Democracia y gobierno
La existencia de una democracia plena requiere mucho más que la celebración de elecciones libres y auténticas.
El hecho de conceder a todas las personas el derecho de votar en condiciones de igualdad política no basta para que un sistema político determinado sea considerado como democrático.
La democracia es una condición que sólo puede ser alcanzada a través del respeto de los derechos fundamentales de los gobernados y, por consiguiente, del Estado de derecho.
De igual forma, está íntimamente relacionada con la búsqueda de mayor igualdad de condiciones sociales y la lucha eficaz contra la superación de la pobreza.
La democracia va más allá de la perspectiva electoral, se entiende como un sistema que promueve y permite el respeto irrestricto de los derechos y libertades de las personas, la creación de oportunidades iguales para todos, la vigencia del Estado de derecho, la formación de valores de igualdad, tolerancia y respeto mutuo a las diferencias, los cuales son fundamento básico de las relaciones sociales pacíficas.
En el ámbito internacional, el Estado mexicano participa activamente en la promoción de la democracia a través de diversos organismos internacionales y regionales como la ONU, la OEA y otros, en los cuales ha respaldado la suscripción de una gran variedad de instrumentos jurídicos que regulan de manera general o específica aspectos relacionados con la democracia tales como la Declaración Universal de Derechos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, la Convención Americana sobre Derechos Humanos y la Carta Democrática Interamericana.
El gobierno mexicano ha respaldado asimismo diversas resoluciones relacionadas con este ámbito. De ahí que recientes reformas constitucionales sean contrarias a los pactos internacionales antes mencionados.
A la forma como cada república o monarquía constitucional integra su representación política y establece relaciones entre sus instituciones gubernamentales se le denomina sistema de gobierno.
Los sistemas de gobierno conforman, junto con los sistemas electoral, de partidos y cultural, lo que se conoce como sistema político.
Siendo la característica esencial de la democracia contemporánea el ser representativa, tres son los modelos de gobierno en que ésta se manifiesta: parlamentarios, presidenciales y semipresidenciales, los cuales pueden ser plenamente democráticos, en vías de democratización, o no democráticos.
Este lunes asume la titularidad del ejecutivo de la potencia número uno mundial, Donald Trump. De peculiar y altanera conducta política poco o nada ortodoxa. Autores serios en materia política reconocen que la democracia como forma de participación es imperfecta, pero permite apaciguar los ánimos sociales evitando alteraciones al orden público que lleguen a la anarquía.
Es posible afirmar que, en nuestros días, uno de los principales problemas que existe en la percepción sobre los procesos de democratización y de reforma constitucional no sólo consiste en que al régimen democrático se le trate de identificar con un determinado modelo de sistema de gobierno -recurrentemente, el parlamentario-, sino que, de no ser así, se le asocia entonces con cierto tipo o variedad de un sistema de gobierno -en el caso del presidencialismo, con los gobiernos divididos y la debilidad del Ejecutivo frente al Legislativo-.
En este sentido, para mucha gente -y para gran parte de la ciencia política- el sistema político estadounidense con su presidencialismo, su bipartidismo, su separación de poderes, etc., representa el modelo de la democracia. Si uno no se aproxima a este modelo democrático, su democracia tiene que considerarse inferior. Nada más falso que este ejemplo de democracia.
Para pensar en una reforma o modificación de un sistema de gobierno en aras de buscar una mayor aproximación al “ideal imperfecto” de la democracia, quizá lo más saludable sea no perder de vista lo anterior, e ir más allá de la falsa disyuntiva entre presidencialismo o parlamentarismo, pensando en un modelo que pueda trascender tanto esta distinción bipolar como las supuestas fronteras infranqueables existentes entre los sistemas de gobierno.