchas peleas, los golpes mellan al mejor boxeador; hasta una pequeña gota de agua constante erosiona y vence la roca.

“No hay plazo que no se cumpla ni mal que dure cien años” y esta Pandemia tiene ya su antídoto en varias vacunas que han obtenido autorización para aplicación emergente. Este remedio puede ser la espinaca que revitalice a Popeye, pero también puede convertirse en la Kryptonita que derrote a Supermán. Los tiempos apremian, se vienen atropelladamente encima, y con ellos, se adelanta el futuro de AMLO y de la 4T. Lo electoral es una prueba más, pero la Pandemia es el examen de titulación.

¿Usted cree que pase el examen?

Esa es una duda sustentable.

@mexicanosalgri5

Autor