CRISIS EDUCATIVA
Se suma un quinto jinete de este apocalipsis que estamos viviendo en nuestro país. Crisis sanitaria; crisis económica; crisis de seguridad, crisis política y, ahora, la crisis educativa. El resultado global, una lamentable crisis social pocas veces vista y vivida en México.
Las principales Instituciones públicas de educación superior y los líderes educativos nacionales le han quedado a deber a nuestro país en esta dificultad educativa. Pareciera que con tal de no entrar en confrontación o en debate con el Gobierno Federal, han optado por simular que el proceso de enseñanza aprendizaje puede desarrollarse sin problemas a través de la educación a distancia.
Las Instituciones se empequeñecieron en esta etapa en la que el país necesita liderazgos que lo orienten hacia buen puerto. Pareciera también que todos los directivos esconden la cabeza ante el infundado temor de ser exhibidos o decapitados. Se muestran inusualmente indiferentes, ausentes, omisos y acríticos del entorno. Nadie quiere diagnosticar el impacto; nadie se atreve a documentar y publicar el efecto demoledor que tiene y tendrá esta crisis en varias generaciones de estudiantes mexicanos.
Con respiración artificial y con maquillaje, aparentamos ser un país de otro planeta que está contendiendo adecuadamente con esta situación emergente. Pero son ampliamente conocidos nuestros problemas de equipamiento, conectividad, contenidos e interacción pedagógica digital.
Un buen número de hogares sin energía eléctrica, otro número más grande sin televisión, sin computadora, sin libros, sin apoyos didácticos, pedagógicos, sin internet, sin espacios adecuados en los hogares, sin el ambiente propicio para el aprendizaje y, sobre todo, sin el tiempo o conocimiento de los padres para atender las necesidades y exigencias del programa “Aprende en casa II.” Una tarea titánica para la SEP que anuncia un éxito a medias en la educación a distancia de millones de mexicanos. Los accesos desiguales a las Tecnologías de la Información profundizarán los desequilibrios sociales golpeando la formación educativa de los más pobres.
El reto es mayúsculo para la Secretaría de Educación. Por eso su titular debe actuar como si hubiese elegido la investigación, la docencia y la preservación y difusión de la cultura como su forma de vida.
Así como es impensable una Secretaría de Salud sin un titular que haya estudiado la carrera de medicina, así es de inconcebible que la Secretaría de Educación sea dirigida por alguien sin sólida formación y probada experiencia académica.
Quien nunca ha interactuado en un salón de clases; quien nunca ha estado frente a un grupo de alumnos; quien nunca ha tenido que preparar una clase con sus materiales de apoyo; y quien nunca ha evaluado y presentado los informes y reportes correspondientes, como sucedió con algunos titulares del pasado reciente, difícilmente puede ostentar con aplomo el cargo de Secretario de Educación en tiempos tan difíciles y tan coyunturales.
Basta con que echemos una mirada crítica a los requisitos que se piden para cualquier cargo de Director o Rector de una Institución de Educación Superior. Si a ellos se les exige tanto en su formación académica, por sentido común y por mayoría de razón, el responsable de las políticas educativas del país debiera contar en su hoja de vida con una trayectoria incuestionable en materia educativa.
La Nación reclama un gran liderazgo que pueda convocar y agrupar a todos los talentos mexicanos en los diferentes niveles educativos y encontrar, en equipo, la fórmula adecuada para atender la crisis educativa en las mejores condiciones; de manera especial, para mirar más allá de la coyuntura y preparar el sistema y modelo educativo mexicano post-covid. Es tarea pendiente de urgente resolución, pero a veces parece tarea olvidada.
¿O usted cree que vamos bien?
Esa es una duda sustentable.