Del Quédate en Casa al ¡sálvese quien pueda!

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Hay preocupación en el país por el tema de salud. El fin de semana pasado el presidente López Obrador aseguró que la pandemia está bajando, y dio a conocer que en más de una veintena de entidades federativas el bicho va disminuyendo, que no cediendo.

Hugo López-Gatell, el cuasi héroe nacional, no dio a conocer el famoso semáforo epidemiológico arguyendo que algunos estados no habían sido consistentes en la entrega de información que permitiría prospectarlo. Se quitó la responsabilidad como aquel que se quitó la cucaracha que le cayó en la cabeza.

En muchas entidades, entre ellas Baja California Sur, Nayarit y Jalisco, la pandemia crece y parece que nadie hace el esfuerzo suficiente para que no se desborde.

La gente anda como si todo fuera jauja, por las calles, espacios públicos, centros comerciales y playas sin el cubrebocas dichoso. Si, no es la panacea contra la covid 19, pero está demostrado que ayuda a no propagar el virus y también contribuye a no respirarlo.

Y es que el control de movilidad se mantuvo a raya mientras duró el “Quédate en Casa”, y la maravillosa Susana Distancia nos invitaba a quedarnos guardados.

Pero México no es Suiza, ni Italia, ni España. El coronavirus no entraba a la casa, pero tampoco la papa. Todos muy asustados, pero con la panza de farol, muriéndonos de hambre.

Y es que, en aquellos países europeos, por citar solo algunos, junto al “no salgas” hubo distribución de cheques para que la gente se mantuviera. En algunos otros lados se obligó a los caseros a no cobrar las rentas, se detuvieron por decreto los cobros de deudas y se aprovisionó a las empresas de recursos para sostener nóminas.

Aquí fue el “quédate en casa, y ráscate como puedas”. Asi no se pinches puede.

Por eso cuando López-Gatell levantó poquito la cortina, todo mundo salió en tropel. Le pasaron por encima al Doctor con todo y sus recomendaciones. No es culpa de la raza, es culpa de la insensibilidad. Sí, hubo adelanto en los apoyos para adultos mayores, pero los “adultos menores”, los que se hacen cargo con su fuerza de trabajo de llevar las provisiones a casa se quedaron chiflando en la loma.

La despensa en el hogar -si es que la había- se vació pronto. La exigencia de alimento se agudizó a las primeras de cambio. El señor de la renta no dejó de cobrar, y tampoco lo hizo la CFE, ni el operador de agua, ni Hacienda, ni el banco ni nadie.

Se activaron los primeros semáforos anaranjados y la gente se desbordó a las calles a buscar el sustento para los suyos. Es responsabilidad de todos cuidarnos, pero, no hay que olvidar que la cortina la levantaron desde el gobierno federal con su plan de “nueva normalidad”.

Sí, falló la estrategia. No estuvo bien diseñada. Se ordenó un arresto domiciliario, pero no una manutención mínima necesaria. Se proyectó un escenario con imprecisiones garrafales. La gente ha tenido que decidir entre correr el riesgo de contagiarse o ver a su familia famélica, muerta de hambre.

Es tarde ya. Pasamos del “quédate en casa” al ¡sálvese quien pueda!

Hugo Lynn